Finlay. - “Cambia la cara Connor MacLeod, el ambiente se está enrareciendo, y la gente se está cambiando de sitio, sobre todo en la zona que estás mirando con cara de asesino buscando víctima.”- se quejó Oliver a mi lado, mientras y estaba sentado con mis piernas y brazos cruzados miraba serio, huraño e impaciente de frente sin mirar el maldito desfile. - “¿Cuándo durara esto?, ¡por Dios!.”- pensaba cada vez con la mirada más oscura, por la impaciencia. Llevaba más de una hora viendo pasar mujeres y hombres desfilando sin cesar. - “No entiendo por qué no nos vamos, ya lo conseguiste, ahora quiero una cerveza y ver un partido de fútbol, en ese orden.”- le dije sin mirarlo mientras mi miraba no se parta del frente donde otros invitados habían huido de mi mirada. Ni siquiera prestaba atención a las mujeres que desfilaban delante de nosotros. El idiota de Oliver había cogido de los mejores asientos y estábamos en primera fila a un lateral de la pasarela como a la mitad. Para colmo
Narrador. Previamente a que todo esto pasara, en esa misma sala en que se encontraba esos tres escoces robándose la atención de todas las mujeres, en otro asiento más oculto a la vista de todos, tres ingleses de sangre noble, junto a sus últimos entretenimientos del momento, los miraban a los tres escoceses sentados en la primera fila, con odio. Para la forma de pensar de esos tres, esos eran brutos sin clase, que no deberían tener pretensiones, e intentar ser lo que no son, óseas personas con clase y educación. Sobre todo, odiaban la atención que creaban a su alrededor, siempre había sido así desde que estudiaban juntos, esos brutos, como ellos, solían atraer la atención de todas las mujeres, incluidas sus novias de ese tiempo. De nada valía el dinero que tenían ellos tres, ni los títulos. - “Lo que daría por romperle a la cara a ese gilipollas de Murray, con la cara rota seguro que tan guapo no era”- dijo Conrad Montgomery, famoso actor inglés. - “Pues yo no lo haría, ese c
Ailan. - “Tú decides, Diosa, mi hotel o tu ático, queda claro que otro sitio sin mí, es imposible.”- fue lo primero que me dijo mi secuestrador, me mantenía sujeta entre sus brazos, en su regazo, mientras él estaba sentado, y yo estaba vestida de novia. Íbamos avanzando por las calles de Londres en una enorme limusina blanca, a esas horas de la noche. - “Mi ático”- dije en apenas un murmullo, sintiéndome totalmente anulada. Tenía claro que todo lo que dijera en contra de esa opinión, tanto Gladiator, como la pervertida que estaba descontrolada dentro de mí, me bloquearían el paso. Unos labios besando los míos, volviendo a aplicarme mi dosis para dejarme totalmente gimiendo de placer, se me volvió a ser aplicada, esa técnica de anulación de mi voluntad, ante mi respuesta, aunque al contrario que la vez anterior, esta vez el beso se profundizo, mientras unas manos expertas recorrían el cuerpo de ese vestido de novia, y comenzaban a deshacer de los adornos que recogían mi pelo. - “¿
Ailan. Me imagino que ese hombre se sorprendió cuando una loca, desatada y pervertida, se subió fuera de sí, a horcajadas sobre él, para devorarle los labios mientras sus manos recorrían su cuerpo, arañándolo y apretándolo, mientras le exigía que entrara en ella. Pero no podía evitarlo, la pervertida se había hecho con el control, y pensaba que los previos era una pérdida de tiempo, quería a ese hombre su interior, en ese instante. Tras bajarle la cremallera de la bragueta, casi rompiéndola, para luego capturar su abultado y erecto miembro, liberándolo de su encierro, al mismo tiempo, que un sorprendido Gladiator, intentaba calmar a la incontrolable y ansiosa mujer que tenía sobre él, totalmente desatada, ocurrió, tras ser asaltado sin piedad, el CEO de M.F.P. Global Multinacional, fue utilizado de la manera más vil, ardiente, y pervertida posible, hasta le arrebaté el control de su cuerpo, mientras yo lo cabalgaba sin piedad. - “Eres … una caja … de sorpresa, ¡Maldita mujer!”-
