Finlay. - “¿Qué está pasando aquí, Ailan?, y ¿quién es él mal nacido que te quiso golearte? Golpear a mi hija, ¿No tienes aprecio la vida?.”- la voz del padre de mi mujer, fue lo único que me retuvo un momento de no acabar con ese malnacido de Lascalles en ese momento, aunque me estaba costando mucho controlarme. Ni siquiera miré a mi suegro, ni a mi mujer, que estaba detrás de mí, mi atención estaba en ese hijo de puta, que aún estaba en el suelo. Necesitaba golpearlo otra vez, el muy cobarde en su guerra que tenía conmigo, había querido meter a mi mujer, y eso no se lo iba a perdonar, con mi diosa no se metía nadie, y menos intentar golpearla. - “Lo mato, dios, lo mato”- pensé cegado. - “¡Oye, Connor, calmante!, ya ese estúpido ha recibido su merecido, calmante, que tu suegro está aquí. “- la voz de Oliver a mi lado me hizo mirarlo, intentando salir de la furia homicida que me invadía. - “Eso MacLeod, cálmate, que tus suegros te están mirando, quieres impresionarlos, ya es
Ailan. Esa mañana me desperté con la sensación de no haber dormido nada, tras lo que había pasado con Hanna, me sentía como la peor persona, y amiga, del mundo. Para colmo sólo me había dejado un mensaje, donde me decía que necesitaba alejarse un tiempo, que cuando pudiera, se comunicaría conmigo. A partir de ese momento, su móvil había estado desconectado. Tampoco ayudaba que supiera que mi hermano estaba pasando por un auténtico infierno, en el fondo sabía que se lo merecía por déspota, orgulloso y cuadriculado, pero eso no quitaba que no sintiera su dolor, aunque como buen varón Miller, se guardaría todos sus sentimientos, bajo una fachada de indiferencia. Para ayudarlo, fui yo la que protegí a Roy, como hacíamos todos los hermanos Miller entres nosotros, sabía lo que le haría mi madre si se enteraba de lo estúpido que había sido su primogénito, perdiendo a la mujer que amaba, por no saber controlar su forma de ser tan … incisiva. Así que les dije que Hanna había recibido una l
Finlay. Cuando vi salir a mi cuñado del comedor algo me dijo que estaba huyendo, sabía que, como yo haría en su situación, como buen león, relamerse las heridas en solitario, en cierta forma lo entendía, si hubiera sido mi diosa, yo ahora mismo estaría derribando muros enteros, para poder calmarme. Decidí que más tarde lo visitaría en su despacho, para saber si quería ir al gimnasio para lanzar algunos puñetazos. - “Por cierto Finlay, ¿ya le has comunicado a tu novia que en unos días es la boda de Oliver. y que ella va a hacer también una de las damas de honor?”- Dijo mi madre, para mi disgusto. Os juro que a veces pienso que mi madre está en esta vida para ponerme las cosas difíciles, y así saber si su hijo es lo que siempre ha querido de uno de sus descendientes, si no entiendo porque cada vez que abre la boca, yo tengo un problema. - “¿Boda? No creo que se le ha olvidado.”- la voz con tono de venganza de la diosa, mientras me miraba fijamente con clara advertencia de que est
Narrador.Mientras los tres ingleses esperaban disimulando la llegada de los que ellos consideraban salvajes escoceses, recibieron la llamada de uno de los hombres que habían contratados, para decirles que un carrito de coche con tres hombres se aproximaba al Grimm.- “Perfecto ya está aquí.”- pensó Vermont emocionado, por fin se iba a vengar de ese maldito de Alacintye, desde que lo había conocido nunca lo había podido superar en nada, y su orgullo de inglés no le permitía perder una vez más, haría lo que fuera para que ese idiota, terminara mordiendo el polvo.La llegada del carrito de coche con los tres escoceses no se hizo esperar, mientras los tres ingleses los miraban con una sonrisa cínica, pensando en lo que vendría a continuación. Los tres bajaron del carrito mirando directamente a sus contrincantes.- “Desde luego, mierda Alacintye, eres muy predecible.”- dijo Vermont agarrando fuertemente el palo de golf que tenía en las manos, que era precisamente el hierro tres.- “¿Para
