Ailan. Durante el trayecto decidí que ni siquiera lo iba a mirar, bastante ofendida me había sentido cuando de mis manos, uno de los escoltas de Finlay, me arrebató las llaves de mi deportivo, mientras yo estaba colgada como un Jamón del hombro de ese hombre. - “Tranquila, señora Alacintye, lo dejare en su lugar en su garaje.”- me dijo mientras yo era llevada por un escocés troglodita, a la gran limusina blanca que me había esperado por fuera de mi ático, y que sin saber cómo, apareció de la nada. Pensé que una vez que gladiator, me bajará, para entrar en la limusina, podría darle su primer golpe por estúpido, pero al parecer, hasta eso lo tenía previsto, el próximo, difunto de Finlay. Las enormes puertas de la limusina se abrieron, y yo fui, movida como si apenas pesará nada, del hombro de ese hombre, a sus brazos en un solo movimiento, y así sujeta entre la musculatura de sus brazos, y de su enorme pecho, me encontré sentada en su regazo en segundos, dentro de la limusina. N
Narrador. No muy lejos de allí en la mansión Lascalles, Lord Vermont recibía la última información que habían obtenido de quien él pensaba que eran sus mayores enemigos, el trio de salvajes escoceses sin educación. En especial de la persona que él más odiaba, el desgraciado de Finlay Alacintye, durante diez años había existido una rivalidad entre estos dos, debido a que estudiaron juntos en la misma Universidad, desde el principio, por la educación que había recibido, Vermont estaba obligado a ser el mejor, su padre no le iba a perdonar menos, y hasta que llego a la universidad había sido así, hasta sus amigos habían sido elegidos por su padre, sólo aquellos que le aportaran prestigio, lo mejor de lo mejor. Así que cuando entraron en Oxford, sus amigos y él pensaron que pronto se destacarían por sus estudios, y por su carisma, pero poco imaginaron los hijos de los nobles ingleses que un trio, que como ellos los llamaban, salvajes highlander, se llevarían no sólo los premios, y las
Finlay. - “¿Qué es esto?”- pregunté de forma seca y seria, al ver como Oliver nos entregaba tres invitaciones para asistir a un pase de moda con una cena posterior. La verdad era que no tenía ganas de nada, llevaba un día sintiéndome que me llevaban los demonios. Normalmente, según dice la gente que me conoce, soy bastante bárbaro, un bruto escoces cabezota, pero desde anoche en contra de mi naturaleza salvaje, y de usar toda mi una fuerza de voluntad, que casi hace que me arranque un brazo, para obligar a mi cuerpo, a alejarme de esa diosa arrolladoramente tentadora, y desnuda, que había dejado en ese ático, para darle una lección, y conseguir que me aceptara como suyo, no estaba, por decirlo suavemente, de muy buen humor. Mi corazón y mente, en su conflicto, casi se desconectan por llevar opiniones contrarias, en lo referente a dejar a nuestra mujer así, de esa manera, por no hablar de que, mi deseo por ella era el que peor lo llevaba. Aún recuerdo la sensación de frustraci
Finlay. - “Al final se retrasa quince días más, al parecer al abuelo no se ha recuperado del todo, y no podrá volar en una semana, ella quiso cancelar la boda, para dentro de unos meses, pero ni de coña la dejo escapar, y menos una vez que la convencí, que lo mismo se lo piensa, y no se quiere casar conmigo, después de casi un año intentándola convencer. “- dijo Oliver serio demostrando que era importante para él. - “¿No lo entiendo?, ¿Por qué cuando te embarcas en una de las tuyas siempre nos metes a nosotros?, ¿Es que no sabes que para convencer a ese hombre tendrás que entregarte como regalo sexual, o a uno de nosotros? Gred es Gay, y uno muy reconocido en el mundillo, ha tenido más amantes que yo y tú juntos, para convencerlo sólo te queda venderte, o a uno de tus amigos.”- justo cuando Sean dijo eso, ya que él está más puesto en el mundo de la moda que nosotros, por ser una super estrella de Hollywood, recordé donde había oído ese nombre. Gred era mi proveedor de tesoros, mi
