Capítulo treinta y uno: Quiero que seas mía en todos los sentidos"Narra Sofía Galanis"Me estaba retando. Mi esposo me había desafiado, pero yo no podía moverme. Estaba petrificada. El magnetismo sexual que desprendía era tan poderoso que me había convertido en su marioneta.—¿No tienes nada inteligente que decir, querida esposa? —siguió mofándose divertido y contra todo pronóstico a mí me parecía que en mi vida había visto algo más fascinante que la sonrisa de Apolo Galanis—. Después vas a tener que disculparte con mi piano por ofenderlo y maltratarlo. Mencionar el dichoso instrumento me sacó que de estado catátonico y entonces reacciono soltando un bufido.—Como si tu lo pudieras hacer mejor, esposo idiota —dejo ver una mueca de hastío.—¿Quieres apostar? —volvió a retarme y sin perder la sonrisa se sentó en el banquillo frente al piano de cola. Luego, me tomó de la citura para arrastrarse hasta su regazo.—¿Pero qué haces? —chillé de la impresión por el repentino movimiento.—Aho
Capítulo treinta y dos: Amanecer feliz “Narra Sofia Galanis” Sentpi un rayo de sol directamente en mi rostro y sonreí todavía con los ojos cerrador. Podía sentir el calor de la piel de mi marido a mi lado, lo cual me indicaba que aún era temprano en la mañana. Bostecé satirfecha antes de abrir los ojos lentamente. —¿Estás despierto? —pregunté con la voz medio atontada pero al enfocar bien la vista, descubrí la respuesta. Apolo me estaba mirando fijamente, con las comisuras de sus labios curvadas hacia arriba. Algo muy bueno debía de haber sucedido para que mi esposo malhumorado sonriera a primera hora en la mañana. —Si no lo estaba ya me hubieras despertado con tu voz de pito. ¿Qué edad tienes otra vez? —se mofó. ¡Dios, cada vez las burlas eran más frecuentes. Casi que se había convertido en nuestra forma de comunicarnos y eso me encendía el cuerpo, me hacía vibrar de deseo. ¿Cómo era posible ese suceso?—. Tu voz chillona parece ser de una niña de doce años en plena pubertad. —¿
Capítulo treinta y tres: Una obra de teatro“Narra Sofia Galanis”—¿Qué pasa, Apolo? —indagué con el entrecejo fruncido, pero no obtuve respuesta. Él seguía con la vista fija en el espejo. Entonces me di la vuelta para enfrentarle—. ¿Apolo?—En un par de horas vendrá un equipo de estilistas a arreglarte —cambió de tema como si nada, en su tono había una frialdad que me provocó un fuerte escalofrío.—¿Estilistas? —cada vez me sentía más confundida que antes—. ¿Para qué?—La familia Galanis da un banquete anual para celebrar el aniversario de la empresa. Y este año nosotros somos los anfitriones.—¡¿Y me lo dices hasta ahora?! —grité histérica. ¿Por qué yo no sabía nada de eso?—Hay un equipo encargándose de la organización de la fiesta, Sofia. Así que no tienes que preocuparte por nada —resopló, como si estuviera agotado. Algo que era imposible teniendo en cuenta que el día apenas había comenzado y con muy buen pie. ¿Qué había pasado o cambiado para que él ahora estuviera así—. Además,
Capítulo treinta y cuatro: La fiesta de las serpientes.“Narra Sofia Galanis”El baño estaba caliente. Me sentía débil, indefensa y mareada.Lo que había sucedido durante los últimos días había sido un error incalculable. ¿Debía soportar ahora la vergüenza de seguir al lado de Apolo aún a sabiendas de que consideraba ese hecho como lo peor que podía ocurrirme?Reuní fuerzas para ponerme de pie y salí del baño. Entonces me apoyé en la puerta para no caerme. Me sentía horrible.—¿Está bien, señora? —me preguntó una de las estilistas.—Sí —no pude hacer otra cosa excepto darle mi mejor sonrisa y respirar profundo antes de alcanzar el asiento y cerrar los ojos, tratando de evadir el mareo en tanto ellas me arreglaban para la fiesta.Cuando terminaron conmigo bajé hasta el jardín trasero de la casa, en donde estaban montando la fiesta. Me quedé ahí por horas, mirando hacia la nada y a pesar de tener un millón de cosas en la que pensar, mi mente estaba completamente en blanco. Perdí la no
