José miró su reloj con calma, todavía tenía algo de tiempo. Miró a su alrededor y, sin prisa, preguntó: —Quisiera saber, ¿cómo esperan que me haga responsable, los mayores?—¿Casarte con ella?Paula sintió un destello de alegría en sus ojos, aunque se apresuró a bajar la cabeza para ocultarlo.Fidel, al ver su reacción, continuó: —No te estoy pidiendo que te cases con ella, solo que asumas la responsabilidad. Aún necesitas casarte con alguien que te sea útil, alguien que te apoye en caso de que tu carrera se vea afectada en el futuro.Paula lo entendió inmediatamente: no podía esperar nada de la familia Jurado.Fidel la había llamado de vuelta solo para que estuviera con su abuelo en sus últimos días, tratando de ocultar la culpa por haberlos separado durante tantos años y el peligro al que casi estuvo expuesta.La amabilidad de la madre de José hacia ella solo se basaba en su actitud dócil y responsable, considerándola una pariente más, sin lazos sanguíneos. No había lugar para sueños
[Olaia, el abuelo de José está hospitalizado.]Olaia se levantó de la cama de un salto, se dio prisa en lavarse y vestirse, y salió rápidamente a tomar un taxi rumbo al hospital.Al llegar, llamó a Delia, que ya estaba en el hospital con Mateo. Tras colgar, Delia bajó a recibirla.Olaia se acercó rápidamente y, preocupada, preguntó: —¿Qué ha pasado?Delia la miró y respondió con calma: —Está mayor, se alteró mucho y se desmayó.Olaia frunció los labios, conteniéndose: —¿Es por loa de José y yo?Delia negó con la cabeza, buscando no alarmarla: —No es solo por eso, no te preocupes tanto, también está lo de Paula. Si quieres ver a José, hablaré con Mateo, pero por ahora necesitas mantenerte alejados de los Jurado. No podemos permitir que Fidel se entere.—El asunto está sellado, no podemos permitir que se sepa lo de su enfermedad, así que por el momento no puedo llevarte a verlo. Perdóname, pero es por el bien de todos.Las razones eran claras: la posición de Fidel, que era un alto funcio
—Tranquila, no te preocupes tanto.—Lo sabes, siempre intento mantener la calma.Delia no dijo nada. Si realmente fuera tan calmada, no habría subido al techo aquella vez.—Cuando llegues a casa, mándame un mensaje....Una semana después, Fidel fue dado de alta y regresó a su casa.Olaia también recibió el mensaje de que José iba a ir a buscarla.Durante esos días, intercambiaron algunos mensajes, aunque la mayoría de la información venía de parte de Delia.Al saber que Fidel ya estaba bien, Olaia se sintió aliviada, por lo que decidió, impulsivamente, ir al supermercado a comprar ingredientes para cocinar algo.Aunque ya había fracasado en el pasado, la práctica hace al maestro.Esta vez pensaba que lograría hacer un plato decente.Pero, en realidad, sobreestimó sus habilidades.Cuando José llegó a la puerta, escuchó la alarma de incendio.Pensó que podía ser una fuga de gas, así que no tocó el timbre e introdujo el código de la puerta que Olaia le había dado.Al entrar, se encontró
Recogió el delantal del suelo, se lo puso rápidamente y comenzó a preparar los ingredientes.Al marinar la carne, se dio cuenta de que le faltaban muchos condimentos.…Pensó un momento y decidió optar por algo más sencillo.Camilo era sumamente eficiente.Cuando Olaia abrió la puerta y lo vio, se mostró algo sorprendida: —¿Buscas a José?Camilo le entregó la comida: —El señor me pidió que te la trajera.Olaia, sin comprender del todo, tomó la comida sin decir palabra alguna. Antes de que pudiera reaccionar, Camilo ya había desaparecido.…Qué destreza tan impresionante. Si aquella noche hubiera estado en la planta superior, ella y José no habrían despertado para descubrir que la persona junto a ellos había cambiado.Aunque las grabaciones pudieran borrarse, no había forma de escapar de Camilo.—¿En qué piensas?José, al recibir el mensaje de Camilo, salió para ver qué pasaba.La encontró parada en la puerta, con la mirada perdida y la puerta abierta.Se acercó, cerró la puerta y tomó
