Briana.En cuanto el avión tocó tierra en la ciudad de Durango, en donde aquella nota decía que su papá estaba, buscó un taxi para dirigirse al domicilio señalado, ¿será que por fin Martina le permitiría verlo?, ¿quizás ya lo habrían dado de alta?, la esperanza envolvió su corazón.Al llegar a la dirección en la que venía la nota, de inmediato tocó por el conmutador, la puerta se abrió con tan solo anunciarse con su nombre.— ¡Martina! —exclamó al ingresar por la residencia. —¿En dónde estás? —preguntó—, necesito tener noticias de mi papá —solicitó sin que le respondiera nada.Caminó por la sala observando el clásico estilo Luis XVI, sabía que era parte de los costosos gustos de aquella mujer, además de que era algo tradicionalista; un atisbo de nostalgia se apoderó de ella, cuantas veces la regañó por jugar ahí. Se dirigió al comedor del mismo estilo y se asomó hacia la cocina.— ¡Martina! —volvió a gritar, cuando estaba por girarse para dar la media vuelta sintió la presencia de al
Briana despertó algo aturdida, al sentarse sobre la cama que se encontraba, sintió un fuerte dolor de cabeza, miró a su alrededor, se dio cuenta que no reconocía el lugar, por lo que de inmediato se puso de pie. No lograba recordar nada, ni cómo es que había llegado hasta ahí.— ¿En dónde estoy? —se llevó las manos a su frente, sintiendo que su sien palpitaba con fuerza. Se calzó las zapatillas que llevaba y salió de aquella habitación, al llegar al pasillo de la planta alta se le hicieron conocidas un par de pinturas en la sala de aquel lugar, por lo que de inmediato supo donde estaba. Era la casa de su papá.Descendió lentamente con temor a caer, pues no lograba enfocar con claridad por donde pisaba, un fuerte escalofrío la recorrió le seguía pareciendo el lugar tan frío, tan ajeno a ella, como siempre, pero esta vez algo en su pecho dolía, y no sabía por qué, además que no tenía la menor idea de cómo había llegado a aquella habitación, todo era una fuerte bruma.—Hasta que por fin
San Nicolás de los Garza, Monterrey.Martes.Carlos Alejandro se encontraba redactando un par de correos desde el estudio de su residencia, al no encontrarse Briana y después de lo que habían presenciado sus hijos, decidió no ir a la oficina, pues le habían aplicado la ley de hielo, lo ignoraban por completo, además de que no estaban comiendo bien y en sus miradas había un gran vacío nuevamente.Sacó del cajón de su escritoro aquel sobre amarillo que le habían enviado de forma anónima, y volvió a mirar a quellas imagenes en las que se veía besando a un hombre del cual no se apreciaba con claridad su rostro, pasó a la siguiente en donde estaban desnudos. Todo eso era nauseabundo, entre más cambiaba de fotografías iban subiendo de tono. ¡No lo podía creer!, estaba tan decepcionado de ella, que por despecho, pensó en prescindir de sus servicios, pero que explicación le daría a sus hijos, además que nada tenía que ver con su trabajo.Por otro lado, estando sus hijos tan devastados al habe
Contuvo el aire para evitar inhalar su dulzón aroma, pues sabía que lo desestabilizaría más de lo que quería. Ahora las cosas habían cambiado y si ella tenía una relación, era tiempo de que él también lo hiciera, inclinando la balanza hacia Rosa Lilia, una mujer hecha y derecha, se llevaba bien, y consideraba que tenían química en el sexo, quizás con el tiempo la llegaría a amar y sus hijos la verían como una amiga, así como a Briana.—Las cosas se salieron de control esa noche en los cabos —refirió tomando asiento frente a ellos—, bebí más de la cuenta y Rosa Lilia me ayudó, cuidó de mí. —Presionó su puño, pues ninguno de los dos lo miraban a los ojos—, lamento haberlos preocupado.— ¿Por qué no llegaste a la habitación con nosotros? —Danilo le preguntó.—Porque estaba muy mareado y Rosa Lilia no podía conmigo, por eso me dejó dormir en su habitación.—Ahora entiendo, ella lo cuidó como tú lo haces conmigo —Dany refirió a su mellizo—, papá la ve como a una hermana, ¡es eso!. —Dibujó
