Capítulo 284
Tomé mi bolso del respaldo de la silla y me giré para salir.

—¡Maldita sea!

Estrella me lanzó una maldición furiosa.

Apretando los puños, fingí no escucharla. Solo quería irme.

Sin embargo, mientras recorría la mansión, me perdí.

Tras dar varias vueltas, vi un patio que me resultaba vagamente familiar.

Era amplio y limpio, pero desprendía un aire de abandono, como si nadie hubiera estado allí en mucho tiempo.

Por un impulso inexplicable, entré. Apenas lo hice, la puerta se cerró de golpe detrás de mí.

En un instante, una figura alta me empujó contra la puerta.

El aire familiar me envolvía, impidiéndome escapar.

Alcé la vista, sorprendida, y me encontré con los profundos ojos oscuros de Marc.

Sus dedos, firmes y seguros, se aferraban a mi cintura. Su mirada, cálida y penetrante, me interrogó: —¿Cómo terminaste en la casa de los Hernández?

—¡No es asunto tuyo!

Me enfurecí, intenté zafarme, pero no pude moverme.

Marc me miró fijamente: —¿Todo bien estos días? ¿Estrella no te ha causado má
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