Capítulo veinte: Anciano prematuro “Narra Sofia Galanis” Era la primera vez que trabajaba en un oficina tan grandes y sobre todo como secretaria. Maritza, su secretaria ejecutiva principal, tenía su propia oficina, mientras que yo estaba atascada con el frío malhumorado jefe las ocho horas laborales. Cualquiera estaría maravillada o deslumbrada, sin embargo, a mí aquella enorme y lujosa oficina no me gustaba nada. Porque, por muy grande que fuera el espacio entre los dos, seguíamos estando solos, encerrados, escuchando la respiración del otro, siendo consciente de cada uno de sus movimientos. Eso sin hablar de la tensión que se podía sentir en el ambiente, tenía la impresión de que podría cortar la tensión incluso con el filo de mis uñas ahora destrozadas de comérmelas. Lo bueno fue que a pesar de mi nuevo estatus, mi marido fue el primero en no darme un trato especial alguno. Maritza me entregó un montón de papeles para que los ordenara por fecha y estadísticas para después transcr
Capítulo veintiuno: Ardiendo de deseo “Narra Sofia Galanis” > > Un brusco movimiento interrumpe mis cavilaciones y entonces, lo que sigue es de locos. La mano que seguía en mis muslos avanza por mi estómago, masajea mis pechos, provocándome un gemido ahogado y me pellizca justo antes de tomarme del cuello. Clava sus dedos en mi garganta y pega sus labios a los míos con rabia. —Estás ardiendo, Sofia —jura en un tono seco—. Estás ardiendo de deseo por este anciano prematuro… ¿A que sí? Siento que me falta el aire y que está siendo tan bruto que le doy una cachetada... Sin embargo, todo queda en un intento, porque el muy bruto me sostiene la muñeca y la lleva contra la puerta del auto cerrada. Creo que estamos en movimiento y si alguien nos está escuchando me importa un pepino ahora mismo. Tengo un peso extraño en la cabeza que no me deja pensar en nada, solo puedo sentir la necesidad de explotar y liberarme. Tropiezo con algo duro
Capítulo veintidós: Síntomas de embarazo“Narra Sofia Galanis”Me alejé todo cuanto pude de él y giré mi cabeza hacia la ventanilla para ver las calles que íbamos pasando y me centré en ello, aunque hacerlo me provocara un ligero mareo. Entonces, mi estómago rugió de repente y dejé escapar un jadeo ahoagdo.—¿Algo más que quieras compartir, Sofia? —preguntó Apolo con fastidio.Después de las duras palabras que yo le había soltado, y que encima él no hubiera respondido ni siquiera con una mirada, la verdad es que no quería decir nada más. Sin embargo, el bebé que crecía dentro de mí era el dueño de mi cuerpo justo en aquel momento. Exigía lo que quería y no me podía negar. Eso ya me daba indicios de que saldría como el neandertal de su padre y me daría más quebraderos de cabeza que el propio Apolo Galanis.Tragué saliva antes de abrir la boca, sin voltear a mirarle.—¿Podemos detenernos en la siguiente intercepción? —pregunté, sintiendo otro retorcijón en el estómago.—No te vas a ir s
Capítulo veintitrés: La combinación perfecta“Narra Sofia Galanis”La boda de mañana sería una verdadera tortura para mí. Todavía me parecía mentira que hacía apenas un par de meses, los novios eran las dos personas más importantes de mi vida, no las dos personas que me habían destruido la vida. No quería ir, no quería verlos a ninguno de los dos, ni siquiera a mi padre. Por algo había dejado que Apolo no los incluyera en la lista de invistados de nuestra boda y eso fue lo que le dije a mi marido, pero él peleó conmigo hasta el cansancio para que fuéramos.—¿No ves que es la ocasión perfecta para mostrarles que no te hacen falta, que te va de maravilla sin ellos? —insistió.—Yo no tengo nada que demostrar, Apolo —le dejé claro—. Acepté que mi familia no me quiere, dejé de preocuparme por ellos y ¡cerré ciclo! No quiero ir a ningún lado, no me interesa nada que tenga que ver con ellos.—¡Sí, claro! —bufó con tono burlón—. Por eso te desmayaste cuando recibiste el mensaje.Puse los ojos
