Capítulo 349
Mateo me agarró del brazo con firmeza. Su rostro, usualmente relajado, estaba ahora lleno de curiosidad y emoción contenida. Sus ojos marrones fijos en los míos.

Casi olvidó respirar.

Parecía que mi respuesta era crucial para él.

—Sí.

Me sentí desconcertada. —¿Cómo...?

De repente, me abrazó con fuerza.

¡Su pecho temblaba!

Este abrazo era completamente distinto al anterior, más intenso y liberador, como si hubiera recuperado algo invaluable.

Tras un momento, me soltó a regañadientes.

Su sonrisa irradiaba una felicidad que nunca antes había mostrado, como la de un niño con un nuevo juguete: —Sabía que eras tú, siempre lo supe.

Me tomó la cara: —Te dije que no me costaría reconocerte.

—¿Quién soy?

Pregunté, aún confundida: —¿Irene?

—Voy a llevarte a ver a la abuela.

Dicho esto, me abrochó el cinturón, puso el coche en marcha y aceleró en un solo movimiento.

El motor rugió.

Su actitud despreocupada era aún más evidente que la primera vez que nos vimos.

Estaba desconcertada: —¿Por qué estás
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