Después de tantos años, al ver a Marina de nuevo, un destello de emociones cruzó por los ojos de Julia.Sin decir una palabra, se dio la vuelta, sacó el celular y llamó al instante a Camilo:—Camilo, cambiemos de restaurante, este no me gusta, la comida está realmente horrible.Del otro lado de la línea, Camilo respondió:—Ya te vi.Colgó y, justo en ese preciso momento, su mirada se cruzó con la de Marina, que estaba sentada comiendo.Aunque Marina también lo vio, decidió seguir comiendo como si nada.Yolanda, sorprendida, no se esperaba encontrarse precisamente con ellos.—Marina, este asado está buenísimo, tienes que probarlo —dijo Yolanda, tratando en ese momento de cambiar de tema.Julia se acercó a Camilo, tomó su bolso y le dijo con tono cortante:—Vamos, este lugar está fatal, ¿por qué llegaste tan tarde?—Hubo demasiado tráfico —respondió Camilo, y siguió a Julia mientras salían del restaurante.Ya no tenía el mismo aire de superioridad de antes.Ese reencuentro no era más que
En realidad, él era el peor del grupo en baile y canto, y no esperaba que hoy lo fueran a halagar de esa manera.Después de decir esto, Marina siguió caminando por la empresa.Recorrió un poco más y luego regresó a la oficina de Carlos.Cuando él la vio, sonrió con agrado y le preguntó:—¿Cómo te fue?—Muy bien —respondió en ese momento Marina.—. Bueno, me voy. Pídele al chofer que me lleve al hotel.Cuando Marina se disponía a salir, Carlos la detuvo:—Espera un segundo, tengo que contarte algo. Blanca, cuando termine su contrato, tal vez se va a ir.Blanca ya estaba al nivel de una superestrella, tenía todo para lanzarse por su cuenta.Marina pensó unos segundos y luego respondió:—Lo entiendo. Hay que respetar su decisión.Regresó al Hotel Aurora y, al llegar, vio a Victor afuera de la habitación. Yolanda lo había echado, y él se veía realmente derrotado. Al ver a Marina, simplemente hizo un gesto con la cabeza, sin decir nada.Marina abrió la puerta para entrar y, en un leve susurr
—Nuestra jefa en realidad es bien buena onda, solo haz tu trabajo y mantén la boca cerrada.Fernando, mientras manejaba, le daba instrucciones al joven que estaba en el asiento del copiloto.Ricardo aceptó con una sonrisa inocente.—Sí, Fernando, tranquilo, soy rediscreto....Fernando no estaba tan tranquilo, de todos modos.Ricardo era su compañero, y los dos habían tenido al mismo mentor, quien, por alguna razón, insistió mucho en recomendar a Ricardo para este cargo.Marina estaba en la sala esperando a que Fernando llegara. Hoy tenía que mudarse a su nueva casa.Yolanda, sin parar un momento de hablar, le dijo:—Marina, ¿por qué no te quedas a vivir conmigo? ¡Así no estás sola!Marina le acarició con cariño el cabello y le respondió:—No quiero interrumpirles.Si se quedaba allí, Victor y Yolanda no podrían hablar tranquilos.Poco después, Fernando entró a la sala acompañado de Ricardo.—Ella es nuestra jefa, señorita Marina —dijo respetuoso Fernando—. Jefa, él es Ricardo, tu nuev
Marina estaba sentada en la sala, hablando entretenida por el celular con Fernando.Desde el otro lado de la línea, Fernando le contó:—La esposa de Mateo te invitó a su fiesta de cumpleaños mañana por la noche.Marina respondió con calma:—Ya veo.Sabía que no era una invitación cualquiera.—Dile que estaré ahí a la hora.Colgó la llamada y vio de reojo que Ricardo, quien acababa de terminar de lavar los platos, ya estaba por irse.Lo llamó:—Ricardo, mañana tengo que ir a una fiesta de cumpleaños. ¿Puedes ayudarme a conseguir un regalo?Ricardo entendió de inmediato que Marina lo estaba poniendo a prueba, aunque no sabía a quién iba a regalarle ni qué tan caro debía ser.—Claro, jefa con gusto. No hay problema.Después de irse, Ricardo llamó a Fernando para saber quién era el anfitrión de la fiesta. Luego, se puso a investigar por su cuenta sobre Marina, el Grupo Zárate y Mateo.Con las pequeñas pistas que fue encontrando, dedujo al instante algo importante: Marina está luchando por
