Finlay. Cuando vi salir a mi cuñado del comedor algo me dijo que estaba huyendo, sabía que, como yo haría en su situación, como buen león, relamerse las heridas en solitario, en cierta forma lo entendía, si hubiera sido mi diosa, yo ahora mismo estaría derribando muros enteros, para poder calmarme. Decidí que más tarde lo visitaría en su despacho, para saber si quería ir al gimnasio para lanzar algunos puñetazos. - “Por cierto Finlay, ¿ya le has comunicado a tu novia que en unos días es la boda de Oliver. y que ella va a hacer también una de las damas de honor?”- Dijo mi madre, para mi disgusto. Os juro que a veces pienso que mi madre está en esta vida para ponerme las cosas difíciles, y así saber si su hijo es lo que siempre ha querido de uno de sus descendientes, si no entiendo porque cada vez que abre la boca, yo tengo un problema. - “¿Boda? No creo que se le ha olvidado.”- la voz con tono de venganza de la diosa, mientras me miraba fijamente con clara advertencia de que est
Narrador.Mientras los tres ingleses esperaban disimulando la llegada de los que ellos consideraban salvajes escoceses, recibieron la llamada de uno de los hombres que habían contratados, para decirles que un carrito de coche con tres hombres se aproximaba al Grimm.- “Perfecto ya está aquí.”- pensó Vermont emocionado, por fin se iba a vengar de ese maldito de Alacintye, desde que lo había conocido nunca lo había podido superar en nada, y su orgullo de inglés no le permitía perder una vez más, haría lo que fuera para que ese idiota, terminara mordiendo el polvo.La llegada del carrito de coche con los tres escoceses no se hizo esperar, mientras los tres ingleses los miraban con una sonrisa cínica, pensando en lo que vendría a continuación. Los tres bajaron del carrito mirando directamente a sus contrincantes.- “Desde luego, mierda Alacintye, eres muy predecible.”- dijo Vermont agarrando fuertemente el palo de golf que tenía en las manos, que era precisamente el hierro tres.- “¿Para
Ailan. Me prometí que hoy que era Navidad después de despertarlos a las ocho de la mañana. No molestaría más a Bruno, mi jefe y a mi adorable asistente Christine, si ella tenía que comunicarse conmigo, con cualquier dato que tuviera de Hanna, me llamaría. Pero mirando los plazos del contrato que Finlay, me había dado cuenta de que, los primeros bosquejos de los planos para la reforma del castillo, que era los que más me atraía de mis dos fabulosos regalos, tenía que estar para dentro de un mes, y eso era muy corto en el tiempo, tendría que viajar a Escocia para medir y revisar muy bien el Castillo Dunvegan, de los MacLeod, así que, sin pensarlo, después de almorzar, llamé de nuevo a Christine. - “Jefa te dije que cuando lo tuviera alguna noticia, te llamaba.”- me dijo mi adorable Christine, a modo de reproche. - “No te llamó por eso, se de tu eficiencia, lo hacía para hablar con Bruno.”- le dije a modo de disculpa. - “¡Dile que yo no quiero hablar con ella!, me ha fastidiado mi d
Ailan. - “¿Entonces por qué sigues luchando? ¿Por qué pones miles de pegas a eso que tú sabes que sientes por ese hombre? ¿Por qué tienes miedo a dejarte llevar?”- me dijo la pervertida de mi interior, la única que hasta ahora había sido sincera con lo que verdaderamente siente por ese hombre. Medité mucho las respuestas a estas preguntas, sinceramente no lo tenía claro, quizá fuera debido a que simplemente tenía miedo, miedo a volver a sufrir, miedo a ser una decepción para él, y, sobre todo, después de lo que había pasado con la madre de Patel, miedo a que supiera la verdad de que, yo en el fondo, nunca podría darle una descendencia, biológicamente hablando. Por mis conversaciones con tanto mi madre, como la madre del gladiator, supe qué ambas deseaban ser abuelas, en algún momento, nadie de mi familia sabía mi desgraciada verdad, era lo único que había guardado de mi pasado, ni siquiera había continuado con las sesiones de fertilidad, que había programado antes de saber lo cer
