Capítulo 250
Ese mismo año, Diego también tenía quince años.

—Es mi hermana, María —dijo con aire despreocupado, colocando las manos detrás de la cabeza.

—¿Así que esta es la famosa genio de tu familia? Hola, soy Nicolás —comentó él, observando a María con genuina curiosidad.

La familia Herrera siempre había sido extremadamente protectora con María, manteniéndola alejada de eventos sociales y fuera del ojo público. Nicolás, sin embargo, había oído rumores sobre su delicada salud, ya que solía enfermarse con frecuencia. Con una expresión serena y un tanto distante, María miró a Nicolás y, sin inmutarse demasiado, respondió:

—Mucho gusto, soy María.

Nicolás, algo cohibido, se rascó la cabeza y esbozó una sonrisa nerviosa. La inesperada presencia de María llevó a los chicos a cambiar sus planes; en vez de seguir con lo que habían planeado, decidieron ir a jugar al baloncesto. Mientras tanto, María se sentó en una esquina, sacó un libro de su mochila y comenzó a leer en silencio.

Cada vez que Nicolás l
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