Capítulo 295
Las grullas de papel, en varios tonos, tenían un aspecto fascinante.

—Diego, no sabía que sabías hacer esto, ¡eres increíble! —exclamó Marina, sorprendida.

—Te haré una preciosa flor —respondió él, también asombrado por su propia destreza.

Pero, a medida que avanzaba en su tarea, de repente se detuvo.

Un momento…

¿Por qué estaba perdiendo el tiempo con algo tan insignificante?

—Apúrate, quiero ver la flor que estás haciendo —insistió Marina, algo impaciente.

Se levantó y fue hacia el tocador en busca de un tónico hidratante.

La luz brillante de la habitación bañaba la encantadora escena. Diego miró hacia el tocador, dejó la flor a medio hacer sobre la mesa y dijo:

—Voy a darme una ligera ducha.

Ya no iba a seguir intentándolo.

Reflexionó brevemente sobre su actitud. ¿Por qué haberse esforzado tanto solo para complacerla?

Pocos minutos después, el sonido del agua corriendo se escuchó desde el baño.

Marina cerró la tapa del tónico y caminó directo hacia el sofá, mirando la flor incomplet
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