Carlos Alejandro sin que se dieran cuenta, se salió de la habitación para dejarlos hablar a solas, estaba consciente que necesitaban privacidad, ya habría tiempo para presentaciones y formalidades, ahora lo importante era averiguar que aquel hombre siguiera trabajando en el hotel de San José del Cabo, estaba seguro que los conectaría con el infeliz que orquestó todo.De inmediato se puso en contacto con el investigador privado, y le narró los sucesos, además de darle la descripción del sujeto. Estaba en la máquina de café, colocando un par de monedas, a punto de elegir la bebida que deseaba, cuando uno de sus hombres se acercó fingiendo que también deseaba uno.—La esposa del señor Agustín, se encuentra en la recepción, no viene sola.Arango esbozó una sonrisa torcida, era su día de suerte, por fin se le haría conocer a la mujer más odiaba en el mundo, aquella que había despreciado a Briana de pequeña.—Elige una bebida, es toda tuya —manifestó abandonando la máquina expendedora y se
Briana contuvo el aire, su azulada mirada se fijó en los carnosos labios de Carlos Alejandró, estaban tan cerca a escasos centímetros, además que su exquisito aroma, la embriagaba. Ya no podía evitarlo, no cuando esas grandes manos viajaron hasta su rostro acunando sus mejillas.Quedaron ajenos al mundo, encerrados en aquella pequeña cabina, donde no se podía escuchar nada, solo el latir de sus corazones. Briana lo sujetó de los brazos, cerró sus ojos y separó los labios, deseosa.Carlos Alejandro no pudo resistirse más y la besó, introduciendo con avidez su lengua, deseando sentir las delicadas caricias de la de ella, apreciar nuevamente su dulce sabor. Uno que llevaba tatuado en el alma.—Te amo, Bri —expresó al tomar distancia para poder tomar aire.Briana esbozó una amplia sonrisa al escucharlo, su mirada se cristalizó ante la gran alegría que la embargaba.—También te amo —pronunció con emotividad.No pudieron seguir con las muestras de cariño, porque las puertas del ascensor se
El fuerte apretón que Carlos Alejandro dio en la mano que sujetaba de Briana, la hizo agitar su cabeza y volver al aquí y ahora, dándose cuenta que no estaba sola, además que estaban en un lugar público y no sería capaz de hacerle daño.—No, no podemos hacerlo, es por recomendación de mi abogado —concluyó de manera ágil la joven—, como ya se les informó cualquier cosa que sea en los juzgados.Orlando arrugó el ceño, y fijó su mirada en ella.— ¿Es una broma? —indagó—. Nosotros siempre nos hemos llevado bien, no necesitamos abogados. —Intentó colocar su mano sobre uno de los hombros de Briana, pero Carlos Alejandro se lo impidió, no pudo resistir que la tocara.—Mi novia fue muy clara —intervino—, cualquier cosa, hablenlo con su abogado —pronunció con firmeza.Orlando presionó los dientes con fuerza, aquella manera en la que lo sujetó, le provocó dolor, pero no se lo demostró. Lo miró con desagrado, de la misma manera en la que aquel sujeto lo veía.—Este asunto solo le corresponde a
Dos días después.Briana estaba arreglando la barba de su papá, cuando recibió una llamada—. Puedes terminar de arreglarle del otro. —Señaló y tomó su móvil para salir a responder una llamada.—Con todo gusto —contestó Carlos Alejandro, tomando las tijeras, mientras ella tomaba la llamada.—Buenos días, Licenciado Roberto.—Señorita Escudero, parece que se ha olvidado por completo de sus responsabilidades, solo llamo para decirle que ya no se moleste en presentarse. —Del otro lado del auricular torció los labios, imaginando que rogaría por su puesto y podría poner sus condiciones.Silencio.— ¿Tiene que decir algo señorita Briana?—No, nada, que tenga buen día. —Cortó la llamada. Sabía que eso sucedería, ¿quién justificaría todos los días que llevaba fuera?.Se quedó parada en el umbral de la puerta, observando a Arango delinear con cuidado la barba de su padre, quien sonreía con agrado, viéndose al espejo.— ¿Qué le parece? —preguntó Carlos Alejandro.—La dejaste justo como me gusta
