Capítulo 161
El automóvil se detuvo lentamente frente a una imponente mansión. El chofer bajó primero y nos abrió la puerta.

Alba, con elegancia en sus tacones negros, me guió a través de la entrada. Su espalda erguida y porte impecable denotaban una crianza esmerada desde la infancia.

—En realidad, hoy la he traído aquí porque quiero pedirle un favor.

—¿Qué sería?

—Lo sabrás en un momento.

Al oír esto, sentí cierta curiosidad, pero no insistí más.

No suelo ser una persona muy curiosa.

Sin embargo, cuando me llevó a través del jardín y pude ver a través de una ventana de cristal lo que sucedía en el santuario, me quedé completamente impactada.

Enzo estaba arrodillado en el piso, con heridas evidentes en su espalda. Pero su rostro reflejaba una calma inquebrantable, como un estanque muerto.

La mujer de mediana edad, aún más furiosa al ver su reacción, le propinó otro latigazo, exclamando:

—Enzo, ¡no creas que no puedo hacerte nada! Si te mueres, simplemente adoptaré a otro y también podrá heredar la
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