Ailan. - “¿Entonces por qué sigues luchando? ¿Por qué pones miles de pegas a eso que tú sabes que sientes por ese hombre? ¿Por qué tienes miedo a dejarte llevar?”- me dijo la pervertida de mi interior, la única que hasta ahora había sido sincera con lo que verdaderamente siente por ese hombre. Medité mucho las respuestas a estas preguntas, sinceramente no lo tenía claro, quizá fuera debido a que simplemente tenía miedo, miedo a volver a sufrir, miedo a ser una decepción para él, y, sobre todo, después de lo que había pasado con la madre de Patel, miedo a que supiera la verdad de que, yo en el fondo, nunca podría darle una descendencia, biológicamente hablando. Por mis conversaciones con tanto mi madre, como la madre del gladiator, supe qué ambas deseaban ser abuelas, en algún momento, nadie de mi familia sabía mi desgraciada verdad, era lo único que había guardado de mi pasado, ni siquiera había continuado con las sesiones de fertilidad, que había programado antes de saber lo cer
Narrador. - “Si me dices que va el buenorro de tu hombre, en segundos estoy vestido, y me recoges”- le dijo Gred a la heredera, mientras sonreía. - “¿Tú que crees? Es el mejor amigo de Murray, y va también de padrino, y se casa su otro mejor amigo, Oliver Duncan, el arquitecto que casi te hace desmayar, cuando te lo presenté en mi graduación.”- le dijo Ailan, haciendo que el estilista soltara un gemido de emisión. Pero al contrario de lo que Ailan creía. El estilista sabía que debía disimular el trato que desde hace tiempo tenía con Finlay Alacintye, pero no podía emocionarse al saber que iba a volver a ver a esos tres guerreros escoces de nuevo. Bien valía perder algo de trabajo por unos días, por recrease con esos cuerpos infinitamente deseables. En la mente artística, algo pervertida, ya se veía encargándose de vestir personalmente, y sin ninguna ayudante, al novio y a dos padrinos, la boca se hacía agua. - “Ya estás tardando, nena, Vincenzo, cancélalo todo, durante estos cu
Finlay. Abrir los ojos esa mañana, fue lo más difícil que había hecho en tiempo, miré a mi alrededor, y me di cuenta de que no estaba en mi habitación, sino que estaba durmiendo en un enorme salón, que se me hacía familiar, no por los muebles, ni por la decoración que este tenía, pero si por la ubicación y la forma de la sala, en un segundo, me senté muy rápido, haciendo que todo a mi alrededor se moviera, mareándome, hasta casi sentir nauseas. - “¿Qué demonios hago yo en el piso de mi diosa?”- pensé sosteniéndome la cabeza para que dejara de girar, pero al mirar con más detenimiento, con la poca apreciación que me dejaba haberme bebido, creo, casi todo el alcohol que había en ese maldito bar, me di cuenta de que los muebles y la decoración no eran los del ático de mi mujer. - “¿Dónde te has metido, estúpido?”- dije en alto, recriminándome por haber llegado a ese estado de embriaguez. Un ruido a mi alrededor, molesto e incesante me hizo girar con cierta dificultad hacía donde mi d
Narrador. - “Bea, tenlo todo preparado para cuando lleguen mis atractivos y obras maestras … digo mis invitados.”- dijo Gred, mientras terminaba de tomarle las medidas a una nerviosa Carlota. - “¿No estaré aquí para cuando ellos lleguen? ¿No? ¿verdad?”- dijo la representante, que había castigado a el actor severamente, ya que había tenido que neutralizar las fotos y varias noticias, que se habían hecho en un campo de golf, donde una enorme pelea, y posterior una gran borrachera, donde un grupo de hombres famosos, incluido el estúpido de Murray Campbell, estaban involucrados. - “Tranquila, quedan dos horas para que vengan, y Ailan te viene a recogerte ahora, para que vayáis juntas, todas las mujeres incluida, madre del novio, la madre de Ailan y la futura suegra de esta a un lujoso spa, luego de compras y a cenar.”- le dijo Gred acabando de tomarle medidas. Justo como predijo él, el portero que supervisaba el edifico donde estaba el estudio del gran estilista, los avisó que habían
