CAPÍTULO 34. SU PROMETIDO

Al pasar el tiempo, Carlos Alejandro se sintió extrañado al ver que no bajaba Briana, ya habían desayunado todos, además que los niños deseaban ir al área de la piscina. Se puso de pie y miró su reloj.

—Voy a buscar a Briana —comentó—. Necesito que lleven a nadar a los niños un rato.

—Sí, señor —Eleonor tomó de las manos a los pequeños.

— ¡Vamonos! —exclamaron con alegría.

Carlos Alejandro salió del restaurante y se dirigió al ascensor, descendiendo en el octavo piso, recorrió el largo corredor para llegar hasta su habitación.

—Bri —pronunció sintiendo que su corazón latía agitado. Al no obtener respuesta, volvió a tocar—. Ya es muy tarde, ¿terminaste muy agotada? —pronunció dibujando una sonrisa que le llegó hasta su mirada. Moría de ansias por volver a verla y estrecharla entre sus brazos.

Tomó su móvil y le marcó, pero no contestó, ni tampoco se escuchó en el interior de la habitación, cosa que se le hizo extraño, por lo que se inquietó, ¿saldría a algún lugar sin avisar?

Giró su r
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