Ailan. - “No entiendo por qué me has hecho venir, sabes que no soy modelo, podrías haber llamado a Connelly, ella hubiera venido encantada desde Nueva York. Yo no soy profesional, ni tampoco quiero serlo, te estas pasando con el castigo, y lo sabes.”- le decía a Gred mientras sus maquilladoras obraban su magia. La culpa era de ese estúpido Gladiator, y su manía de romper todos los vestidos que mi hada madrina, me alistaba. Pensaba cóbramelas todas, incluido la de anoche, ese vestido se lo llevó gratis, más bien se lo robo, ya que yo no recibí ningún pago por él, eso fue un robo descarado. Maldito atractivo y seductor Gladiator, que abusa de su poder, para desconectarme el celebro, pero mi venganza llegaría, y que se prepara, yo también sabía crear expectativas, para luego no cumplirlas. - “Eso se lo dices a ese alucinante dios griego que te gusta ponerte entre tus piernas, y esa afición que tiene por destrozar a mis niños queridos, aunque tengo que decir que estimula mi libido y nec
Ailan.- “Bueno unos más que otros.”- le dije señalando a Gred que en ese momento estaba como una moto de un lado para otros, dirigiéndolo todo, parecía que em cualquier momento le iba a dar un ataque cardiaco. Vincenzo lo miro, y sonrió, aunque en sus ojos sólo veía amor y orgullo.- “Bueno cuando todo acabé, entra mi trabajo, que es relajarlo, así que todo esto me favorece.” dijo el italiano enigmático, y no pude evitar reírme. - “¿Y tú qué tal? ¿cómo vas con el escoces que tiene a mi marido alborotado? … y al parecer de a ti también, esa mirada intensa, y ese rubor en tus mejillas cuando se habla de él, lo dice todo.”- me dijo el observador italiano.- “Se pude decir, que por ahora va ganado él.”- le dije escuetamente.- “Bueno en esto, hay muchas batallas por delante, ragazza, disfrútalas todas, la próxima la puedes ganar tú, ¿quién sabe?, lo importante es no retirarse sin luchar primero.”- me dijo sonriéndome, yo lo miré y sonreí, tenía razón, entre mi Gladiator y yo había muchas
Finlay. - “Cambia la cara Connor MacLeod, el ambiente se está enrareciendo, y la gente se está cambiando de sitio, sobre todo en la zona que estás mirando con cara de asesino buscando víctima.”- se quejó Oliver a mi lado, mientras y estaba sentado con mis piernas y brazos cruzados miraba serio, huraño e impaciente de frente sin mirar el maldito desfile. - “¿Cuándo durara esto?, ¡por Dios!.”- pensaba cada vez con la mirada más oscura, por la impaciencia. Llevaba más de una hora viendo pasar mujeres y hombres desfilando sin cesar. - “No entiendo por qué no nos vamos, ya lo conseguiste, ahora quiero una cerveza y ver un partido de fútbol, en ese orden.”- le dije sin mirarlo mientras mi miraba no se parta del frente donde otros invitados habían huido de mi mirada. Ni siquiera prestaba atención a las mujeres que desfilaban delante de nosotros. El idiota de Oliver había cogido de los mejores asientos y estábamos en primera fila a un lateral de la pasarela como a la mitad. Para colmo
Narrador. Previamente a que todo esto pasara, en esa misma sala en que se encontraba esos tres escoces robándose la atención de todas las mujeres, en otro asiento más oculto a la vista de todos, tres ingleses de sangre noble, junto a sus últimos entretenimientos del momento, los miraban a los tres escoceses sentados en la primera fila, con odio. Para la forma de pensar de esos tres, esos eran brutos sin clase, que no deberían tener pretensiones, e intentar ser lo que no son, óseas personas con clase y educación. Sobre todo, odiaban la atención que creaban a su alrededor, siempre había sido así desde que estudiaban juntos, esos brutos, como ellos, solían atraer la atención de todas las mujeres, incluidas sus novias de ese tiempo. De nada valía el dinero que tenían ellos tres, ni los títulos. - “Lo que daría por romperle a la cara a ese gilipollas de Murray, con la cara rota seguro que tan guapo no era”- dijo Conrad Montgomery, famoso actor inglés. - “Pues yo no lo haría, ese c