El alcohol, aquel mal compañero de noches inciertas en donde el dolor clama terreno dentro de nuestras almas, haciéndonos ver espejismos difusos de lo que fue y no sería jamás, o trayendo memorias dolorosas que nos hunden aún más profundo en las tristezas que carga nuestra alma. Al calor de la bebida, se dicen muchas cosas, se piensan muchas cosas y se sienten muchas cosas, dejando al individuo vulnerable a su propio dolor.Henry miraba aquella fotografía; la única que conservo impresa de Katherine, y la cual, más de una vez, deseo tirar lejos de él, pues siempre lo trasportaba a sus más felices y dolorosos recuerdos. Estaba ebrio, completamente alcoholizado, pues aquello era lo único que había podido hacer, después de escuchar todo aquello que su exesposa tenía para decirle. Cada palabra que salió de los hermosos labios de Katherine Holmes fue hiriente y demasiado dolorosa, pero cargada de la verdad que, quizás, él se negó a ver durante mucho tiempo. Cierto era que, aquel día en que
Aquella mañana, Emily Gibson había salido temprano para recorrer las tiendas, y admirar los hermosos vestidos de novia de los escaparates de las tiendas más exclusivas. Pronto, sería la nueva esposa del magnate multimillonario Henry Bennett, y nada ni nadie iba a impedírselo.—Bienvenida señorita Gibson, ¿Gusta que le mostremos los mejores vestidos? — ofrecía una dependienta amablemente.Emily sonrío, y mirando atentamente los vestidos de mayor precio, señaló el que le pareció más hermoso.—Si, quiero empezar con ese, me casaré muy pronto y quiero que mi vestido sea el mejor, uno del que hablen lo que resta del año y todo el siguiente, nadie debe de opacarme ese día, ¿Entiendes? — exigió Emily con autoridad.La dependienta asintió.—Como desee señorita, venga conmigo, la llevaré a la sección más exclusiva de la tienda, le aseguro que allí encontrara el vestido soñado. — respondió la dependienta.En el hospital de la Luz, María despertaba de su estado de inconciencia, y aun sentía su p
En la mansión Gibson, Emily se encerraba en su habitación, mientras se mordía las uñas ansiosamente. Aquella visión de Henry junto a aquel par de niños tan parecidos a él, la había perturbado; ¿Quiénes eran?, ¿Qué relación tenía su prometido con ellos?, y, ¿Acaso esos niños eran los mencionados hijos de Katherine Holmes?Aquella última pregunta que Emily se había hecho a sí misma, la perturbó aún más…si esos niños resultaban ser los hijos de esa mujer, entonces, Henry ya sabía de su existencia, y eran sus hijos…y aquello, la hizo temblar.—¿Por qué?, ¿Por qué Henry estaba con ese par de niños?, ¿Quién demonios son esos mocosos? — se cuestionó a sí misma.Dejándose caer sobre su cama, Emily Gibson sollozó, al tiempo en que golpeaba los almohadones con sus puños. Se sentía incontrolable, con deseos de destruirlo todo a su paso; ella debía de ser la única mujer que le diera hijos al hombre al que amaba, ¿Incluso aquello le tenía que ser arrebatado por Katherine Holmes? Se cuestionó con a
En el corazón de New York, Arthur Gibson cenaba en un lujoso restaurant. Varias mujeres hermosas y jóvenes le lanzaban miradas sugerentes, dejándole ver las seductoras intenciones que tenían consigo. Las mujeres, concluía una vez más para sí mismo, no eran más que un juego divertido de una sola noche; un artículo de úsese y tírese que podía ser o no ser de lujo.Realmente, Arthur nunca había querido comprometerse; la idea de casarse, tener hijos, y pasar el resto de su vida junto a una sola mujer, le parecía demasiado ordinaria y aburrida, nada que realmente quisiera para el mismo que prefería la aventura y la cacería, así como los amores de una sola noche. Sin embargo, su madre quería que conociera y enamorara a la tal Katherine Holmes, a la que solo había visto una vez y hacía ya un par de años en Milán, ni siquiera la había visto de cerca, y realmente no la conocía del todo, solo sabía que era la amada exesposa de Henry Bennett, y tan solo por esa razón es que había aceptado el ret
