Capítulo 248
A las siete de la noche, Diego regresó con un pequeño acuario en las manos. Dentro, dos pececitos dorados nadaban con calma. Marina ya había preparado la cena, se había dado un baño y lavado el cabello, pero aún lo tenía húmedo cuando escuchó los pasos de Diego acercándose.

—Marina, ya volví.

Ella se colocó la toalla sobre el cabello, se calzó unas sandalias y salió del baño. Vestía un camisón negro de tirantes que dejaba su piel, inmaculadamente blanca al descubierto. Diego sostenía el acuario con ambas manos y lo movía de un lado a otro, buscando el lugar perfecto para colocarlo.

—¿Qué te parece si lo pongo junto al televisor?

—¿Y por qué de repente te dio ahora por comprar peces? —Marina lo miró, intrigada, y luego observó a los pececillos nadando en el acuario—. Mejor ponlo sobre la mesa de centro.

—Pasaba por la tienda y me pareció buena idea. Es para ti —respondió Diego mientras le pasaba el acuario. Se había propuesto sorprenderla cada día con algún detalle al regresar del traba
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