Mientras caminaba rápido directo hacia la puerta, sacó unos billetes de cien de su billetera.Salió de la tienda y empezó a seguir al hombre y a la niña.—¡Señor, espere un momento! —gritó.El hombre se dio la vuelta, con una expresión de una ligera molestia en el rostro.—¿Qué sucede?—Se le cayó dinero —dijo Camilo, levantando los billetes con una sonrisa muy amable.El hombre tranquilizó un poco su expresión, parecía estar menos alerta.—Ah, gracias, pero no es mío.Luego abrazó a Yulia y siguió su camino.Yulia lo miraba fijamente, con sus ojos grandes y brillantes.—¿Camilo? ¿Qué estás haciendo? —preguntó Julia, que acababa de bajarse del auto y vio a Camilo parado justo en la acera del frente.Camilo guardó el dinero en su billetera y miró a Julia mientras se acercaba.—Encontré unos billetes, nadie los reclamó.Miró al hombre que ya estaba subiendo a Yulia a una furgoneta y luego apartó la vista de inmediato.Julia llegó hasta él, claramente molesta.—¿Sabes lo humillante que fu
El avión aterrizó en Marbesol.La policía estaba trabajando a toda marcha, ya habían conseguido las grabaciones de las cámaras de seguridad a lo largo de la ruta.Sergio estaba en constante comunicación con los oficiales locales, actualizando la información cada momento.De repente, el celular de Diego sonó. Era uno de sus hombres.—Jefe, encontramos un video de una cámara afuera de una tienda de postres. Hace aproxidamente una hora, ese tipo llegó con la señorita Yulia y se subieron a una furgoneta. Ya le mandamos el video. Ahora estamos rastreando a dónde se fue la furgoneta.Diego abrió su computadora y revisó apresurado el correo.Marina se acercó, curiosa.—¿Camilo? —preguntó Marina, con una expresión de duda.Diego reenviaba el video a Sergio.—Voy a mandar a alguien a buscar en este momento a Camilo y preguntarle —dijo Diego sin perder más tiempo, y marcó el número.Camilo, que acababa de salir del restaurante, no esperaba que los hombres de Diego lo fueran a buscar. Recordó lo
Después de asegurarse de que Marina se había quedado dormida, Diego salió de la habitación sin hacer mucho ruido.El sonido de la puerta al abrirse rompió el silencio por completo.Marina, que no había logrado dormir profundamente, abrió los ojos poco a poco al escuchar el ruido.Diego salió del hospital, subió al auto y, sin decir ni una sola palabra, el vehículo se alejó a gran velocidad en dirección al castillo.Aunque el sol brillaba afuera, iluminando la ventana, dentro del auto todo se sentía helado, como si estuvieran en pleno invierno.Al llegar al castillo, Daniel abrió la puerta. Diego salió del auto sin mirarlo y se dirigió directo hacia el edificio en completo silencio.—La persona ya está detenida, pero la policía vendrá pronto para hacer el traslado correspondiente—dijo Daniel, con respeto.Diego no respondió ni una sola palabra y caminó hacia el ascensor con el rostro oscuro, directo hacia el subsuelo.Daniel presionó el botón del tercer sótano, y el ascensor comenzó a b
—¡Lo voy a decir! ¡Y nadie me va a detener de hacerlo! —Fabián no aguantó más, su voz temblando de miedo—. La niña... la vi... la llevaron con un hombre. No sé quién es... yo solo les hice la cirugía.Diego luchó con todas sus fuerzas para no acabar con él en ese mismo lugar. Lo miró fijamente, su mirada más oscura que nunca.—¿Tienes fotos de cómo quedó después de la cirugía?Fabián lo negó con la cabeza, tartamudeando:—No... no tengo...Daniel le pasó el iPad a Diego. Rápidamente, él abrió la foto de su hija, su rostro reflejando una mezcla de desesperación y furia. Se la entregó a Fabián y, con un tono de voz preocupada, le preguntó:—Dime, ¿qué cambios tiene ahora?Mientras tanto, Daniel se adelantó para vendarle la mano a Fabián, que ya no servía, y para detener la hemorragia interna. Fabián, sintiendo la fuerte presión de Diego, no pudo evitar temblar. Su voz, angustiada, apenas se escuchaba:—Su barbilla... está más afilada, la nariz... la tiene un poco más alta, y sus labios..