El pastel de cumpleaños estaba tirado sobre el suelo, y el rostro de Henry Bennett, estaba completamente rojo por la ira. Sus puños estaban apretados, tan enrojecidos como su cara, mientras miraba con un gran desprecio a Katherine Holmes, que incrédula, y con lágrimas en los ojos, miraba a su esposo, el único hombre al que ella se había entregado y al único al que había amado, mientras el parecía contener la furia que estaba sintiendo.— ¿Me quieres decir que significa esto? — cuestionó Henry arrojando sobre su esposa aquellas fotografías que le habían sido entregadas por Emily Gibson, su ex prometida, apenas unos momentos antes.Katherine tomó una de aquellas imágenes, en donde pudo verse a ella misma completamente desnuda y entre los brazos de un hombre al que ella jamás antes había visto. Derramando las lágrimas que ya no pudo contener, la hermosa mujer de cabellos rubios y ojos verdes, apenas podía creer que alguien tuviese la maldad de crear imágenes tan terriblemente falsas y cr
— ¡El último grito de la moda!, ¡La nueva colección de Katherine Divane ya se encuentra aquí! Disponible en tiendas exclusivas. —Katherine observaba el último fragmento de aquella publicidad en la sala de juntas, mientras los socios murmuraban y se felicitaban en voz baja. Sus ojos verdes, repasaban con frialdad a cada persona en el lugar, y sonreía para sus adentros. Su nueva colección, resultaría en un nuevo éxito, eso predecían todos los estudios que se habían hecho al respecto.Las luces se encendieron de vuelta, y los aplausos ovacionando el nuevo logro de Katherine Holmes, no se hicieron esperar.— ¡Bravísima señora Holmes!, sin duda alguna sus nuevos diseños estarán en los closets de las mujeres más importantes en el mundo, todas se mueren por tener una de sus prendas. Será un gran placer presentarla en la pasarela de New York, finalmente el mundo entero tendrá el placer de conocer el bello rostro de la más famosa diseñadora de los últimos años. — decía un hombre delgado de ap
El sonido de la música retumbaba en sus oídos con fuerza, y el calor del whisky lo hacía sentirse levemente mareado. Henry Bennett observaba a aquellas mujeres bailando con sensualidad, luciendo aquellos mini vestidos de colores brillantes que destacaban en la pista de baile de aquel club nocturno de elite en donde había tomado la costumbre de embriagarse hasta casi desfallecer, todos los fines de semana.En dos días más se cumplían seis años desde la última vez que había visto a su exesposa, Katherine Holmes, y aquellos años habían sido para él, un declive entre el alcohol y la culpa que sentía al haberla tratado como si no tuviese valor alguno, debatiéndose también en el rencor de aquella supuesta traición que daba por hecho. Toda su vida había sido el mimado hijo de la familia Bennett, destinado a ser el heredero de una cuantiosa fortuna y el dueño de las importantes empresas internacionales que su abuelo y padre habían levantado para ser el éxito que era. Las mujeres siempre le ha
El aire de New York, se sentía tan denso y pesado como Katherine lo recordaba. La nieve había comenzado a caer, y de a poco, el suelo y las altas copas de los árboles comenzaban a pintarse de blanco hacia el exterior del aeropuerto, mientras esperaban por sus maletas y por María quien había ido a los sanitarios, la habían traído consigo para que cuidase de los gemelos. Hacía frío, aunque quizás, no tanto como en Londres, donde había estado viviendo casi los últimos seis años de su vida…sus hijos, habían nacido en aquel país al que decidió marcharse junto a su padre para comenzar una nueva vida…y para preparar su venganza.— Cielos, los estadounidenses sí que son extravagantes, mira todas esas luces que se ven en la ciudad en esa fotografía, seguro las personas que viven en los departamentos cercanos en el centro de New York, no deben de lograr un sueño reparador por las noches. — dijo Jackson Evans quien sostenía entre sus brazos a la pequeña Emma.Katherine sonrió por el comentario.