Capítulo 48
Cada vez que el doctor Diego leía esa frase, no podía evitar sonreír sin palabra alguna.

Diego tecleó un pequeño mensaje:

—¿Tu casita? ¿Necesitas tres días para decorarla?

Marina respondió inmediatamente:

—No entiendes.

De hecho, Marina estaba realmente muy ocupada. Estaba en plena mudanza y decorando su nuevo hogar.

Originalmente, Marina le había hecho una pequeña propuesta a César de vivir con ella, pero él no estuvo de acuerdo.

—Marina, voy a rentar la casa de al lado. Si necesitas algo, solo llámame. —César le sonrió con gran ternura, mientras la luz del sol se reflejaba en su cabello blanco, dándole un aspecto suave y acogedor.

Marina no insistió más. Después de limpiar con cuidado el bastón de César y devolvérselo, le preguntó:

—Cesarito, ¿qué te gustaría cenar?

Apoyado en su bastón, César se levantó apresurado. Su pierna izquierda era una prótesis.

La enfermedad y la discapacidad de su pierna no lo habían vencido del todo.

—Marina, hoy me encargo yo de la cena.

—Está bien, ent
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