— ¡Suelta a mi hija! —Carlos Alejandro bramó rabioso, aún estaba descendiendo de su auto, se había adelantado para que todo estuviera bien con la ambulancia que trasladaba al señor Agustin.Una fuerte llamarada en forma de ira, lo abordó, no podía creer lo que estaba viendo, aquella mujer sacudía con fuerza a su hija. No daba crédito, Danilo por su parte intentaba forcejear.Rosa Lilia soltó a Daniela, cuando se dio cuenta de la presencia de Carlos Alejandro, su pecho subía y bajaba, estaba fuera de sí.—Esto no es lo que parece —expresó, llevándose las manos a su larga cabellera—. Tus hijos nunca me han querido, eso no es novedad, lo sabes muy bien —chilló, observando a Carlos Alejandro moverse a grandes pasos hacia sus hijos. — ¿Me crees verdad? — ¿Te encuentras bien? —Carlos Alejandro se flexionó hacia Daniela, con sus manos fue quitando un par de mechones de su rostro. —Sí, estoy, bien —respondió calmando los latidos de su corazón al ver que estaba en casa.— ¿Y tú? —miró a su
Briana ingresó acompañada por un par de paramédicos, quienes llevaban la camilla con su papá, se dirigieron a la habitación en la que se quedaría Agustín. — ¿Estás segura que no incomodamos a nadie? —preguntó mientras lo pasaban a la cama. —Sí, estoy segura que Carlos Alejandro lo ofreció de corazón. —Sonrió con ternura y agradeció a los camilleros. —No me lo tomes a mal, mi vida, pero de pronto me cuesta trabajo creerlo, si tu madre y tu hermana no quisieron hacerse cargo de mí. —Inclinó su cabeza con nostalgia—, no creo que personas desconocidas deseen echarse una carga como yo—, en cuanto me recupere, regresaré a la casa de la ciudad, allá puedo contratar quien me cuide, si tú quieres, puedes irte a vivir conmigo. —Sonrió. La mirada de Briana se cristalizó. —No digas eso papá. Ya verás que son maravillosos, te vas a enamorar de los mellizos, son encantadores —refirió, —, no pienses más en Martina y Sarai, mejor piensa en la nueva familia que tendrás, una rodeada de cariño, espe
Días después.— ¿Cómo te fue cariño? —Agustin preguntó mientras tomaba un poco de sol en el jardín, en compañía de los mellizos.—Muy bien —contestó con emoción. Tomando asiento a su lado, acomodando la falda de su vestido azul marino.—Cuéntame, ¿qué te dijo el director Castro?—La semana próxima me reintegro a la universidad, por fin lograré terminar la carrera. —Su mirada se iluminó.—Me alegra mucho saberlo. Eres muy talentosa y dedicada, siempre lo fuiste, desde niña. Además que nunca te dejaste vencer, y sobre llevaste a Martina y Sarai, eso es un gran mérito. —Acarició su mejilla.—Tuve que tomar un camino distinto y desviarme un poco de la ruta, pero siempre supe que volvería a mi objetivo y me graduaría.—Eres un gran orgullo para mí. —Observó a los mejillones, jugar en la piscina—, me hubiera encantado que Sarai y tú se hubieran visto como familia, lamentablemente nunca fue posible —resopló con pesar.—Gracias, para mí es muy importante saber que te sientes orgullosa de mí.
— ¿Quién quiere más? —Daniela preguntó con amplia sonrisa, disfrutando que se encontraba sobre un pequeño banco, en la cocina, preparando panqueques con la ayuda de Briana.—Yo, yo quiero otro. —Joaquín solicitó.—Yo también —Eleonor mencionó relajada, se habían reunido en la cocina para cenar todos juntos.—Paso —Danilo se llevó las manos al estómago, estaba a punto de reventar—. Creo que no voy a poder dormir —anunció—, hace mucho no cenaba tanto.—Que exagerado —Daniela pronunció y luego dio un largo trago a su batido de frutos rojos—, no olvides que yo ayudé, no solo son panqueques de Briana.Es verdad, también ayudaste, pero la experta es Briana. —Guiñó un ojo.—Última vez que pregunto, ¿quién quiere más? —gritó con fuerza, deseando que se acabara la pila de panqueques que tenían en un plato.Aquel grito, lo escuchó perfectamente Carlos Alejandro, era eso justo lo que necesitaba, la algarabía de su familia, de inmediato anduvo hacia allá.—Yo, yo deseo panqueques —expresó sonrien