capítulo 3

ANGELINE

En un acto de desesperación me ofrezco a cambio de su vida. El hombre que la apuntaba con una pistola ahora me mira fijamente. Me paso la mano por la mejilla secándome las lágrimas.

- Eso es exactamente lo que estoy diciendo. Déjala en paz y me iré contigo. Haré lo que quieras si le perdonas la vida. Incluso fregar el suelo de tu casa si quieres

- ¿Crees que eso es todo, chica? ¿Sabes con quién estás tratando? - se ríe, sujetándome la mandíbula con fuerza. - ¿De verdad quieres cambiar tu libertad por su vida? - Dice tirándome del pelo con la otra mano. Desenfunda de nuevo su pistola pasándomela lentamente por la cara. El frío objeto me recorre la cara varias veces y rezo mentalmente para que no me haga nada.

- ¿No has oído a mi hija? - vuelve a centrar su atención en la mujer del suelo-. Perdí mi juventud por ella, nada más justo que ella cambiara su libertad por mí.

- ¿De verdad vas a hacer eso? - Asiento con la cabeza. Él sonríe llevándome del pelo hasta la puerta. Un hombre alto me mira asombrado. -Navarro, métela en el coche y llévala al aeropuerto. Espérame allí, arreglaré unos detalles y luego sigue a Freire hasta allí. Pídele al piloto que prepare el jet que despegaremos esta noche. No aguanto ni un minuto más en esta ciudad. - El Sr. Navarro vuelve a entrar en mi casa y tengo miedo de lo que pueda hacerle.

- Señor Navarro, ¿qué está haciendo? - pregunto aún recuperando el aliento. El hombre se quita las gafas mirando a su acompañante que está a su lado conduciendo.

- ¿La versión embellecida? - asiente el hombre - es dueño de unos cuantos casinos: Los Ángeles, Nueva York, Las Vegas, Brasil, Londres y otros. - Me mira por el retrovisor: es lo mejor que hace. - Le miro fijamente.

- ¿Es malvado? ¿Puede hacer daño a mi madre? - pregunto, todavía asustada por todo lo que ha pasado.

- Cállate niña, haces demasiadas preguntas. Ya he dicho más de lo que debía y por tu bien y el nuestro también te sugiero que te calles a partir de ahora -me contesta secamente haciéndome sentir incómoda con todo esto y apoyando mi cabeza en la ventanilla y observando el paisaje exterior. Tiempo después llegamos al aeropuerto, y aún callada sigo a Navarro y a otro tipo que aún no sé el nombre hasta el avión de ese hombre. Rafael llega unos minutos después. Seguimos todo el viaje sin decir ni una palabra, intenté decirle algo pero me quemaba con la mirada cada vez que abría la boca para decir algo, así que decidí quedarme sola. Es casi mediodía cuando llegamos a Los Ángeles. Me doy cuenta de que lleva mi bolso, donde debe de haber guardado todos mis documentos, incluido el pasaporte. Una mujer camina furiosa hacia nosotros dos y, sin pensárselo dos veces, empieza a atacarme.

- ¿ASÍ QUE ESA ES LA PUTA CON LA QUE ESTABAS? - Suenas como un niño peleándose por una piruleta... ¡ERES UN CRETINAL!

- Julia, deja a la chica en paz. - Habla como si fuera un cachorro y ella inmediatamente empieza a atacarle.

- No podías haberte ido de aquí, dejarme aquí para quedarme con ella. Mírala, no hay nada que te guste -me mira con asco mientras le agarra que ni se mueve.

- No te preocupes, no tenemos nada más que negocios -le digo intentando ponerme en pie. Me mira con amargura como diciéndome que me calle y eso hago, sonrojándome en el mismo momento en que me mira.

- ¿Vamos a mi piso? - parece pensar un momento. - Te echo de menos.

- Esta noche nos vemos en el sitio de siempre. Ahora tengo que irme -me tira del brazo. Me siento como un objeto llevado de un sitio a otro. La ciudad está muy animada, veo a algunos famosos paseando. Sería mentira llamar hogar al lugar donde vive. Miro con asombro cada detalle del exterior. Podría perderme fácilmente en este lugar, y no exagero. - Ya está. - dice secamente sin siquiera mirarme. La casa es absurdamente lujosa, una mujer se pasea por la habitación barriendo. Rafael me lleva a una parte de la mansión donde hay un gran pasillo. Abre una de las puertas dándome paso para entrar, cierra la puerta sin decirme nada. Tiro el bolso al suelo y me tumbo en la cama sintiendo como me arden los ojos y me caen las lágrimas.

Me sentía perdida en una habitación de este tamaño, frente a mí hay una cama king size, a mi lado izquierdo hay un espejo que cubre toda la pared y llega hasta el techo, detrás de mí hay una tv de 50 pulgadas y mirando bien funciona por comando de voz. Siento la alfombra que es mega suave, ya en el borde de la cama hay un taburete muy bonito. Una puerta llama mi atención así que decido abrirla. Madre mía. Un armario más grande que nuestro dormitorio. Está totalmente vacío y en este momento estoy segura de que ni la mitad de mi ropa sería capaz de llenar esta habitación. Dentro hay un tocador... me pregunto si lo habrá puesto él. ¡No seas estúpido Ángel! Voy al baño curiosa mirando cada detalle. Lo que me llama la atención es que esta habitación fue hecha para una mujer y no para huéspedes normales. ¡Es un idiota!

- ¡Hola! - Salto y caigo al suelo - ¡perdón Chica! -(perdón chica)- es diferente a todas las demás, le veo cariño, está sonriendo, sus ojos transmiten alegría. - Me llamo Joane, ¿y tú?

- Me llamo Angeline, pero puedes llamarme Angel.

- ¿Quieres que te ayude? - me miro al espejo - estoy haciendo una tarta para Rafael, ¿quieres ayudarme?

Angel: solo si el ingrediente secreto es laxante. - se ríe conmigo. - yo... no se si puedo salir de esta habitación

- no se preocupe no está en casa, así que... venga conmigo señorita - cruzo la habitación a grandes pasos alcanzando la puerta rápidamente. Cruzamos el pasillo y bajamos las escaleras hasta la cocina. Una voz nos hace volver al salón, curiosa. Me escondo detrás de una columna.

- ¿Diga?

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