Ailan. - “¿Conoces a esa zorra confianzuda? Es que quiero saberlo, antes de que la arrastre por los pelos por toda la sala.”- pregunté a Carlota que miraba como las dos invitadas que acompañaban a la morena, no hacían más que sonreír, babeando por Murray. - “No sé quién son, pero si quieres que te ayude a sacarla a las tres, sólo tienes que decirlo.”- dijo Carlota seria, mirando a su representado, con un brillo peligroso en los ojos. Pronto el organizador de la boda indicó a los invitados que habían invadido el altar que bajaran para esperar a los novios fuera de la sala, para felicitarlo, y después que los novios pudieran ir a descansar, antes del banquete. Nosotros, las damas de honor y los padrinos, debíamos salir detrás de ellos, en la retaguardia, cada una de nosotras era escoltada por un padrino, sujeto a él por el brazo, y claro está, a mí me tocaba Finlay. Tras felicitar a los novios, ya que no habíamos podido debido a la “invasión de campo” de los eufóricos invitados, ent
Ailan.- “¿Es que no te comprendo, Jefa? Por mucho que lo intento, no te comprendo.”- se quejó por teléfono mi adorada Christine, de nuevo. Ni yo misma, en ocasiones, me comprendía, y menos cuando mi mente estaba en una orilla, y mi corazón en la orilla contraría.Durante, y después, de la boda de Oliver Duncan y su esposa Rocío, la actual señora Duncan, aprendí, conocí y disfruté, de todo aquello de lo que mi madre me había hablado sobre encontrar a tu otra mitad, esa persona que hace que todo tenga sentido en este mundo para ti.Una vez que acepté lo que sentía, y lo que me hacía sentir ese entrometido escoces, ese Gladiator, que había entrado en mi vida invadiéndolo todo, fue todo mucho más claro, más fácil, más definitivo para mí.Por un tiempo, supe lo que es amar, y ser amada por un hombre que lo es todo. Descubrí, entre otras cosas, y para mi sorpresa, que verdaderamente, nunca había amado a Walter, más bien había sido mis ansias en la búsqueda del sueño de aquello que había vi
Ailan.- “¿Y cuándo planeáis hacer la boda? Debería ser pronto, desde que acaben las obras de la mansión, si queréis ser padres lo antes posible.”- preguntó Seelie haciendo que el dolor que sentí al oir sus palabras fuera, además de emocional, físico. Intenté disimular todo lo que podía, aunque mi corazón estaba muy adolorido.Aun así, quise tantear a Seelie, para saber si Finlay podría aceptar, que no pudiéramos tener hijos, o que simplemente pudieran ser adoptados, me agarraba a lo que fuera para no dejar de sentir esto que estaba sintiendo, de una manera muy egoísta, pero esto lo supe después de que Seelie dijera lo que dijo.- “¿A Finlay le gustaría tener hijos?”- pregunté con algo de tensión, que me era imposible de disimular, mientras me mostraba seria.- “Los adora, siempre se quejó de que quería tener muchos hermanos y hermanas. Veras, cuando di a luz a Finlay, tuve un sangrado muy importante, que me impidió volver a ser madre de nuevo, durante mucho tiempo eso me deprimió y m
Finlay. - “¿Qué haces aquí, maldita Heredera?”- mis palabras salieron de mi interior con todo el resentimiento que llevaba días conteniendo. En realidad, el último lugar donde me esperaba encontrar a mi diosa, y menos con el estado de ánimos que tenía desde hacía dos días, era en las tierras de mi familia, en el refugio donde yo solía aislarme cuando tenía alguna preocupación. Me había sorprendido, mientras cortaba leña, mi ritual de autocontrol desde ayer cuando había llegado a la cabaña, que el todoterreno del guarda de seguridad de la propiedad estuviera en la explana, no le había comunicado a nadie que estaba allí, no deseaba visitas incomodas. Las provisiones las había traído en el helicóptero, el cual había regresado con mi copiloto después de que terminara de desembarcar todo lo que necesitaba para pasar en la cabaña unos días, incluso me había traído una radio de frecuencia portátil, por si tenía que comunicarme con el guarda del castillo, ante cualquier emergencia, pero aú
