Yadira no escuchó respuesta alguna de Camilo durante mucho tiempo. Sentía un peso en el corazón y una inquietante sensación la envolvía.—¿Es tan difícil responder? Si has perdido el interés, ¡dímelo claramente! —preguntó, con la voz temblorosa, mientras las lágrimas comenzaban a brotar involuntariamente.—Tengo disfunción eréctil y no se me para—dijo Camilo, volviéndose hacia ella con serenidad.—¿Qué dices?El rostro de Yadira, ya bastante marcado por la tristeza y la ira, se congeló de inmediato.—No necesitas usar esa excusa para engañarme —respondió, pero de repente comenzó a reírse con desdén—. ¿Cómo puede un hombre que siempre fue tan eficaz en la cama, de repente volverse un incapaz? ¿A quién intentas engañar?—Lo siento —replicó Camilo, con una expresión impasible, mientras la observaba fijamente.Yadira lo miró con intensidad, intentando encontrar algún indicio de falsedad en su mirada.—¿Hablas entonces en serio?—Sí.Camilo, que había decidido ir a ducharse, se detuvo, tomó
Yadira asintió; ella también tenía esa intención. Justo en ese momento, un miembro del personal llamó a la puerta del camerino, notificándole que era hora de dirigirse a grabar....Era la hora del almuerzo en TechNova.—¡Así que la razón por la que Marina pidió permiso es porque fue arrestada! No parece una persona tan cruel —comentó alguien, visiblemente sorprendida.—¿De qué están pues hablando? ¿Acaso han olvidado el comunicado de la empresa? No deberíamos chismear sobre la vida personal de nuestros compañeros —intervino un colega, acercándose con curiosidad y hablando en voz baja.—Ya he decidido renunciar, así que no me preocupa —dijo Sara con una sonrisa pícara, llevándose la mano a la boca—. Escuché que a Marina la arrestaron por asesinato.—¿En serio? ¿A quién mató? ¡Pero qué horror madre mía! —exclamó otra persona, incrédula.—Dicen que mató a un anciano —respondió Sara con desdén—. Solo ustedes creen que Marina es una buena persona. Ella fue capaz de enviar a su propia madr
—Marina, ¿cómo pueden hablar tan a la ligera y llamarte asesina? —exclamó Yolanda, claramente indignada.—No te enfades, les encanta el chisme —respondió Marina con una sonrisa burlona.A pesar de su tono, Yolanda continuaba furiosa por las calumnias que recaían sobre Marina.Ella raramente se involucraba en chismes, especialmente aquellos rumores infundados que podían arruinar la vida de alguien.Mientras hablaba por el celular, Diego se había retirado a la cocina.Marina escuchó el sonido de algo siendo cortado y, movida por la curiosidad, se puso sus pantuflas y fue a investigar.Diego, vestido con una bata negra, sostenía un cuchillo afilado en la mano y estaba cortando costillas.Lo curioso era que sobre la mesa había un soporte con un celular reproduciendo un video sobre cómo freír costillas.—¿Qué estás haciendo? —preguntó Marina, confundida.—Aprendiendo a cocinar para poder preparar algo delicioso para mi esposa despues —respondió Diego con calma pero sin inmutarse.Esperaba,
Camilo, con una expresión impasible, miró su reloj y, disculpándose, se dirigió a Diego.—Tengo que ir a recoger a mi prometida, así que me retiro.Su visita se había limitado a entregar el pen drive.—¿Quién es ese tal Nicolás? —Una vez que Camilo se marchó, Marina tomó el pen drive de la mesa, intrigada.—Es mi archienemigo, un verdadero lunático. ¿Conoces a la familia Zárate de Estelaria? —respondió Diego, reflexionando.Mientras tanto, Camilo subió a su auto con el rostro serio; una sombra oscura cruzó su mirada. Para evitar que Diego sospechara de su conexión con Nicolás, la única estrategia era hacerse pasar por un comprador del video.—Llévame al estudio de grabación de ‘La Voz de Mi Vida’ —ordenó Camilo.Dijo que iba a recoger a Yadira, así que tuvo que cumplir. De lo contrario, levantaría sospechas.Diego y Marina regresaron a su suite, conectaron el pen drive a la computadora y abrieron el video.Tras verlo, Marina quedó en silencio; la mujer de cabello corto que entró al cal