Capítulo treinta y cinco: Te odio“Narra Sofia Galanis”—De verdad no sé cómo y de qué forma te valiste para atrapar a Apolo en este matrimonio sin sentido —me evaluó de pies a cabeza con desprecio y yo tupe que apretar los puños para contenerme—. A cualquiera que no le hayas sido presentada le parecerá que eres una sirvienta con ropa robada que se ha colado en la fiesta. Debes de moverte bien en la cama, pero te advierto, querida, que nada dura para siempre. Y para Apolo ciertamente todos sus caprichos son pasajeros. El único que se ha mantenido constante con el pasar de los años… —sonrió con malicia, Yo ya había visto ese tipo de expresión… en el rostro de mi hermana, cuando había revelado su verdadera cara— soy yo.—Bueno, señorita cuyo nombre no recuerdo por lo insignificante que es —tomé una copa de la bandeja de un mesero que pasaba y me mojé los labios, fingiendo beber de la misma—, si le pregunta a Apolo, seguro que le dirá por qué soy yo su esposa y no usted. Y yo podré parec
Capítulo treinta y seis: La golfa tiene nombre“Narra Sofia Galanis”—¡Pobrecita! Me da tanta pena —escuché una voz que me pareció familiar. Era de una mujer, aunque no parecía sincera. Reconocí a Apolo y cuando él me incorporó para darme un trago, la misma voz femenina agregó—: Está fatal...—Bebe. Te hará sentir mejor —me incitó Apolo.No había nada que pudiera hacerme sentir mejor. Apolo se estaba aprovechando de mi enfermedad. Bebí, porque supuse que ningún argumento le valdría a él.—Vete —murmuré entre desvaríos.—No puedo dejarte sola en la habitación en estas condiciones —murmuró, como si hubiera leído mis pensamientos.—¡No te quiero cerca! ¡Ojalá te contagies! —titubeé.Inesperadamente, se rió, mientras me rodeaba los hombros con sus brazos, como si desafiara el contagio. Apolo nunca estaba enfermo. La idea lo divertía, porque tenía una salud de hierro.A partir de ese momento, perdí por completo la noción del tiempo. Tampoco distinguía entre el sueño o la vigilia. ¿Había do
Capítulo treinta y siete: No te vas a deshacer de mí “Narra Sofia Galanis”Yo había caído en las redes de la maestría sexual de mi esposo. Él me había seducido para dejarme más confusa aún. Me sentía degradada por mi propia vulnerabilidad.El cansancio me había llevado a un sueño intranquilo pero largo. Me desperté pasada la medianoche y me di cuenta de que llevaba durmiendo doce horas. Era evidente que físicamente me había hecho bien, si bien me sentía muy hambrienta.Me puse la bata y fui a buscar comida. Mi mente vagaba por pensamientos oscuros y angustiosos cuando de pronto me encontré a la fuente de todos mis problemas y enfermedades, silencioso, a su paso hacia la suite. Me llevé el susto de mi vida.—¿Qué haces levantada? —Apolo estaba sentado en el sofá del gran salón de la casa, ataviado en un sencillo pantaloncillo y una camiseta que marcaba todos sus poderosos músculos de los brazos, tecleando en su laptop. Ni siquiera alzó la vista para verme.—Tengo hambre.. —fue todo cu
Capítulo treinta y ocho: Enamorada de mi marido“Narra Sofia Galanis”De todas las razones que había imaginado para que quisiera seguir unido a mí, la de que estuviera obligado a estar conmigo por el dichoso contrato era la peor.—Te has puesto pálida.—Me duele la cabeza.Quise retirar la bandeja. Apolo se inclinó para ayudarme.—¡Puedo sola! —dije desencajada, pero él ignoró mis palabras y me agarró de la cintura para subir las escaleras de vuelta a la habitación juntos.Una vez que me acomodé de nuevo en la cama, me tapé con la sábana y me puse boca abajo, incapaz de mirarlo siquiera.Me sentía sin una pizca de orgullo, sin un ápice de vanidad. En unos minutos, Apolo había dado vuelta a todo.—Estarás más cómoda sin esa bata.Me puse tensa. Por un momento me había olvidado de que él estaba aún en la habitación.—Da igual.—Necesitas descansar, dormir una noche de un tirón.De pronto sentí unas manos que me bajaban la bata, levantaban la sábana y hacían caer la prenda. Luego volví