Cuando Luna leyó los resultados de la prueba de ADN, su cabeza se llenó de preguntas y dudas al respecto. Miraba asombrada el documento que confirmaba que Paola era su hija biológica.Su primera reacción fue de desconfianza. ¿Cómo podía ser cierto? Aunque confiaba en las capacidades de Eduardo, todo le parecía demasiado extraño, casi imposible de creer.Respiró profundo, intentando calmarse. Sabía que lo mejor era actuar con prudencia. Decidió que lo primero sería ver a Paola en persona. Después, si era necesario, Eduardo podría realizar otra prueba para despejar cualquier duda.Con esa idea en mente, tomó su celular y de inmediato le marcó a Leticia. —¿Luna? —preguntó Leticia con entusiasmo.Con seriedad Luna fue directa:—Leticia, necesito hablar con la señorita Paola. ¿Tienes su contacto?Leticia sonrió, dejando escapar un tono de falsa inocencia:—Claro, Luna. Dame unos minutos, yo la contacto por ti.Cuando colgó, en la cara de Leticia se asomó una chispa de satisfacción. La idea
Leticia escribió un mensaje breve, acompañado de la foto de Paola:[Se la llevaron.]El celular de Luna vibró. Al ver que el mensaje venía de un número desconocido, lo abrió con curiosidad. Sin embargo, lo que encontró la dejó fría.Había una foto adjunta: una mujer con un parecido asombroso a ella misma.¿Qué significa esto? Pensó, mientras una sospecha inquietante empezaba a rondarle la cabeza.Sin perder más tiempo, reenvió la foto a Leticia con un mensaje repentino:[¿Es ella Paola?]La respuesta de Leticia llegó rápido, pero en vez de texto, decidió llamarla directamente.—¡Luna! Sí, es ella, ¡es Paola! Dios mío, ¿estuvo en un accidente? ¿Por qué no le preguntas a Marina o Diego en qué hospital está?Luna apretó con fuerza los labios. Una mala sensación ya empezaba a formarse en su pecho.—No, todavía no. Primero quiero hablar con Eduardo.—Ah… bueno, como quieras —respondió Leticia con un tono aparentemente preocupado, mientras por dentro le daba alegría al ver cómo las cosas iba
Luna llamó de inmediato a Marina.—Marina, ven a cenar a casa esta noche. De paso, hablamos sobre los detalles de la fiesta de mañana.Marina, que estaba junto a Diego en el sofá, le lanzó una mirada de disculpa antes de responder:—Está bien, llegaré como a las seis.Colgó y se dio la vuelta hacia Diego, abriendo y cerrando los ojos de una manera exagerada con una sonrisa de niña traviesa.Diego arqueó una ceja, entre resignado y molesto.—Ni lo intentes. No quiero escucharte.La cena romántica que habían planeado con tanto entusiasmo se había ido al traste. Marina se levantó, caminó hacia él y, apoyando ambas manos en los brazos del sofá, se inclinó hasta estar muy cerca de su rostro. Su actitud desprendía una mezcla de seguridad y coquetería.—Luna quiere hablar sobre la fiesta de mañana —le dijo con una sonrisa delicada, tratando de ganárselo—. Diego, lo siento de verdad.Diego la miró con los ojos entrecerrados, claramente molesto.—¿Sabes cuánto esfuerzo me costó organizar esta
Pero cuando Yolanda le pidió ayuda, Diego no pudo ignorarla.Del otro lado de la línea, la voz de Victor sonaba angustiada, llena de una ira indescriptible.—No estoy usando métodos tan bajos. Los padres de Yolanda son unos miserables, y lo único que quiero es que ella vea quiénes son en realidad.Diego apretó los dientes, su tono se volvió más seguro y directo:—Los sentimientos no se ganan manipulando, Victor. Si sigues así, lo único que lograrás es que ella termine alejándose aún más de tí.Victor soltó una risa muy amarga.—Diego, dime algo: si algún día la señora Marina decide buscarse a otro hombre, ¿todavía podrás hablar con tanta calma?Diego respondió al instante, directo y con una sonrisa burlona:—La diferencia es que Marina me ama de verdad, y no necesita a nadie más. Tú, en cambio, sigues aún rogándole a alguien que ya te olvidó.Victor se quedó callado.Cuando Diego vio que Marina se acercaba, decidió terminar la llamada sin decir una sola palabra.—¿Qué pasa con Yolanda?
