Capítulo 575
Al volverme, vi a Mateo entrar con paso decidido.

Su presencia era fría y autoritaria. Llevaba un traje bien ajustado, aunque la corbata estaba deshecha y colgaba de manera descuidada.

Parecía que había llegado apresuradamente del Grupo Vargas.

En ese instante, mi ansiedad se desvaneció y solté un profundo suspiro.

Mateo se acercó y me abrazó. No dijo nada para consolarme, pero su mano se posó suavemente en mi espalda, brindándome calma.

Luego, miró a Isabella y, con voz helada, le dijo: —No te busqué, pero tú te estás buscando la muerte.

Siempre había sido despreocupado y rara vez hablaba así.

Aun intentando contenerse, podía sentir la furia que lo consumía.

Sabía que lo hacía por mí.

—Ya tienes el antídoto, pero sigues sin soltar a mi hija. Si no hubiera usado un poco de ingenio, ¿cómo podría haberte hecho venir aquí y escucharme?

Isabella miró a Estrella, que estaba sujeta por Antonio.

No parecía tener marcas de golpes, solo estaba un poco desmayada.

—¿Qué le hiciste a mi hija?

Mate
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