Capítulo veinticuatro: Hacer el ridículo“Narra Sofia Galanis”La cara de mi hermana se desfiguró por completo, sin embargo, ella volvió a recuperarse a los dos segundos. Podía apostar a que seguro se había dado cuenta de que era la novia y justo ese día, ella era el centro de atención. O tal vez fuera el hecho de que todos los invitados nos estaban mirando.—Ahora, si me disculpan —tomé la palabra para dirigirme a todo el grupo de serpientes al mismo que sentía cómo Apolo afianzaba el agarre sobre mi brazo. Tal vez todo fuera producto de mi imaginación, pero me daba la sensación de que me sostenia con fuerza para darme apoyo, o para demostrarme que estaba de mi lado—, iré con mi marido a buscar un buen asiento para ver el espectáculo.—Pero si eres mi Dama de Honor —saltó mi hermana.—¿Lo soy? —pregunté haciéndome la tonta. Era más que evidente que yo me le estaba burlando en la cara y sin disimulo alguno y eso la puso colorada encendida—. ¿En qué momento acepté serlo que no me acuer
Capítulo veinticinco: Un escudo de guerra griego“Narra Sofia Galanis”—Sofia, nos vamos… —mi marido llegó hasta mí y me tocó el brazo derecho. Yo todavía seguía en shock.>Apolo me había llamado su >. Sentí un revuelo en el estómago de pronto y no creía que fuera el bebé dando patadas.—No te preocupes por mí, querido —desestimé cuando hizo el intento de ayudarme a levantarme. Por alguna razón, ahora quería quedarme, quería que todos me vieran, que no les quedara duda que, contra todo pronóstico, me iba mucho mejor sin ellos—. Estoy perfectamente bien y tengo ganas de entretenerme. Me gustaría quedarme para el show.—¿De verdad? —Apolo volteó a mirarme con el ceño fruncido. Pero yo asentí segura de la decisión que había tomado. A él también tenía que darle una lección. ¿él quería venir a la boda, no? Pues que se aguantara—. Está bien, un poco de comedia barata no le hace daño a nadie. Piérdete de vista, Wilson. Y cuidado con molestar a mi esposa. Nos quedamos e
Capítulo veintiséis: Nublando el juicio “Narra Apolo Galanis” Cuandovi a Emma Wilson tratando de ridiculizar a mi mujer, e incluso después, haciendo el ademán de agredirle, no lo aguanté más. Hasta el momento había dejado que Sofía sacara las garras que yo sabía que tenía escondidas, pero no podía permitir que nadie la tocara. Solo hyo tenía ese derecho. Por eso me interpuse en el medio. La ira que hasta ahora contenía con dificultad salió a la luz y habría jurado que el mundo tembló bajo mis pies. Miré a la multitud como mismo miraba al populacho, como lo que eran exactamente: asquerosas e insignificantes cucarachas. Todos los que estaban allí contemplando la escena como si se tratara de una obra de teatro magistral, sin excepción de ninguno, eran uno parásitos sociales y estaban más que podridos por dentro. —Tienes muchas agallas para abordar a mi esposa en mi presencia, Emma Wilson —escupí las palabras en su cara—. ¿Quién te crees que eres? ¿Tienes alguna idea de con quién te e
Capítulo veintisiete: ¿Crees en mi inocencia? “Narra Apolo Galanis” Puedo sentirla temblar, pero no de miedo. Me apodero de su boca, febril. No me importa que estemos en el atrio de la casa. La servidumbre recibe una generosa paga por su discreción. Sin embargo, ese es el último pensamiento que asalta mi mente. Me doy un festín con ella. Su boca es mía, toda ella es mía. La alzo en vilo y la insto a rodearme la cintura con las piernas. Sin interrumpir en ningún momento el beso, sujetándola firmemente, me dirijo a la superficie horizontal más cercana, una mesa colocada contra la pared, y la siento en el borde. Mis manos buscan enseguida bajo su falda con una urgencia que no tengo ningún deseo de dominar. Sigo besándola, cada vez más profunda y salvajemente con cada caricia. Puedo paladear su adictivo sabor. Saborear cada pequeño grito que le nace en la garganta. Oler el jabón que esparcí por su cuerpo hace unas horas y que actúan como irresistibles afrodisíacos. No me queda tiempo