Marina miró el mensaje de Diego, pero ni siquiera guardó su nuevo número ni lo borró. Simplemente metió el celular en su bolso.El auto se detuvo suavemente justo frente a la casa de Mateo.Marina respiró hondo y se recompuso.Ricardo ya había bajado y respetuoso abrió la puerta para ella. Con calma, Marina salió del auto.Al entrar en la villa de Mateo, la decoración lujosa la recibió de lleno.Los invitados estaban todos elegantes, con copas en mano, charlando y bailando animadamente. El ambiente estaba lleno de vida y energía.Marina echó un vistazo rápido y se dio cuenta de que, en realidad, la fiesta no era tan grande como pensaba.Cuando Sandra, la esposa de Mateo, la vio, le sonrió cordialmente.—¡Senorita Marina! Qué gusto tenerte aquí.Marina le devolvió la sonrisa con un toque sutil y saludó con educación.—Señora, feliz cumpleaños.Marina extendió la mano y le pasó el regalo que Ricardo traía.Sandra lo recibió entusiasta y, al notar que Marina solo estaba acompañada por un
Después de cortar el pastel, Mateo se acercó a Marina sonriendo.Marina entrecerró los ojos con una leve sonrisa. Sabía que el verdadero juego estaba por comenzar.Mateo llegó hasta ella, sonriendo con desprecio.—Escuché que estás interesada en comprar las acciones del Grupo Zárate que tiene Enrique.Marina levantó sombría la mirada, y respondió con calma.—Así es, pero desafortunadamente, no las vende.Mateo sonrió de manera forzada y continuó.—¿Qué te parece si hablamos en el estudio? De hecho, también me interesa comprar las tuyas.Marina levantó una ceja, sin pensarlo demasiado, aceptó, lo que lo dejó un poco desconcertado.Pensaba que Marina sería más cautelosa, pero no se esperaba que fuera tan directa.Mientras él pensaba, Marina dijo.—Si me das una buena oferta, tal vez te las venda.Mateo sonrió satisfecho. Los tres subieron de inmediato al estudio en el segundo piso.Marina no le pidió a Ricardo que se fuera, y Mateo tampoco se molestó, ya que pensaba que Ricardo era solo
Mateo fue detenido de inmediato por la policía.La fiesta terminó.Pablo observó a Marina y, en tono bajo, preguntó:—¿Fuiste tú? ¿Verdad?Marina le sonrió con un toque de misterio.—¿De qué hablas?Pablo la observó detenidamente mientras ella se alejaba, con el rostro sombrío. Estaba seguro de que todo lo que había pasado tenía algo que ver con ella.El auto salió a gran velocidad de la mansión de Mateo, y los policías, que solo estaban ahí por él, no se pusieron en su camino.—¿Ricardo, entrenas? —preguntó de forma casual Marina, mirando al frente. —Sí, hago taekwondo —respondió Ricardo, flexionando los músculos—. No te dejes engañar por mi cara de niño bueno, jefa, soy más fuerte realmente de lo que parezco.Ricardo hizo una pequeña demostración de su fuerza, tocando sus brazos como si estuviera en este momento presumiendo.—Con estos músculos, mi futura novia va a estar muy segura.Marina lo vió, indiferente, y siguió mirando por la ventana, observando la calle que pasaba rápido.
La noche seguía cayendo, y Victor observaba atento a Yolanda en silencio. Estaba a punto de estallar de frustración.—¿Qué se supone que significa eso?Maldijo en su cabeza, sabiendo que necesitaba calmarse un poco si no quería terminar haciendo algo de lo que se arrepentiría después.—Yolanda, levántate, en este momento tenemos que hablar.—No quiero hablar, no quiero escuchar.Justo en ese instante, el sonido del celular rompió la fuerte tensión en el aire. Victor miró el identificador de llamada, frunció el ceño y contestó rápidamente.—Victor, Josefa se cayó por las escaleras, está en el hospital y la están operando —dijo Fátima, agitada—. Tienes que regresar ahora.En la habitación quedó un silencio absoluto. Yolanda pudo escuchar claramente la voz femenina al otro lado de la línea.Victor saltó asustado de la silla al instante.—¿En qué hospital?Su tono era urgente.Fátima le dio el nombre del hospital.—Voy para allá enseguida —dijo Victor, colgó la llamada de forma abrupta y e