La gran cama del dormitorio se hundió de repente.Las sábanas, que estaban perfectamente estiradas, comenzaron a arrugarse de forma desordenada.La luz exterior pasó de la cálida dorada del sol a un anaranjado atardecer.Las sábanas ya no conservaban su forma original.José levantó a Olaia y la cargó hacia el baño…...Las consecuencias de tener sexo en ayunas probablemente fueron que, a medianoche, tuvieron que calentar la comida.Olaia, que tampoco había comido, ya no podía ni mover los dedos, mientras que José se veía completamente lleno de energía.Él le ayudó a ponerse el pijama de seda, la cubrió con las sábanas y luego entró rápidamente al baño para darse una ducha.Después, fue a la cocina a calentar los alimentos.Aprovechó para limpiar las manchas de vino tinto que habían quedado sobre la mesa.Colocó la comida en su lugar y, luego, fue al dormitorio a cargarla en sus brazos para sacarla de la cama.Olaia no perdió tiempo y metió un bocado de comida en la boca, sintiendo que
El otro asunto pendiente era el de ese malnacido que había herido a Olaia.—Sí, señor.José colgó el celular, intentó encender un cigarro, pero se dio cuenta de que solo llevaba puesta una toalla.Abrió la puerta del balcón, entró a la casa, fue a la cocina y sacó una botella de agua fría del refrigerador, bebiendo casi la mitad de la botella.Si no lograran recuperar la grabación, tendrían que hacer lo que Mateo sugirió: tomar medidas más drásticas.Lo de Óscar era sencillo; bastaba con amenazarlo con su abuela para obtener información sobre lo que ocurrió esa noche.Pero lo de Paula era diferente.Sus testimonios deben coincidir perfectamente.…Cuando Olaia despertó, la oscuridad ya había caído.Miró a su lado y la cama estaba vacía.Recorrió el salón, pero no había nadie.En el balcón, colgaban sus ropas y las de José.Buscó su celular y llamó a José.Justo cuando la llamada se conectó, vio una nota sobre la mesa de centro.[He ido a casa. La comida está en el fuego. Si no te apete
José, cansado de discutir, se dirigió hacia su habitación.Al llegar a la puerta, vio a Paula.Sin siquiera mirarla, la ignoró; aún tenía que explicarle a Olaia que no podría ir a buscarla esa noche.No iba a perder ni un minuto más.—José.Paula lo detuvo.José retrocedió un paso, aumentando la distancia entre ellos, y con tono frío y distante le dijo: —Si puedes contarme la verdad sobre esa noche, me quedaré a escucharte.—Si no, no tengo tiempo para escuchar tus mentiras.Paula, visiblemente sorprendida, exclamó: —¿Qué estás diciendo, José? ¿De qué hablas con eso de la verdad de esa noche?—¿Me estás acusando de mentir y engañar a todos?José guardó silencio, pero su falta de respuesta fue una aceptación implícita.Las lágrimas de Paula comenzaron a caer, rápidas y furiosas: —José, aunque la sociedad haya cambiado y la pureza de las mujeres ya no sea juzgada con tanta dureza, ¿acaso debo mentir sobre mi propia inocencia?José la miró sin expresión alguna.Ahora veía claramente lo qu
A pesar de todo, el ambiente en la familia Jurado seguía siendo relativamente armónico.Delia le había mencionado que, mientras no se dañaran su imagen ni sus intereses, la familia podría considerarse un lugar cálido y lleno de armonía.Pero, en su caso…No.Ella no tenía un hogar.De repente, pensó que tener unos padres y abuelos como los de José, aunque estrictos, era en el fondo por una buena intención.Al menos no abandonarían a sus hijos ni los golpearían hasta casi matarlos.—Últimamente, quédate en casa con tu abuelo. Si tienes que trabajar, hazlo; no hace falta que vengas tan seguido.José lo dijo con tono grave, fingiendo estar molesto: —¿Ya te has cansado de mí?Olaia replicó con ironía: —Sí.…—Cuelga ya, no me hagas perder tiempo, tengo que hablar con otro chico.—A ver si te atreves.Olaia se rio con ganas: —¿Crees que no me atrevería?José se enfadó, pero no pudo evitar sonreír ante su atrevimiento.Sobre todo porque él, debido a su mal carácter, casi la perdió, y después