Dos días después.Briana estaba arreglando la barba de su papá, cuando recibió una llamada—. Puedes terminar de arreglarle del otro. —Señaló y tomó su móvil para salir a responder una llamada.—Con todo gusto —contestó Carlos Alejandro, tomando las tijeras, mientras ella tomaba la llamada.—Buenos días, Licenciado Roberto.—Señorita Escudero, parece que se ha olvidado por completo de sus responsabilidades, solo llamo para decirle que ya no se moleste en presentarse. —Del otro lado del auricular torció los labios, imaginando que rogaría por su puesto y podría poner sus condiciones.Silencio.— ¿Tiene que decir algo señorita Briana?—No, nada, que tenga buen día. —Cortó la llamada. Sabía que eso sucedería, ¿quién justificaría todos los días que llevaba fuera?.Se quedó parada en el umbral de la puerta, observando a Arango delinear con cuidado la barba de su padre, quien sonreía con agrado, viéndose al espejo.— ¿Qué le parece? —preguntó Carlos Alejandro.—La dejaste justo como me gusta
— ¡Suelta a mi hija! —Carlos Alejandro bramó rabioso, aún estaba descendiendo de su auto, se había adelantado para que todo estuviera bien con la ambulancia que trasladaba al señor Agustin.Una fuerte llamarada en forma de ira, lo abordó, no podía creer lo que estaba viendo, aquella mujer sacudía con fuerza a su hija. No daba crédito, Danilo por su parte intentaba forcejear.Rosa Lilia soltó a Daniela, cuando se dio cuenta de la presencia de Carlos Alejandro, su pecho subía y bajaba, estaba fuera de sí.—Esto no es lo que parece —expresó, llevándose las manos a su larga cabellera—. Tus hijos nunca me han querido, eso no es novedad, lo sabes muy bien —chilló, observando a Carlos Alejandro moverse a grandes pasos hacia sus hijos. — ¿Me crees verdad? — ¿Te encuentras bien? —Carlos Alejandro se flexionó hacia Daniela, con sus manos fue quitando un par de mechones de su rostro. —Sí, estoy, bien —respondió calmando los latidos de su corazón al ver que estaba en casa.— ¿Y tú? —miró a su
Briana ingresó acompañada por un par de paramédicos, quienes llevaban la camilla con su papá, se dirigieron a la habitación en la que se quedaría Agustín. — ¿Estás segura que no incomodamos a nadie? —preguntó mientras lo pasaban a la cama. —Sí, estoy segura que Carlos Alejandro lo ofreció de corazón. —Sonrió con ternura y agradeció a los camilleros. —No me lo tomes a mal, mi vida, pero de pronto me cuesta trabajo creerlo, si tu madre y tu hermana no quisieron hacerse cargo de mí. —Inclinó su cabeza con nostalgia—, no creo que personas desconocidas deseen echarse una carga como yo—, en cuanto me recupere, regresaré a la casa de la ciudad, allá puedo contratar quien me cuide, si tú quieres, puedes irte a vivir conmigo. —Sonrió. La mirada de Briana se cristalizó. —No digas eso papá. Ya verás que son maravillosos, te vas a enamorar de los mellizos, son encantadores —refirió, —, no pienses más en Martina y Sarai, mejor piensa en la nueva familia que tendrás, una rodeada de cariño, espe
Días después.— ¿Cómo te fue cariño? —Agustin preguntó mientras tomaba un poco de sol en el jardín, en compañía de los mellizos.—Muy bien —contestó con emoción. Tomando asiento a su lado, acomodando la falda de su vestido azul marino.—Cuéntame, ¿qué te dijo el director Castro?—La semana próxima me reintegro a la universidad, por fin lograré terminar la carrera. —Su mirada se iluminó.—Me alegra mucho saberlo. Eres muy talentosa y dedicada, siempre lo fuiste, desde niña. Además que nunca te dejaste vencer, y sobre llevaste a Martina y Sarai, eso es un gran mérito. —Acarició su mejilla.—Tuve que tomar un camino distinto y desviarme un poco de la ruta, pero siempre supe que volvería a mi objetivo y me graduaría.—Eres un gran orgullo para mí. —Observó a los mejillones, jugar en la piscina—, me hubiera encantado que Sarai y tú se hubieran visto como familia, lamentablemente nunca fue posible —resopló con pesar.—Gracias, para mí es muy importante saber que te sientes orgullosa de mí.
