Finlay. Desprenderme de la túnica blanca, y tentadora, que tenía mi diosa debajo, fue fácil. Anoté mentalmente que debía comprar de nuevo, para remplazar, todas las cosas que de una u otra manera eran destruidas por culpa de nuestro deseo incontrolable. Desde un principio tuve que controlar mis ansias, que esa enloquecida diosa, se encargaba de poner a pruebas, con sus gemidos, sus suplicas, y sus incontrolables movimientos, mientras mis manos, y mi boca, iban recorriendo su cuerpo, deleitándome con su tacto y su sabor, dejando marcas en aquellos lugares que conseguían que su cuerpo temblara sin control. - “¡No …es …justo!”- le oí decir entre gemidos. - “¿Que no es justo, mi diosa?”- pregunté sin dejar de recorrer cada rincón de su cuerpo, en busca de esos lugares que yo ya sabía, desde la primera vez que la recorrí, donde estaban, y que hacían que se volviera loca de deseo. Los había memorizado a fuego en mi mente. - “¡Que … cada vez que …se borre …me sometas a esta tortura…
Ailan. - “¿Qué me acabas de decir, Gladiator?”- le pregunté mirándolo sería mientras desayunaba, tan sólo vestida con un alborno del hotel, mientras estábamos esa mañana en el salón de su suite. Tuve que hacer que me volviera a repetir lo que me acaba de decir, porque por un segundo creí que me había dicho que después de lo que `pasó la noche pasada, y después de haber tenido el sexo más alucinante jamás sentido por una mujer con sangre en las venas, y varias veces, junto a la chimenea, sobre una alfombra mullida de lana de oveja australiana, y dos mantos, uno de ellos escoceses, mi gladiador, me acaba de comunicar que, a falta de registrar el matrimonio ante las leyes inglesas, para el reino de Escocia, ambos estábamos unidos en matrimonio, o eso creí que me dijo. Ante mi mirada de alucine por lo que acaba de oir, mientras le preguntaba que me aclarara lo que acaba de decirme, él sólo me miró, y sonrió. Tengo que decir, en mi favor, que después de haber pasado una noche con much
Ailan. En la habitación cogí la bolsa de la boutique de lujo que el jefe de escoltas de Finlay le había traído, ese maldito estúpido tenía la manía de romperme la ropa. - “¡Eh! niñata el traje de anoche lo rompiste tú, mi gladiator no tuvo nada que ver.”- me dijo la pervertida, mientras yo me dirigía al baño. No pude contestarle a esa maldita malcriada como se merecía, por meterme en estos líos, porque en ese momento un serio escoces, entró en la habitación. - “¿No crees que deberíamos hablar de esto?”- me dijo de forma condescendiente, y eso me molestó, porque por el tomo que usó, era como si yo fuera la que me estuviera comportando irrazonablemente. - “No tengo tiempo, llego tarde al trabajo, ¿además hablar de qué?, yo no tengo ningún problema, tengo todo muy claro, lo único que te pido es que tu equipo borre esos videos, no deseo que mis actividades sexuales las vea nadie más que no sea yo, y el hombre con él que estoy.”- le dije seria demostrando que no estaba para más ton
Finlay. - “Señor, la señora Alacintye, no se muestra muy receptiva a cumplir con el recado que le di.”- me dijo por teléfono Fred, tras dejar a mi diosa en su trabajo. Me contó lo que había sucedido desde que yo la había dejado en mi suite, hasta que la dejó en su trabajo, y la verdad, la reacción de esa diosa guerrera, no me sorprendió. Era cierto que había usado un truco sucio para atarla a mí, pero me había dado cuenta que con Ailan, pese a ese parón en su vida, donde ese desgraciado la había engañado haciéndose pasar por un ser débil, sin personalidad que se debía de ser protegido por ella, cuando en realidad era un maldito psicópata destructivo, mi diosa necesitaba de un hombre fuerte en su vida, un hombre que la retara, que la volviera loca, que fuera su digno rival, toda su vida había estado rodeada de hombres seguros de sí mismo, y con fuerte personalidad, quizás esto provocó que terminara con el Mierda Patel, pero tras haberla conocido, incluso bíblicamente hablando, la