Ailan. - “Si el buenorro escoces no te roba de la boda después del sí quiero de los novios, para encerrarte en su castillo, y hacer de ti lo que quiera, dejo de llamarme Gred Deseable, Watson”- me dijo el famoso estilista mientras terminaba de supervisar el trabajo que su peluquera, estaba haciendo en mi pelo, mientras me ajustaba las pequeñas joyas en forma de flores y perlas, que llevábamos las dos damas de honor, como adornos, en el cabello. - “Tú no te llamas así, así que no inventes.”- le dije en forma de burla. - “Pues si no me llamó así, es un gran error por parte del universo.”- se quejó de forma lastimosamente fingida y teatral el estilista. No pude evitar reírme, agradecí muy, y mucho, que Gred, rebajara la tensión que yo sentía con sus ocurrencias. Llevaba tres días incomoda, con la sensación de que me faltaba algo, y cada vez que pensaba en cierto escoces, la ira mesclada con las ansias de verlo, me tenían en sube y baja de emociones, que era totalmente impropio de la
Ailan. - “¿Conoces a esa zorra confianzuda? Es que quiero saberlo, antes de que la arrastre por los pelos por toda la sala.”- pregunté a Carlota que miraba como las dos invitadas que acompañaban a la morena, no hacían más que sonreír, babeando por Murray. - “No sé quién son, pero si quieres que te ayude a sacarla a las tres, sólo tienes que decirlo.”- dijo Carlota seria, mirando a su representado, con un brillo peligroso en los ojos. Pronto el organizador de la boda indicó a los invitados que habían invadido el altar que bajaran para esperar a los novios fuera de la sala, para felicitarlo, y después que los novios pudieran ir a descansar, antes del banquete. Nosotros, las damas de honor y los padrinos, debíamos salir detrás de ellos, en la retaguardia, cada una de nosotras era escoltada por un padrino, sujeto a él por el brazo, y claro está, a mí me tocaba Finlay. Tras felicitar a los novios, ya que no habíamos podido debido a la “invasión de campo” de los eufóricos invitados, ent
Ailan.- “¿Es que no te comprendo, Jefa? Por mucho que lo intento, no te comprendo.”- se quejó por teléfono mi adorada Christine, de nuevo. Ni yo misma, en ocasiones, me comprendía, y menos cuando mi mente estaba en una orilla, y mi corazón en la orilla contraría.Durante, y después, de la boda de Oliver Duncan y su esposa Rocío, la actual señora Duncan, aprendí, conocí y disfruté, de todo aquello de lo que mi madre me había hablado sobre encontrar a tu otra mitad, esa persona que hace que todo tenga sentido en este mundo para ti.Una vez que acepté lo que sentía, y lo que me hacía sentir ese entrometido escoces, ese Gladiator, que había entrado en mi vida invadiéndolo todo, fue todo mucho más claro, más fácil, más definitivo para mí.Por un tiempo, supe lo que es amar, y ser amada por un hombre que lo es todo. Descubrí, entre otras cosas, y para mi sorpresa, que verdaderamente, nunca había amado a Walter, más bien había sido mis ansias en la búsqueda del sueño de aquello que había vi
Ailan.- “¿Y cuándo planeáis hacer la boda? Debería ser pronto, desde que acaben las obras de la mansión, si queréis ser padres lo antes posible.”- preguntó Seelie haciendo que el dolor que sentí al oir sus palabras fuera, además de emocional, físico. Intenté disimular todo lo que podía, aunque mi corazón estaba muy adolorido.Aun así, quise tantear a Seelie, para saber si Finlay podría aceptar, que no pudiéramos tener hijos, o que simplemente pudieran ser adoptados, me agarraba a lo que fuera para no dejar de sentir esto que estaba sintiendo, de una manera muy egoísta, pero esto lo supe después de que Seelie dijera lo que dijo.- “¿A Finlay le gustaría tener hijos?”- pregunté con algo de tensión, que me era imposible de disimular, mientras me mostraba seria.- “Los adora, siempre se quejó de que quería tener muchos hermanos y hermanas. Veras, cuando di a luz a Finlay, tuve un sangrado muy importante, que me impidió volver a ser madre de nuevo, durante mucho tiempo eso me deprimió y m