El conductor del auto, pisó a fondo el freno, deseando poder parar y evitar arrollar a aquel hombre que evidentemente corría distraído. Las pupilas de Carlos Alejandro se dilataron, además que su pulso se disparó, un impacto lo empujó haciendo que cayera.— ¿Se encuentra bien? —preguntó el hombre que conducía completamente asustado.—Sí, estoy bien —manifestó, dándose cuenta que pudo morir, en definitiva alguien desde arriba lo cuidaba, estaba seguro que se trataba de su difunta Daniela.— ¿Quiere que llame una ambulancia? —No, me siento bien. —Se puso de pie, había caído de sentón. Se dio cuenta que tenía raspado las piernas y los codos, pero de ahí en fuera no había pasado más—. disculpe el susto que le di —mencionó y prosiguió su andar, intentando volver a sentir esa fatiga en su cuerpo para no pensar en ella.Había oscurecido cuando volvió a su casa, entonces fue cuando se dio cuenta que le dolía el cuerpo, por lo que se daría una ducha y se encerraría en su habitación.Mientras
—Todo va a estar bien —Briana dijo para ambas, abrazándola con fuerza.— ¡No!, no puedes casarte con otra mujer, no queremos una madrastra —gritó Danilo—, eres un traidor —manifestó mirándolo con los ojos llenos de lágrimas.—Escúchame hijo —Carlos Alejandro intentó acercarse a él, pero retrocedió.—No te quiero escuchar, no volveré a hablar contigo nunca, ni tampoco volveré a jugar contigo —advirtió.—Nunca dejaré de ser tu padre —manifestó—, el amor que siento por ustedes nunca se agotará —pronunció intentando pasar el nudo que sentía.Rosa Lilia no podía creer lo que estaba escuchando, pues era cierto que en la oficina ella le había robado un par de besos, Carlos Alejandro no le había pedido en ningún momento que fueran novios, pero eso ya no importaba, ahora que lo había anunciado, no lo pensaba contradecir y menos después de decir que se casarían. Parecía que con haber tenido intimidad con él, lo había atrapado.—Pequeños —intentó sonar suave—, tienen que también van a poder cont
Carlos Alejandro presionó con fuerza su puño, ¡ahora resulta que era su culpa!, que fue él quien lo dejó en aquel viaje sin darle ninguna explicación y todo por encontrarse con su prometido, olvidándose de lo que acababa de pasar entre ellos. Vaya que era una cínica.—No me puedes dejar con la palabra en la boca —inquirió caminando detrás de ella, pero a Briana parecía no importarle, seguía caminando sin detenerse.— ¿Por qué no puedo? —respondió alzando la voz. — ¿Por qué es el ‘patrón’ y se cree el dueño del mundo? —bufó.—En efecto porque soy su jefe y de lo que estamos hablando es de mis hijos.—No de lo que yo estoy hablando es del hombre despiadado que es usted, le bastaron unos minutos para llegar y acabar con la paz que había en sus hijos, eso no tiene nombre, es un desalmado —gruñó—, nunca los había visto tan tristes, ¿le hace feliz?, sí claro que disfruta —expresó pensando que era lo que buscaba verla a ella sufriendo por que parecía haber olvidado la noche que pasaron junto
—Esa decisión la tomaré yo —respondió elevando su cabeza con altivez—, yo no creo que el señor Arango desee deshacerse de mí, los niños me adoran, ¿acaso no te has dado cuenta? —ladeó los labios y sonrió.Torció los labios al escucharla y la fulminó con la mirada.—Eres una insolente. Voy a ser la señora de esta casa, seré quien se haga cargo de los… mellizos, estoy más que segura que no te vamos a necesitar, más vale que empieces a hacer tus maletas y te largues. Briana esbozó una gran sonrisa, no la intimidaba.— ¿Acaso vas a dejar de trabajar para cuidar de los niños? —indagó disfrutando de ver que su rostro se desencajada, sabía que no le interesaban y no iba a dejarlos a su merced—. Te has olvidado de una cosa, muy pequeñita: ¿Crees que los niños te van a aceptar?Presionó con fuerza sus puños de tan solo recordar todas las maldades que le habían hecho, eran tantas que ya había perdido la cuenta.—Voy a buscar una mujer capacitada para que los eduque y los controle, porque me qu