—Daniel, ¿dónde está Diego? —preguntó Marina suavemente mientras probaba el almuerzo que él le había traído.Estaba enferma, y por lo que conocía de Diego, él nunca habría salido por la mañana y luego no habría vuelto sin decir ni una sola palabra. Algo pues debía haber pasado, y de eso estaba segura.Daniel se pasó una mano por la frente, claramente preocupado, sin saber cómo decirlo. Si le contaba la verdad, que ella estaba mal y el jefe no estaba en ese lugar, la situación se complicaría aún más.Marina no insistió en que le respondiera de inmediato. Se vió obligada a seguir comiendo hasta sentirse algo mejor, y solo entonces dejó el tenedor. Primero tenía que recuperar fuerzas.Daniel de inmediato recogió los platos.Marina levantó la mirada y, al ver la preocupación en su rostro, le dijo:—Dime, no te preocupes.Daniel, muy serio, le sirvió un vaso de agua. Después de unos segundos de silencio, explicó:—El jefe está en la comisaría, tiene que quedarse en ese lugar por un buen rat
Después de que Daniel salió de la habitación, Marina llamó de inmediato a Carlos.—Carlos, ¿conoces a la gente que pueda ayudarme a encontrar a alguien sin que se entere nadie? Necesito suma discreción, nada de ruido.Carlos, claramente sorprendido, respondió al instante:—Voy a ponerlo en marcha. ¿A quién buscas?Marina, bajando la voz:—Mi hija fue llevada por alguien desconocido.Le envió rápidamente la foto de Yulia.—Recuerda, no hagas ruido, no queremos que ese hombre se entere en lo absoluto. Su cara aún está en proceso de curación de la postcirugía, así que no se va a ver igual que en la foto.Carlos se alarmó al instante y su tono se volvió más preocupante:—Entendido, no te preocupes, lo manejaré en completo silencio.Marina siguió:—Y otra cosa, pon atención a la familia Soler y a Camilo.Carlos captó la gravedad del asunto.—Voy a poner gente que investigue con discreción.La llamada se cortó y Marina cerró los ojos, soltando un suspiro.Necesitaba recuperarse pronto, no po
A la tarde siguiente, puntual a las dos, Enrique y Pablo llegaron al hospital.—¿Marina sigue tan mal? ¿Por qué lleva tanto tiempo en el hospital? —preguntó Enrique.—Eso no nos importa en lo absoluto, al final no es de la familia Zárate después de todo —respondió Guillermo, siempre tan indiferente.Las puertas del ascensor se abrieron y se dirigieron directo a la habitación de Marina.Al entrar, notaron que, además de los Zárate, había otros accionistas en la sala.Enrique y Pablo se miraron, confundidos.Ambos pensaron lo mismo: ¿Qué hacen en este lugar?Marina les sonrió amablemente, les señaló el sofá y les hizo un pequeño gesto para que se sentaran.Ricardo les sirvió una taza de café.—Perdón por la incomodidad, pero por razones de salud solo puedo recibirlos aquí en el hospital para hablar de este tema —dijo Marina, manteniendo un tono muy cordial y amigable.Un accionista llamado Ramón, claramente impaciente, no perdió más tiempo y fue directo al grano:—Señora Marina, ¿qué es
Cuando llegaron al café, todos se sentaron alrededor de la mesa. Ramón no pudo evitar soltar la pregunta que le rondaba en su cabeza:—Enrique, ¿de verdad están vendiendo las acciones solo porque ya no quieren tenerlas? ¿La empresa está... realmente bien?Enrique dejó la taza, sonrió de manera suave y, con un tono tranquilo, respondió:—La empresa va de maravilla, como todos saben. Y en cuanto a problemas... hasta ahora, todo está en orden.Lo que dijo sonaba más que una pregunta a respuesta, pero en el fondo no dijo nada concreto.Cuanto más escuchaba Ramón, más incómodo se sentía. Miró a los otros accionistas y vio que todos tenían la misma expresión de duda.Enrique sabía perfectamente lo que estaba haciendo: quería que todos se sintieran inseguros, lo ideal era que todos definitivamente vendieran sus acciones....A las cuatro de la tarde, tal como se esperaba, Marina recibió la inesperada llamada de Mateo.—Marina, me enteré que Enrique y los demás ya vendieron sus acciones. Como