Ailan. - “Dime, ¿Qué te corre tanta urgencia?”- fue la borde respuesta que recibí después de una hora intentado contactar con mi alter ego. Arturo y yo no podemos ser más diferentes en todo, incluido en el género. El universo, Dios y mis padres habían decidido que sólo estando juntos fuéramos como un ser completo perfecto, pero por separado, el mundo podía temblar. El CEO del grupo Miller, y por suerte mi hermano mellizo, Roy William Miller, es el ser más distinto a mí que he conocido, y lo mejor es que pese a ello, a nuestras diferencias, nos queríamos con todo nuestro corazón. Quizás por ello me encontraba en la privilegiada posición de decirle a Arturo palabras, que pocos se atrevían a decirle, sin tener que contenerme en lo que pensaba. - “¿Qué eso de que vas a vivir con Hanna? ¿No me digas que la has dejado embarazada?, porque si es así, ya estas tardando en presentarle a nuestros padres, un acta de matrimonio firmado y sellado legalmente en el registro civil, si nos quieres
Finlay. - “¿Oye Connor, ese no es tu cuñado, Roy William Miller? ¿Parece que viene acompañado de dos amigos más?”- la voz de Sean, me hizo mirara la entrada de la sala de artes marciales del gimnasio donde Oliver es socio, en ese momento los tres estábamos practicando lucha libre. La mirada de Roy era fría y decidida, eso me dijo que el CEO había venido a medirme para saber si era adecuado para su hermana, si la protegería, o sólo pensaba burlarme de ella, con eso mi cuñado se ganó mi respeto, aunque yo ya conocía de sus hazañas de hombre de negocios, su parte de hombre, y su compromiso con su familia, me causó admiración. Desde luego que iba a aceptar ese reto, y darlo todo para que las dudas que tenía Roy William Miller sobre mí desaparecieran, quería a su hermana, la quería para mí, pensaba cuidarla y protegerla con mi vida, si hacía falta. - “¡Finlay ten cuidado él…!”- la voz alarmada de mi diosa me hizo centrarme en ella por unos segundos, mientras veía a mi cuñado, y sus am
Ailan. - “Ven a pasar las navidades conmigo a Escocia, quiero tenerte a mi lado.”- ese era el mensaje número veinte que recibía desde hacía más de tres horas, un mensaje que se había repetido en más de cinco veces de esas veinte. Me negué a coger el móvil de ese estúpido de Finlay, no quería ni verlo, si él quería ir de machito, nada tenía que ver conmigo, además, la media hora que esperé para saber algo de ese hombre, en el enfrentamiento con mi hermano, tuvieron un efecto contrario sobre mí. Me sentía nerviosa, e insegura, sentir que me preocupaba por Gladiator, estaba derribando muchas barreras que yo aun no deseaba que cayera, porque me sentía débil, en peligro de caer. Era demasiado pronto, todo con ese hombre iba demasiado rápido, y yo, en ocasiones, no me sentía lista, dispuesta, pese a que había aceptado el reto. Algo dentro de mí me advertía que con Finlay, había muchas posibilidades de que perdiera, que cayera rendida ante él, y el miedo, que intentaba negarme a sentir
Narrador. - “¿Vermont esa no es la mujer que pretendes hacer tu esposa? La que quieres robarle al bárbaro de Alacintye .”- le dijo Conrad Montgomery, un actor reconocido, mirando a Ailan que estaba entre un grupo de top model. Sir Vermont Lascalles miró a esa mujer, era una auténtica belleza el perfecto trofeo para un hombre de su clase, y prestigio. Su mayor aliciente seria arrebatarle al estúpido de Alacintye su mujer. - “Llama al camarero que le llevé una botella de champaña más caro que tenga, y que le diga que se lo envió yo, porque estoy rendido por su belleza.”- dijo Vermont a William Ferguson, el conde Ferguson, y este hizo una señal a un camarero para que se acercara. Tras trasmitirle la orden, los tres aristócratas ingleses sólo permanecieron, a la expectativa para ver la reacción de la que ellos deseaban que fuera la futura Lady Lascalles - “Espera ese no es el exmarido de tu prometida Vermont, esta junto al estúpida de Candice Bernard, la loca del sado.”- dijo William