A las tres y media de la tarde, la mansión Cabello estaba lista para recibir a los invitados. Cada detalle había sido cuidado al máximo: el aire olía a flores frescas, el extenso jardín lucía como sacado de un cuento de hadas, con luces colgantes que daban un toque mágico y elegante al ambiente.Los invitados, impecablemente vestidos, charlaban en pequeños grupos, con un aire animado, pero siempre manteniendo la elegancia.—Dicen que la familia Cabello al fin encontró a su hija perdida, la señorita Marina —comentó una mujer con un tono de asombro, inclinándose hacia su amiga.—Sí, y encima es la directora del Grupo Zárate. ¡Toda una sorpresa, ¿verdad?! —respondió la otra, afirmando con una sonrisa de admiración.Marina y Diego habían llegado temprano, pero, como era su costumbre, se separaron apenas entraron.Eduardo y Luna, como siempre atentos, estaban justo en la entrada recibiendo a los invitados con amabilidad y sonrisas justas. Marina, impecable como de costumbre, iba al lado de
Matías tomó cuidadoso la caja de regalo que Leticia le tendía y la miró con curiosidad.—¿Por qué no entras tú y se la das?Leticia bajó la voz y respondió con cierto aire de incomodidad:—Quería hacerlo, pero ya sabes… Marina y yo no nos llevamos bien.Matías aceptó, entendiendo la situación.—Bien, tranquila. Yo se la entrego.—Muchas gracias, Matías.Mientras hablaban, sus ojos se desviaron con rapidez hacia la mesa del auto, donde había dos sobres con el logotipo de un hospital.—Bueno, ya me bajo.Justo cuando Leticia estaba a punto de abrir la puerta, se detuvo en seco. Llevó una mano al pecho, con una expresión extraña que llamó de inmediato la atención de Matías.—¿Leticia? —preguntó Matías sorprendido al verla rara.Con las mejillas ligeramente rojas y en voz baja, Leticia murmuró:—Matías, ¿puedes bajar la mampara? Y… ¿salir del auto un momento?Matías, visiblemente incómodo, apartó la mirada, bajó la mampara y salió sin decir nada.En cuanto Matías salió, Leticia sonrió, cla
—Marina, tengo que contarte algo muy fuerte, es sobre tus papás de verdad —soltó Mafalda a toda prisa, como si no pudiera aguantar más—. Mira, no es gran cosa, solo necesito un poquito de dinero, ¿qué te cuestan?, unos cientos de miles de dólares, y te cuento todo.Marina, con absoluta tranquilidad, levantó una ceja y respondió arrastrando las palabras:—Ah, ¿sí? Qué interesante… Pero, ¿sabes qué? Lamento reventarte la burbuja, ya encontré a mis padres biológicos.Mafalda se quedó atónita.—¿Qué? ¡Eso no puede ser! Estás mintiendo. Hace dos días tu padre vino a buscarme.Los ojos de Marina brillaron con un destello burlón.—¿En serio? ¿Y dónde está ese padre ahora?Mientras tanto, Luna estaba parada afuera de la sala, sorprendida con los resultados de unas pruebas de ADN en la mano, apretándolos con fuerza. Escuchaba atenta todo lo que Marina y Mafalda decían, y cada palabra hacía que su cara se llenara más de enojo. Sin decir una palabra, dio media vuelta y se fue, con el ceño fruncid
Eduardo pidió en ese momento que llamaran a Luna.Poco después, ella apareció, caminando con elegancia y una agradable sonrisa que iluminaba el jardín. Eduardo la llamó, indicando que era hora de empezar.Tomados de la mano, él y Luna caminaron hacia el escenario con una presencia impecable que captaba todas las miradas. Una vez allí, Eduardo tomó el micrófono y, con una expresión genuina, comenzó a hablar:—Queridos amigos, muchísimas gracias por estar aquí hoy con nosotros. Este es un día muy especial para la familia Cabello. Después de tantos años, finalmente hemos encontrado a nuestra hija perdida.Un aplauso fuerte y sincero llenó por completo el lugar. Los invitados sonreían con agrado y compartían miradas cómplices, sintiéndose parte de la felicidad de la familia.Justo cuando Eduardo estaba a punto de continuar, Luna lo interrumpió con suavidad:—¿Cariño?Eduardo la miró con curiosidad y levantó una ceja, pero enseguida le pasó el micrófono sin dudar.Luna sonrió con amplia ser