Ailan. - “Pues si no te has dado cuenta trabajo para Bruno, y lógicamente si me envían para hacer mediciones, vengo y las hago, pero si te molesta que esté aquí sólo tiene que decirlo, señor Alacintye. Desde luego si llego a saber que usted está aquí no hubiera vendido.”- le dije usando mi clara pose soberbia y descarada, mientras que por dentro me sentía como si alguien estuviera haciendo un maldito agujero en mi corazón. - “No sabía que tuviera que consultar con usted si debó o no visitar mis tierras, en fin, si le molesta mi presencia, ya sabe lo que tiene que hacer, ahí está el todoterreno, le agradecería mucho que me dejara aquí tranquilo, sin visitas molestas.”- las palabras y la mirada fría de sus oscurecidos ojos, hizo que el hueco en mi corazón se abriera de forma violenta, provocando mucho dolor. Normalmente estaba acostumbrada a ser perseguida por ese hombre, que hiciera lo que fuera por estar a mi lado, su acoso era constante, así como el sentimiento de sentirme aprecia
Ailan. Durante el viaje me relajé, una vez comprendí que ese capaz hombre, manejaba esa enorme lata de sardinas, de manera experta, intenté conversar con él para que me contará como era que sabia pilotar un helicóptero, pero directamente Finlay había decidido ignorarme, ante mis insistente preguntas, incluso cortó la comunicación de los cascos que me había puesto, para que no pudiéramos comunicarnos, así que al verme hablando sola, ante el ser más inaccesible que había ahora sobre la tierra, no me quedo de otra que mirar el paisaje, el cual pronto disfrute, relajándome con las espectaculares vistas que había debajo de nosotros, la verdad es que, pese a mis histerismo inicial, me encanto ese viaje, lo disfruté de manera especial. Pensé que, una vez que llegaremos al helipuerto, el nivel de conflictividad entre el Gladiator y yo se nivelaría, pero lejos de mis ideas, eso no pasó, nada más llegar a helipuerto, de nuevo fui sacada del helicóptero entre los brazos del piloto, pese a
Ailan. - “Veras, Hanna vuelve mañana, y si todo va bien, pronto tu hermano tendrá una mujer en su vida para que lo controle. – sin pensarlo la ayude levantarse de la silla, tirando de ella hasta la puerta, sin importarme que, mi hermano, el oso más borde del zoo, me mirara ceñudo. - “¡Dios te oiga!, no sabes lo feliz que haría a mis padres, vamos a tomar un café, y me cuentas más cosas sobre Hanna, ese estúpido nunca sale de aquí, ni habla con nadie excepto con su asistente.”- le dije ignorando el pequeño gruñido que ya era audible por parte de Arturo. - “¡Maldita sea, Wendy! ¿Tú no estabas ocupada arruinándole la vida a Alacintye? ¿Por qué vienes a molestar? Estábamos hablando.”- me dijo finalmente en un rugido. - “No me hables de ese estúpido, no quiero saber nada más de él. Además, Hanna viene mañana, estarás muy ocupado intentado controlar tus instintos, para no volver a meter la pata, eres demasiado mandón como para pedir perdón, así que práctica, y, sobre todo, no te olvide
Ailan. - “¿No me digas que también trabajas con Gred Watson?”- le pregunté a Bea, mientras tomábamos un café, aunque, ante el asqueroso olor que ultímate me suponía café, yo tomé un zumo. Estábamos en la cafetería de una de las tiendas más grandes de Londres. Estábamos esperábamos que llevaran nuestras compras al coche que Christine me había enviado, junto a un bolso con mis tarjetas de repuesto, y un móvil de sustitución hasta que recupera el mío, el cual había sido secuestrado, junto a mi niño mimado, algo que para mí era imperdonable, por ese maldito CEO escoces y sus secuaces. Habíamos estado hablando de su trabajo, y de su relación con Hanna, pero sobre todo Mia, las dos la adorábamos, esa niña era un sol. - “Por desgracias, aunque sea un artista del estilismo, como todo genio, tiene tantas sombras, como luces, hay veces que no entiendo con Vincenzo lo aguanta, esa loca estilista, es un peligro en potencia, para cualquier hombre hetero o no, aunque nunca rebasa el límite, es