Ailan. Estaba subiendo en el ascensor del edifico Miller, cuando me llegó un mensaje de mi dulce Christine. - “Jefa, no hay negativa posible, tienes que ir. Hoy las ocho cenas con “tu nuevo Marido”, debes ir guapa, porque tienes que arreglar esto. Me informado con tus abogados de la legalidad de este rito, y no pinta bien, según Leah, aunque no es totalmente legal, para evitar conflictos entre las leyes escocesas y las inglesas, los jueces en estos casi siempre suelen enviar estos casos a arbitraje, es decir a negociación entre las partes, a no ser que de hayas sido amenazada con tu vida para que aceptes, y ese no fue el caso, según Leah, el estar más salida que una puerta, no te exime de cumplir la ley. Aquí te dejo la dirección del restaurante, es el Alta Vista. y te ruego que no te comportes como una salvaje caprichosa, nada de amenazas, ni malcriadeces, que te conozco, debes negociar, no ir de mafiosa.”- odiaba que Christine me conociera tanto, porque ante la obligación de asi
Ailan. - “Dime la verdad ¿estas empeñada en romperme todos lo mejores estilismo que te creo? ¿verdad?”- se quejó Gred mirándome serio. Lo había asaltado en su estudio, para que me volviera a ayudar esta noche, no sabía por qué, pero por primera vez, y todo desde hacía conocido a mi Gladiator, deseaba estar espectacular, que ese hombre nada más verme se pusiera nervioso, además debía pedirle a Gred perdón por haberle roto su maravillosa túnica romana, de una diseñadora que estaba destacando ahora entre las grandes modistas. - “¡En serio! no fue premeditado, simplemente surgió”- le dije intentando disculparme sin querer contar mucho como había pasado, o muy probablemente, el descardo estilista, me haría describirle con detalle, cómo era que mi vestido, no me había durado ni tres horas puesto. - “No, preciosa, no te pienso atender, si yo no obtengo algo a cambio, y no me refiero a dinero, eso ya lo tienes asumido. Quiero que largues por esa boquita, y no te dejes nada, ¡zorra sué
Finlay. - “¿Explícame cómo se les ha escapado?”- aunque intenté que la furia no se notara, por estar rodeado de más clientes en el restaurante, no pude evitar que mi voz sonara tensa y enfadada. - “Lo siento señor, pero al parecer, según sus escoltas, su mujer salió en su coche deportivo, un Lamborghini, nada más salir del garaje, tras despedirse educadamente de sus escoltas, desapareció rápidamente entre el tráfico de Londres. Desde el primer momento, su esposa se negó a tener escoltas que la protejan, o no los que usted ha contratado para ella. Me dijo Fred, ofendido, a la vez que admiraba su descaro. - “Esta mujer es desesperante…pero me encanta que sea así.”- pensé mientras no pude evitar sonreír al imaginarme la escena de mi diosa dado esquinazo a los escoltas. - “Bien, no te preocupes, ya lo hablaré con ella.”- le dije a Fred mientras miraba por el gran ventanal la vista de una Londres todo iluminado con las decoraciones navideñas destacando en las fachadas de los antigu
Ailan. La verdad era que lo había provocado, pretendía ser dialogante, pero quitando los cuatro años de idiota estúpida, odiaba que se me impusiera nada, y eso era algo que este estúpido iba a descubrir ahora mismo. - “No sé cómo lo veras tú, ni tampoco me interesa, señor Finlay Alacintye, pero nunca me ha gustado que me impongan nada, soy norteamericana. A mi sus costumbres escocesas me dan igual, si yo no sigo el “sí” conscientemente, ni de coña voy aceptar algo que …”- me interrumpí a mí misma en digno discurso, el cual iba muy bien, hasta que mi mirada fue atraída a través del restaurante, hasta dos personas que me eran muy familiares, y por las miradas que se dirigían entre ellos, no parecían estar muy contentos el uno con el otro.-“Discúlpame”- le dije a Finlay sin mirarlo, mientras no apartaba la vista de esos dos, sin darme cuenta que él también miraba hacia donde yo estaba mirando. Me levanté y me dirigí hacia esas dos personas, conocía muy bien esa mirada que tenía Roy