Ailan. Me prometí que hoy que era Navidad después de despertarlos a las ocho de la mañana. No molestaría más a Bruno, mi jefe y a mi adorable asistente Christine, si ella tenía que comunicarse conmigo, con cualquier dato que tuviera de Hanna, me llamaría. Pero mirando los plazos del contrato que Finlay, me había dado cuenta de que, los primeros bosquejos de los planos para la reforma del castillo, que era los que más me atraía de mis dos fabulosos regalos, tenía que estar para dentro de un mes, y eso era muy corto en el tiempo, tendría que viajar a Escocia para medir y revisar muy bien el Castillo Dunvegan, de los MacLeod, así que, sin pensarlo, después de almorzar, llamé de nuevo a Christine. - “Jefa te dije que cuando lo tuviera alguna noticia, te llamaba.”- me dijo mi adorable Christine, a modo de reproche. - “No te llamó por eso, se de tu eficiencia, lo hacía para hablar con Bruno.”- le dije a modo de disculpa. - “¡Dile que yo no quiero hablar con ella!, me ha fastidiado mi d
Ailan. - “¿Entonces por qué sigues luchando? ¿Por qué pones miles de pegas a eso que tú sabes que sientes por ese hombre? ¿Por qué tienes miedo a dejarte llevar?”- me dijo la pervertida de mi interior, la única que hasta ahora había sido sincera con lo que verdaderamente siente por ese hombre. Medité mucho las respuestas a estas preguntas, sinceramente no lo tenía claro, quizá fuera debido a que simplemente tenía miedo, miedo a volver a sufrir, miedo a ser una decepción para él, y, sobre todo, después de lo que había pasado con la madre de Patel, miedo a que supiera la verdad de que, yo en el fondo, nunca podría darle una descendencia, biológicamente hablando. Por mis conversaciones con tanto mi madre, como la madre del gladiator, supe qué ambas deseaban ser abuelas, en algún momento, nadie de mi familia sabía mi desgraciada verdad, era lo único que había guardado de mi pasado, ni siquiera había continuado con las sesiones de fertilidad, que había programado antes de saber lo cer
Narrador. - “Si me dices que va el buenorro de tu hombre, en segundos estoy vestido, y me recoges”- le dijo Gred a la heredera, mientras sonreía. - “¿Tú que crees? Es el mejor amigo de Murray, y va también de padrino, y se casa su otro mejor amigo, Oliver Duncan, el arquitecto que casi te hace desmayar, cuando te lo presenté en mi graduación.”- le dijo Ailan, haciendo que el estilista soltara un gemido de emisión. Pero al contrario de lo que Ailan creía. El estilista sabía que debía disimular el trato que desde hace tiempo tenía con Finlay Alacintye, pero no podía emocionarse al saber que iba a volver a ver a esos tres guerreros escoces de nuevo. Bien valía perder algo de trabajo por unos días, por recrease con esos cuerpos infinitamente deseables. En la mente artística, algo pervertida, ya se veía encargándose de vestir personalmente, y sin ninguna ayudante, al novio y a dos padrinos, la boca se hacía agua. - “Ya estás tardando, nena, Vincenzo, cancélalo todo, durante estos cu
Finlay. Abrir los ojos esa mañana, fue lo más difícil que había hecho en tiempo, miré a mi alrededor, y me di cuenta de que no estaba en mi habitación, sino que estaba durmiendo en un enorme salón, que se me hacía familiar, no por los muebles, ni por la decoración que este tenía, pero si por la ubicación y la forma de la sala, en un segundo, me senté muy rápido, haciendo que todo a mi alrededor se moviera, mareándome, hasta casi sentir nauseas. - “¿Qué demonios hago yo en el piso de mi diosa?”- pensé sosteniéndome la cabeza para que dejara de girar, pero al mirar con más detenimiento, con la poca apreciación que me dejaba haberme bebido, creo, casi todo el alcohol que había en ese maldito bar, me di cuenta de que los muebles y la decoración no eran los del ático de mi mujer. - “¿Dónde te has metido, estúpido?”- dije en alto, recriminándome por haber llegado a ese estado de embriaguez. Un ruido a mi alrededor, molesto e incesante me hizo girar con cierta dificultad hacía donde mi d