—Sí, quiero que viaje conmigo —pronunció con la barbilla temblorosa—. Soy un manojo de nervios —expresó con sinceridad.Carlos Alejandro ladeó los labios y sonrió, acomodándose en su asiento.—No se diga más, enfrentemos esto juntos. —Tomó una de sus manos y depositó un beso sobre su dorso.—Gracias —Briana respondió conteniendo el aire ante aquel gesto. Ambos se abrocharon sus cinturones y emprendieron ese viaje sin tener una idea exacta de lo que les esperaría en aquel lugar; sin embargo, Carlos Alejandro era un hombre astuto, decidido y dispuesto a todo por Briana.El vuelo fue ameno, Arango se encargó de distraerla con una charla amena, sin tocar temas importantes, al contrario la hizo reír, más cuando hablaron de los mellizos y sus últimas travesuras. Le mostró las fotografías que su madre le había enviado. No se había salvado.—No sé cómo es que fueron capaces de hacerle la broma del sonido del mosco, mientras dormía y ponerle crema batida en las manos —Carlos Alejandro expresó
Caminaron por el vestíbulo del asilo, las paredes estaban recubiertas por pintura vieja y amarillenta, además que no había baldosas, el lugar tenía concreto en el suelo. Briana se sujetó al brazo de Carlos Alejandro, el sitio era deprimente, las pequeñas ventanas no filtraban la suficiente iluminación.—Este lugar es horrible —murmuró bajito.—Lo sé —Carlos Alejandro contestó intentando ocultar su cara de horror al llegar a la recepción—. Venimos a visitar al señor Agustín Escudero.La sonrisa que llevaba la chica se borró. Sujetó su móvil y enseguida llamó al médico encargado.—Tomen asiento —señaló hacia un par de sillas.Ambos se miraron a los ojos y presionaron los labios, estaban rotas, se le veía el relleno.—Aquí esperamos —pronunciaron en coro.Minutos después uno de los médicos abrió la puerta que dividía el lugar hacia el área donde estaban internados algunas personas.—Señor Arango —pronunció agitado.—La señorita es Briana Escudero, hija del señor Agustín —enfocó su férrea
Un fuerte estremecimiento, recorrió la espina dorsal de Carlos Alejandro, aferró sus manos con firmeza a su tembloroso cuerpo.— ¿Quieres contarme? —pasó saliva con dificultad, se dio cuenta que también temblaban sus manos y su corazón latía agitado.—Me fuí de tu habitación para no levantar habladurías, dormí un rato, hasta que un joven tocó a la puerta, me entregó una nota que me habían dejado, en dónde me decían que mi papá se había puesto grave y quería verme. Tenía un domicilio. Era tanto mi deseo de encontrarme con mi papá, guardé mis pertenencias, y decidí viajar para verlo. —Descansó su cabeza sobre uno de sus hombros y limpió un par de lágrimas.— ¿Por qué no me buscaste?, yo te hubiera acompañado, con mayor después de lo que pasó entre nosotros. —Recargó su barbilla en el hueco de su hombro.—Te dejé una nota, le pedí a ese mismo joven que te la entregara.Carlos Alejandro volteó a mirarla, quedándose pensativo, nada encajaba, las piezas de aquel tenebroso rompecabezas, se m
Carlos Alejandro sin que se dieran cuenta, se salió de la habitación para dejarlos hablar a solas, estaba consciente que necesitaban privacidad, ya habría tiempo para presentaciones y formalidades, ahora lo importante era averiguar que aquel hombre siguiera trabajando en el hotel de San José del Cabo, estaba seguro que los conectaría con el infeliz que orquestó todo.De inmediato se puso en contacto con el investigador privado, y le narró los sucesos, además de darle la descripción del sujeto. Estaba en la máquina de café, colocando un par de monedas, a punto de elegir la bebida que deseaba, cuando uno de sus hombres se acercó fingiendo que también deseaba uno.—La esposa del señor Agustín, se encuentra en la recepción, no viene sola.Arango esbozó una sonrisa torcida, era su día de suerte, por fin se le haría conocer a la mujer más odiaba en el mundo, aquella que había despreciado a Briana de pequeña.—Elige una bebida, es toda tuya —manifestó abandonando la máquina expendedora y se
