Este beso…No se podía considerar un beso, más bien, era un mordisco.Los labios de Olaia ardían, y su boca estaba llena de un leve sabor a dulzura metálica.¡Este maldito!¡La había roto la piel!Olaia no era de las que se quedaban calladas, y en un arrebato, intentó devolver el mordisco. Sin embargo, él ya lo había anticipado, la sujetó por la mejilla y la forzó a abrir la boca.Mientras su respiración se desvanecía, un golpe sonó en la puerta desde el otro lado.—¡Olaia!Era la voz de Óscar.Olaia intentó responder, pero no tenía espacio para moverse.José solo le dio un breve respiro para poder tomar aire.Lo único que pudo emitir fue un débil gemido.Óscar, al no recibir respuesta, comenzó a golpear la puerta con furia.El personal que lo acompañaba se acercó a ver qué sucedía, y Óscar les pidió que abrieran la puerta del baño.La trabajadora, visiblemente incómoda, tenía que pedir autorización para proceder. No podía arriesgarse a enfrentar a todos los pasajeros.—Señor, por favo
Si estuviera comiendo un limón, podría entender que se utilice para desinfectar.Sin embargo, no dije nada más, simplemente me senté a un lado, dejándoles el espacio necesario para continuar con su actuación.Apenas me acomodé en el asiento cuando Mateo regresó.—¿Qué pasó? ¿Con ese tiempo ni siquiera para fumar?—Ya dejé el cigarro, lo sabes.Mateo tomó mi mano con una expresión de quien busca aprobación: —Te prometo que no he fumado a escondidas, si no me crees, puedes olerlo.Se acercó a mí mientras hablaba, y yo, extendiendo la mano, traté de frenar su avance, susurrándole: —¿Qué le dijiste a José?Mateo, con una mirada inocente: —Nada.Me sorprendí. —Entonces, ¿por qué me dejaste sentarme primero?Mateo, como si fuera lo más lógico del mundo: —Por si hay turbulencia, es más seguro sentado....No pude evitar reírme.En otra parte del avión,José se acomodaba en su asiento.Desde su posición, tenía una visión clara de la interacción entre los dos.En su pecho, una presión incómoda
Asentí con la cabeza: —Entonces, cuídense.—Delia, no te preocupes, voy a cuidar bien de Olaia.Óscar levantó la mano, asegurándome. Justo cuando iba a responder con una sonrisa cortés, Mateo me empujó suavemente dentro del auto....Antes de que la puerta se cerrara, escuché a Olaia decirle a Óscar: —No sonrías tan abiertamente frente a Delia, su esposo se pone celoso de todo.—Está bien, lo sé.Yo me quedaba sin palabras....El auto arrancó del aeropuerto y, en unos treinta minutos, llegamos al hotel.El portero se acercó para aparcar el auto y tomar las maletas.Tomé a mi hija de las manos de mi mamá: —Mamá, gracias por todo.—No es nada, no me ha costado nada. Y ver a Beatriz me alegra el día.—Más tarde cenamos en la habitación, descansa un poco. Esta noche me hago cargo de la niña.Mi mamá miró a Mateo: —Yo me encargaré, solo dámela cuando termines de alimentarla.Negué con la cabeza: —Mañana, mamá. Hoy por la noche, solo disfruta de un buen descanso.Mi mamá no insistió más: —E
Solté una risita y le di un ligero golpe en el brazo: —Si digo me gusta...—Mejor no pronuncies esas palabras —Mateo frunció el ceño, claramente incómodo.Me tiré en la cama, riendo sin control.Mateo rodeó la cama, sin darme tiempo a reaccionar, y me calló la risa con un beso intenso.Me besaba con tanta pasión que intenté apartarme, pero no lograba moverlo ni un poco.El sonido del beso me resultó casi insoportable.¡Mi hija estaba justo allí!—Mateo...Mi voz salió quebrada, pero no conseguí detenerlo; al contrario, él intensificó aún más sus besos.—¡Está Beatriz!Grité, desesperada, justo cuando el timbre sonó.—Señor Mateo, su comida está servida.Mateo miró hacia abajo, y yo lo seguí con la mirada....Me levanté rápidamente, me arreglé la ropa y me dirigí al baño a mirarme en el espejo.—Buenas tardes, señora Vargas.El camarero me saludó de manera muy profesional.Dejó la comida en la mesa, dijo que aproveche y se retiró sin más.Suspiré aliviada y me dirigí al dormitorio a bu