Colgó la llamada y Marina se entregó al masaje que le proporcionaba Diego. Entrecerró los ojos, dejando escapar un suspiro de placer. Diego, con una mirada intensa, se inclinó hacia ella, fijando su atención en sus ojos. Su rostro había recuperado un ligero rubor.—Marina, ¿puedes pagarme primero por el masaje? —preguntó, con una sonrisa pícara.Aunque Marina no quería reír, una risa suave se escapó de sus labios.—¿Qué te hace pues tanta gracia? —replicó Diego, alzando una ceja, un brillo travieso iluminando su mirada.La cercanía entre ambos generaba un ambiente cargado de intimidad, donde sus alientos se entrelazaban sutilmente. Finalmente, Diego se sentó erguido, consciente de que, si continuaba coqueteando, él podría ser el más afectado. Marina, con una intención deliberada, extendió un dedo y acarició suavemente su cuello....Mientras tanto, en Mansiones La Felicidad, Leticia, tras conversar con Luis, decidió llamar a Julio.—Julio, me duele mucho el estómago. ¿Qué hago? ¿L
—¿Quieres casarte con Diego o simplemente que los Herrera reconozcan a este niño? —preguntó Julio, planteando una cuestión crucial. La segunda opción parecía ofrecer una leve esperanza, pero la primera era un camino complicado.—Simplemente lo amo —respondió Leticia, visiblemente confundida—. Julio, ¿a qué te refieres exactamente?Julio, con su experiencia en el amor y habiendo conocido a muchas mujeres, sabía que algunas decían amar a Diego, pero sin su dinero, ese amor probablemente no existiría. Leticia, como heredera de la familia Santamaría, no carecía de recursos. Sin embargo, si buscaba el amor de Diego, eso sería un reto monumental. No quería desanimarla, así que continuó con cautela.—Si decides tener al niño en silencio, crecerá sin padre, y tú lo criarás sola. La familia Santamaría puede hacerse cargo; hablaré con tus padres.—Por otro lado, si deseas que la familia Herrera acepte al niño, ten en cuenta que Diego puede no casarse contigo —añadió con calma. Era ingenuo pen
Al despertar temprano, Marina escuchó una noticia alarmante: ¡Diego quería llevarla al médico!—¡No voy! ¡No me gusta nadita tomar medicamentos! —protestó, abrazando una almohada mientras se acomodaba en el sofá.Vestía un pijama de seda en un tono natural que acentuaba su figura esbelta y curvilínea, y no tenía intención de cambiarse.—¡Tómate la medicina y luego disfruta de algún postre! —exclamó Diego, sorprendido por su actitud infantil.—No quiero. Solo con oler esos jarabes me desagradan —replicó Marina—. ¿Acaso crees que soy una niña de tres años para que me engañes así?Diego, con su mirada profunda y oscura, la observó fijamente.Generalmente, él solía complacérla, pero esta vez, al insistir en llevarla al médico, mostró un lado autoritario poco habitual. No iba a consentirla. Extendió su brazo y la guió para que se cambiara.Marina, reacia, se mostró poco cooperativa, pero él le puso la ropa rápidamente. Las discusiones entre parejas solían surgir en momentos como este.Mari
Yolanda se llevó una uva a la boca, hizo una mueca y se encogió de hombros, intentando aparentar despreocupación.—Mis padres me están presionando para que regrese a Estelaria y tenga hijos. Solo les interesa la herencia de los Herrera.Mientras hablaba, Yolanda no pudo contenerse más y estalló por completo en llanto en los brazos de Marina.—¿Por qué tengo que tener unos padres así?Marina, sorprendida por la situación, la abrazó con ternura para consolarla.—No les hagas caso. Quédate en Marbesol.—No tengo intención de regresar, pero esto me afecta profundamente —respondió con tristeza Yolanda, consciente de que sus padres tenían una obsesión insana por el dinero.—Vamos, cambiémonos. Te sacaré a distraerte. Ponte algo cómodo —sugirió Marina, aunque aún se sentía algo mal por su período. Sabía que podría aguantar mientras no hicieran nada demasiado intenso e indebido.Ambas se cambiaron y salieron. Marina la condujo a un salón de videojuegos. Yolanda nunca había estado en uno, y el