Briana contuvo el aire, su azulada mirada se fijó en los carnosos labios de Carlos Alejandró, estaban tan cerca a escasos centímetros, además que su exquisito aroma, la embriagaba. Ya no podía evitarlo, no cuando esas grandes manos viajaron hasta su rostro acunando sus mejillas.Quedaron ajenos al mundo, encerrados en aquella pequeña cabina, donde no se podía escuchar nada, solo el latir de sus corazones. Briana lo sujetó de los brazos, cerró sus ojos y separó los labios, deseosa.Carlos Alejandro no pudo resistirse más y la besó, introduciendo con avidez su lengua, deseando sentir las delicadas caricias de la de ella, apreciar nuevamente su dulce sabor. Uno que llevaba tatuado en el alma.—Te amo, Bri —expresó al tomar distancia para poder tomar aire.Briana esbozó una amplia sonrisa al escucharlo, su mirada se cristalizó ante la gran alegría que la embargaba.—También te amo —pronunció con emotividad.No pudieron seguir con las muestras de cariño, porque las puertas del ascensor se
El fuerte apretón que Carlos Alejandro dio en la mano que sujetaba de Briana, la hizo agitar su cabeza y volver al aquí y ahora, dándose cuenta que no estaba sola, además que estaban en un lugar público y no sería capaz de hacerle daño.—No, no podemos hacerlo, es por recomendación de mi abogado —concluyó de manera ágil la joven—, como ya se les informó cualquier cosa que sea en los juzgados.Orlando arrugó el ceño, y fijó su mirada en ella.— ¿Es una broma? —indagó—. Nosotros siempre nos hemos llevado bien, no necesitamos abogados. —Intentó colocar su mano sobre uno de los hombros de Briana, pero Carlos Alejandro se lo impidió, no pudo resistir que la tocara.—Mi novia fue muy clara —intervino—, cualquier cosa, hablenlo con su abogado —pronunció con firmeza.Orlando presionó los dientes con fuerza, aquella manera en la que lo sujetó, le provocó dolor, pero no se lo demostró. Lo miró con desagrado, de la misma manera en la que aquel sujeto lo veía.—Este asunto solo le corresponde a
Dos días después.Briana estaba arreglando la barba de su papá, cuando recibió una llamada—. Puedes terminar de arreglarle del otro. —Señaló y tomó su móvil para salir a responder una llamada.—Con todo gusto —contestó Carlos Alejandro, tomando las tijeras, mientras ella tomaba la llamada.—Buenos días, Licenciado Roberto.—Señorita Escudero, parece que se ha olvidado por completo de sus responsabilidades, solo llamo para decirle que ya no se moleste en presentarse. —Del otro lado del auricular torció los labios, imaginando que rogaría por su puesto y podría poner sus condiciones.Silencio.— ¿Tiene que decir algo señorita Briana?—No, nada, que tenga buen día. —Cortó la llamada. Sabía que eso sucedería, ¿quién justificaría todos los días que llevaba fuera?.Se quedó parada en el umbral de la puerta, observando a Arango delinear con cuidado la barba de su padre, quien sonreía con agrado, viéndose al espejo.— ¿Qué le parece? —preguntó Carlos Alejandro.—La dejaste justo como me gusta
— ¡Suelta a mi hija! —Carlos Alejandro bramó rabioso, aún estaba descendiendo de su auto, se había adelantado para que todo estuviera bien con la ambulancia que trasladaba al señor Agustin.Una fuerte llamarada en forma de ira, lo abordó, no podía creer lo que estaba viendo, aquella mujer sacudía con fuerza a su hija. No daba crédito, Danilo por su parte intentaba forcejear.Rosa Lilia soltó a Daniela, cuando se dio cuenta de la presencia de Carlos Alejandro, su pecho subía y bajaba, estaba fuera de sí.—Esto no es lo que parece —expresó, llevándose las manos a su larga cabellera—. Tus hijos nunca me han querido, eso no es novedad, lo sabes muy bien —chilló, observando a Carlos Alejandro moverse a grandes pasos hacia sus hijos. — ¿Me crees verdad? — ¿Te encuentras bien? —Carlos Alejandro se flexionó hacia Daniela, con sus manos fue quitando un par de mechones de su rostro. —Sí, estoy, bien —respondió calmando los latidos de su corazón al ver que estaba en casa.— ¿Y tú? —miró a su