La Ciudad de Porcelana ya había entrado en invierno, y para su luna de miel eligieron un destino donde el clima resultara más agradable.Aunque aún no llegaba el cierre de año y no era temporada alta en esta región, cuando Olaia llegó a la playa, apenas había gente.Pero eso no impidió que disfrutara de su tiempo al máximo.Ya que había salido, sin importar el propósito, no podía desaprovechar ni los paisajes ni la buena comida.—Olaia, ve a cambiarte, mientras tanto yo voy a conseguir agua de coco bien fría para ti.—Está bien.Olaia asintió, dio media vuelta y entró al vestuario.Justo cuando terminó de cambiarse, alguien entró. Mientras guardaba su ropa, no prestó mucha atención.Sin embargo, cuando esa persona se acercó, un delicado aroma a jazmín la envolvió.Era un aroma que también percibía cuando José se encontraba cerca de ella.Aunque con José el olor se mezclaba con el de abeto, el de la persona que estaba frente a ella era completamente puro.Subiéndose la cremallera del ve
Justo cuando ella pasaba junto a él, José la agarró por el brazo.Olaia intentó zafarse con fuerza, pero no lo consiguió.Frunció el ceño, visiblemente molesta, y no pudo evitar hablar de manera cortante.—¿José, eres tan bajo?...José, después de cambiarse, esperaba afuera. Pasado un rato, sintió que Paula se había demorado demasiado.Preocupado por que algo pudiera estar sucediendo, decidió entrar.Al llegar a la puerta, escuchó la confesión de ella: ya no le gustaba.En realidad, al haberla detenido, ni siquiera sabía qué decir.Y esas palabras, más que otra cosa, lo dejaron completamente desconcertado.Desconcertado...Esa palabra, sinceramente, nunca había sido parte de su vocabulario.—Olaia.Después de un largo silencio, susurró su nombre.Olaia, con mirada fría, le respondió: —José, no hagas que me arrepienta de haber sentido alguna vez algo por ti.No tenía sentido que, por un lado, se enredara con la mujer de otro y, por otro, fingiera estar perdidamente enamorado de ella.J
Sujeté con firmeza su mano, que no dejaba de avanzar, y sentí cómo mi respiración se desordenaba.Ya no lograba hablar de una sola vez, mis palabras salían entrecortadas, como si me costara tomar aire.—Te estoy hablando… ¡Mateo! No hagas eso… no, mmm…...La noche ya había caído, y la brisa marina se sentía fresca.Sin embargo, las grandes ventanas de vidrio estaban empañadas por la humedad.Cuando mi mano descendió, una palma grande y cálida la cubrió, entrelazando nuestros dedos y volviendo a presionar la ventana con fuerza.—¡Ay!Un sonido inesperado interrumpió el momento, fue Beatriz.Instintivamente, me aparté de los brazos de Mateo y corrí hacia la cuna.Beatriz ya estaba despierta, jugando tranquilamente con sus pies, sin llorar ni mostrar signos de incomodidad.Cuando me vio, me sonrió, y comenzó a hacer ruiditos como si intentara hablarme.Mi corazón se ablandó al instante, extendí la mano para acariciar su carita, y rápidamente corrí al baño para darme una ducha.Al salir,
Le di un golpecito a Mateo en la parte baja de la espalda.Él me miró de reojo, sin mostrar una gran reacción.Me quedé sin palabras, entre la risa y el desconcierto.Qué inmaduro.Jugando a enojarse, esperando que lo consuele con esos trucos infantiles....Al llegar al restaurante, Olaia y los demás ya estaban sentados.Una mesa larga.Olaia y Óscar estaban en un extremo, mientras que José y Paula ocupaban el otro.Paula sostenía una bolsa de hielo, lista para ponérsela en la cara a José, pero él esquivó el gesto con un movimiento rápido.La luz en esa parte no era muy fuerte, así que no vi detalles con claridad, pero noté que su rostro no estaba simétrico.El lado izquierdo parecía un poco hinchado.Me senté junto a Olaia y le pregunté: —¿Otra vez lo golpeaste?Olaia asintió sin dudar: —No entiende de otra manera, así que no me quedó más opción que usar la fuerza.Me llevé la mano a la frente, mientras Óscar, que estaba cerca, me sonreía con cara de inocente. No podía decir nada del