Cuando Rose salió del coche, no sabía que se había convertido en el centro de atención de tanta gente. Además, tampoco sabía que el color de su vestido era igualito que el de Jay. Cuando vio que Jay la estaba echando la culpa con su mirada, no supo qué hacer.

Josephine pensó que era porque el Dios manda que el color de sus atuendos tuviera que ser como de una pareja, así que levantó la voz y gritó: "Rose, estás usando el mismo color del atuendo y el peinado que mi hermano. Ustedes dos son la pareja perfecta".

Jay miró a Josephine y la regañó en voz baja. "¿No eres tú quien organizó esto?".

Josephine se abrió mucho los ojos como si no supiera nada. Su cabeza se movía sin cesar. "Hermano, no sé nada, de verdad. Confía en mí, que soy tan inocente como una paloma".

Jay miró a Rose con sospecha. Su ropa y sus joyas parecían caras. Si Josephine no se las había dado, ¿de dónde sacó el dinero para comprarlos?

Rose se acercó lentamente y puso hacia atrás el travieso mechón de cabello que c