— ¿Quién quiere más? —Daniela preguntó con amplia sonrisa, disfrutando que se encontraba sobre un pequeño banco, en la cocina, preparando panqueques con la ayuda de Briana.—Yo, yo quiero otro. —Joaquín solicitó.—Yo también —Eleonor mencionó relajada, se habían reunido en la cocina para cenar todos juntos.—Paso —Danilo se llevó las manos al estómago, estaba a punto de reventar—. Creo que no voy a poder dormir —anunció—, hace mucho no cenaba tanto.—Que exagerado —Daniela pronunció y luego dio un largo trago a su batido de frutos rojos—, no olvides que yo ayudé, no solo son panqueques de Briana.Es verdad, también ayudaste, pero la experta es Briana. —Guiñó un ojo.—Última vez que pregunto, ¿quién quiere más? —gritó con fuerza, deseando que se acabara la pila de panqueques que tenían en un plato.Aquel grito, lo escuchó perfectamente Carlos Alejandro, era eso justo lo que necesitaba, la algarabía de su familia, de inmediato anduvo hacia allá.—Yo, yo deseo panqueques —expresó sonrien
Días después.Carlos Alejandro abrió la puerta de su camioneta y extendió su mano ayudando a que descendiera su chica, dio un largo suspiro al apreciar lo hermosa que se veía, luciendo un vestido de noche, a los hombros, largo con una tentadora apertura en su pierna. Su mirada se centró en el pequeño bulto que se le notaba a la perfección. No pudo evitar colocar su mano en su vientre y deslizar sus dedos sobre la suavidad de la tela.—Hoy te vamos a zarandear un poco, espero no te incomode. —Mordió su labio y sonrió sin ocultar que se sentía extasiado.Briana soltó una pequeña risita, ante su comentario.—Se va a divertir mucho —aseguró caminando entrelazando sus dedos a los de él. Sus ojos se abrieron de par en par al caminar por un sendero de luces que los guiaban hasta el interior de un prestigioso restaurante-bar, en el que disfrutarían una hermosa velada.Al llegar al interior, la joven que fungía como hostess, los guió a través de las lujosas mesas revestidas con mantelería dor
Días después. Briana ingresó al apartamento sosteniendo una pequeña bolsa del super, la sonrisa que llevaba se le quitó al ver sentadas en la sala a Sarai, desde que estaban abriendo la puerta logró escuchar que alguien lloraba en interior. Preocupada entró dándose prisa. Pasó saliva con dificultad al comprender lo que ocurría. —Buenas tardes —saludó con seriedad dejando la bolsa sobre el cristal de la mesa. Sarai quitó las manos de su rostro y se puso de pie, al escuchar llegar a Briana. — ¿Cómo pudiste inventar una mentira tan repugnante en contra de mi esposo? —reclamó limpiando su cara con el dorso de su mano. Bri apuntó su mirada hacia Sarai, presionó con fuerza sus puños, ante su reclamo. —Yo no inventé nada —expresó acercándose a ella, da gracias a Dios que ese infeliz confesó que no me tocó, porque de ser así, pasaría mucho más tiempo encerrado, por lo que me hizo. —No es verdad, ¡estás mintiendo! —exclamó con voz fragmentada. —No lo hago, si fuese mentira, ya hubiera
Tiempo después. Con las manos entrelazadas, debajo de una hermosa pérgola arreglada con delicadas rosas blancas y tulipanes rosados, se encontraban Briana y Carlos Alejandro esperando escuchar la anhelada frase que uniría sus vidas para siempre. Sus torsos subían y bajaban agitados por la marea de emociones que los embriagaba. Delgados mechones de la cabellera de Briana, revolorearon por su rostro debido a la brisa que golpeó su cara. Esbozó una dulce sonrisa al sentir las manos de Carlos Alejandro, retirarlos, de inmediato sus radiantes ojos azules, se posaron en él, reflejándose en los de él. —Los declaró esposos —pronunció el pastor—. No olviden que de ahora en adelante dejaron de ser dos, para ser uno, seguir un mismo camino, que los lleve a crecer como pareja, a disfrutar, y que el gozo los envuelva, los fortalezca y los haga crecer en el amor—. Carlos Alejandro, puedes besar a tu esposa. —Ya era hora —pronunció él con alegría. Acunó con ambas manos sus mejillas y acercó su