Narrador. - “Si me dices que va el buenorro de tu hombre, en segundos estoy vestido, y me recoges”- le dijo Gred a la heredera, mientras sonreía. - “¿Tú que crees? Es el mejor amigo de Murray, y va también de padrino, y se casa su otro mejor amigo, Oliver Duncan, el arquitecto que casi te hace desmayar, cuando te lo presenté en mi graduación.”- le dijo Ailan, haciendo que el estilista soltara un gemido de emisión. Pero al contrario de lo que Ailan creía. El estilista sabía que debía disimular el trato que desde hace tiempo tenía con Finlay Alacintye, pero no podía emocionarse al saber que iba a volver a ver a esos tres guerreros escoces de nuevo. Bien valía perder algo de trabajo por unos días, por recrease con esos cuerpos infinitamente deseables. En la mente artística, algo pervertida, ya se veía encargándose de vestir personalmente, y sin ninguna ayudante, al novio y a dos padrinos, la boca se hacía agua. - “Ya estás tardando, nena, Vincenzo, cancélalo todo, durante estos cu
Finlay. Abrir los ojos esa mañana, fue lo más difícil que había hecho en tiempo, miré a mi alrededor, y me di cuenta de que no estaba en mi habitación, sino que estaba durmiendo en un enorme salón, que se me hacía familiar, no por los muebles, ni por la decoración que este tenía, pero si por la ubicación y la forma de la sala, en un segundo, me senté muy rápido, haciendo que todo a mi alrededor se moviera, mareándome, hasta casi sentir nauseas. - “¿Qué demonios hago yo en el piso de mi diosa?”- pensé sosteniéndome la cabeza para que dejara de girar, pero al mirar con más detenimiento, con la poca apreciación que me dejaba haberme bebido, creo, casi todo el alcohol que había en ese maldito bar, me di cuenta de que los muebles y la decoración no eran los del ático de mi mujer. - “¿Dónde te has metido, estúpido?”- dije en alto, recriminándome por haber llegado a ese estado de embriaguez. Un ruido a mi alrededor, molesto e incesante me hizo girar con cierta dificultad hacía donde mi d
Narrador. - “Bea, tenlo todo preparado para cuando lleguen mis atractivos y obras maestras … digo mis invitados.”- dijo Gred, mientras terminaba de tomarle las medidas a una nerviosa Carlota. - “¿No estaré aquí para cuando ellos lleguen? ¿No? ¿verdad?”- dijo la representante, que había castigado a el actor severamente, ya que había tenido que neutralizar las fotos y varias noticias, que se habían hecho en un campo de golf, donde una enorme pelea, y posterior una gran borrachera, donde un grupo de hombres famosos, incluido el estúpido de Murray Campbell, estaban involucrados. - “Tranquila, quedan dos horas para que vengan, y Ailan te viene a recogerte ahora, para que vayáis juntas, todas las mujeres incluida, madre del novio, la madre de Ailan y la futura suegra de esta a un lujoso spa, luego de compras y a cenar.”- le dijo Gred acabando de tomarle medidas. Justo como predijo él, el portero que supervisaba el edifico donde estaba el estudio del gran estilista, los avisó que habían
Ailan. - “Si el buenorro escoces no te roba de la boda después del sí quiero de los novios, para encerrarte en su castillo, y hacer de ti lo que quiera, dejo de llamarme Gred Deseable, Watson”- me dijo el famoso estilista mientras terminaba de supervisar el trabajo que su peluquera, estaba haciendo en mi pelo, mientras me ajustaba las pequeñas joyas en forma de flores y perlas, que llevábamos las dos damas de honor, como adornos, en el cabello. - “Tú no te llamas así, así que no inventes.”- le dije en forma de burla. - “Pues si no me llamó así, es un gran error por parte del universo.”- se quejó de forma lastimosamente fingida y teatral el estilista. No pude evitar reírme, agradecí muy, y mucho, que Gred, rebajara la tensión que yo sentía con sus ocurrencias. Llevaba tres días incomoda, con la sensación de que me faltaba algo, y cada vez que pensaba en cierto escoces, la ira mesclada con las ansias de verlo, me tenían en sube y baja de emociones, que era totalmente impropio de la