Capítulo 565
Mateo, riéndose y regañándome un poco, decidió detener el tema, considerando a la abuela y a Olaia, así que dejó la conversación en la habitación contigua.

Aproveché el momento, tomé el frasco de medicina que había dejado en la mesa y le dije: —Voy a llevarle el antídoto a la abuela.

—Está bien.

Al ver que asentía, me levanté y me dirigí a la habitación de la abuela, y él me siguió: —Mejor vamos juntos.

Olaia estaba jugando a un juego de cartas con la abuela.

Cuando Mateo y yo entramos, la vimos feliz acumulando cartas, como una niña que recibió dulces.

En este instante, pensé que, sin importar lo que tuviera que sacrificar, siempre valdría la pena si la abuela podía vivir feliz y sana.

Le levanté el frasco de medicina y, aliviada, le dije: —Abuela, Mateo trajo el antídoto.

Olaia, un poco dudosa, preguntó: —¿Es realmente el antídoto? No quiero que Enzo haga de las suyas otra vez…

No había considerado esa posibilidad.

Mateo nunca actúa sin estar seguro. Si me entregó ese frasco, fue por
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