El resto de la semana estuvo leyendo los reportes de su hombre entre otras cosas.
Esa semana, no hubo nada fuera de lo común al igual que la siguiente.
Pero la semana que llego después fue distinto. El reporte decía - entre otras cosas - que habían desaparecido algunos barcos que cruzaban el río de lodo.
Los siguientes días llegaron los fuertes vientos y junto a ellos, tornados y enormes tormentas. Prácticamente era imposible navegar por el mar verde.
Unos días más y la desgracia no dejaba de pisotear a los mercaderes del mar. Esta vez habían saqueado cinco barcos que cruzaban el poso de los tigres.
Al cabo de un mes, los navegantes habían sido obligados a pasar por las rocas del acantilado, no sin antes pagar un buen peaje por ello.
Y allí estaba Jake Smith. Miraba la pequeña letra de las cartas que lo mantenían
Al despertar, estaban todos amarrados a los árboles y rocas.El contramaestre John al verse rodeado de hombres mirándolos con curiosidad se sorprendió.- ¿quién está a cargo?... ¡Exijo que me dejen hablar con su líder! - gritó con autoridad.Un hombre fuerte se acercó a él y lo golpeó.- ¿quién te crees, para hablarnos de esa forma? - preguntó el indígena mirándolo firmemente a los ojos.- soy el contramaestre John Cliff de la flota del dueño de los mares, perra, y si me vuelves a tocar, no vivirás para contarlo - dijo el contramaestre enojado.El hombre frunció las cejas y después le tiro dos dientes de un golpe.Mientras tanto, el capitán Jake merodeaba cerca del fuerte con su nave. Esperaban que llegará la noche mientras se p
A la mañana siguiente, Jake Smith se encontraba en un caballo galopando hacia las palmeras de Andares.El paisaje de aquel lugar era hermoso. Las palmeras eran verdes con tonos amarillos mezclándose entré sus hojas, se podían ver pájaros paseándose de lado a lado con sus alas y vividos colores. También las diferentes especies de simios que merodeaban por los árboles y palmeras de tan fertil lugar. Jake disfrutaba el panorama con una sonrisa mientras se aproximaba cada vez más a su destino.De repente aparecieron un par de indígenas cachas entré los árboles. El capitán Jake sacó de su bolsillo un pañuelo blanco y gritó - ¡vengo son de en paz! - El caballo se detuvo y tres de los indígenas se acercaron al capitán.- quiero ver a su jefe - les dijo lentamente abriendo ampliamente su boca y gesticulando con sus
El hombre se recostaba sobre un pequeño pajar mientras sus ojos vagaban entre las grises paredes de piedra caliza, que conformaban la celda que lo privaba de su libertad. Se hallaba sumergido en las profundidades inexploradas de su propia mente, pues sus pensamientos no lo dejaban flotar.Vestía de forma elegante. Un pantalón de seda, zapatos de cuero y chaqueta de lino. Tenía el cabello liso y grueso, se peinaba con una línea en el medio que no alcanzaba a notarse debido a lo abultado que era su rubio cabello. Sus ojos eran azules, la nariz fina, boca pequeña y una mandíbula cuadrada.Esa noche sólo podía pensar en lo que depararía su futuro.- Simon Saxe, jamás creí que te vería encerrado en una celda como esta - dijo un hombre canoso y con túnica oscura cortando el hilo de sus pensamientos.<
Ahora vayamos a un lugar situado a unos días de Phindelvania. En este caso hablamos de una taberna, te diría que es una gran taberna, pero estaría mintiendo.Pues era la taberna más común que podía existir. Tenía una barra algo grande y algunas personas paseándose por ella, tanto hombres como mujeres. No más de treinta personas, pero a nosotros solo nos importan tres de ellas... bueno... ellos.El primero era un hombre llamado Adler Weber. Era rubio, de piel blanca, llevaba una elegante túnica negra y un rostro serio bien afeitado y algo redondo.El segundo hombre vestía algo extravagante, tenía un gran sombrero, una chaqueta de cuero café y unos elegantes pantalones, encima de los zapatos que hacían juego con su atuendo.El rostro del hombre tenía un mostacho, algo de bello bajo el labio y el resto de bello en la cara, era grueso y
Unos minutos después, el rey se hallaba en la mesa junto a su tosca esposa y engreído hijo, cenando.- ¿Simon estas bien? - preguntó la reina.Simon la miro y le sonrió para decirle que lo estaba.- te noto muy pensativo.- ah... sí, tú sabes cómo es, tengo que pensar en cómo restaurar Phindelvania después de esta tragedia - respondió el rey y continuó comiendo.- ya sé que manejas un estrés muy alto, pero te notó algo distinto. Hace una hora alguien pidió verte ¿quién era? - preguntó su fisgona esposa.- era un mensajero, me dio una carta del príncipe de Tosno. Se ofrecía a apoyarme en lo le fuera posible para la restauración de la ciudad, pero le conteste que no había necesidad. Tengo todo bajo control.&n
Un par de días después, se presentó un hombre erudito en el palacio de Phindelvania para confirmar que todas las piezas en el templo de los reyes estuvieran en orden. El rey Simon lo recibió amablemente y llevó acompañado de sus dos habituales guardias al templo de los reyes.Antes de entrar dicho lugar, los guardias del templo lo palparon para asegurarse de que no ocultara nada y le pidieron la carta que verificaba que en verdad había sido enviado por el reino de Phindelvania. El hombre la mostró a uno de ellos, quien la verificó y permitió su ingreso.- mi Rey ¿también desea entrar? - preguntó uno de sus guardias.- por supuesto, acompañaré a nuestro visitante como suelo hacerlo cada año. ¿También tengo que ser requisado?El guardia miró a su compañero quien le dijo:&nbs
A la mañana siguiente el rey se encontraba leyendo sus cartas. De repente vio una que estaba marcada con un sello rojo y tenía impresa una "D".- ya leí la carta del rey Dimitri así que este debe ser el reporte de mi espía - pensó.De inmediato la tomó en sus manos para abrirla y leerla. La carta contenía las anotaciones del espía con la conversación resumida. El rey paseo sus ojos por el camino de letras hasta terminar de leerla.- ¡guardias! - grito el rey.En seguida se asomaron dos guardias a la puerta.- ¿que desea, mi Rey? - preguntó uno de ellos.- trae al general Hannibal, dile que suspenda sus labores independientemente de cuales sean. Lo necesito - ordenó el rey con autoridad.- sí mi rey.Dicho esto, ambos guardias h
Aquel sonido agudo e intermitente invadía con sus delgadas y desafinadas hondas la oscura habitación en la que se encontraba. Sentado sobre una incómoda banca de madera, se hallaba una enorme bestia peluda y café. Sus ojos marrones, se clavaban sobre una gigantesca hacha que sostenía con la mano izquierda, mientras la derecha le pasaba una piedra cuadrada para darle filo. El movimiento se repitió un par de veces más, antes de que el minotauro se levantara.Al levantarse, dejó el arma a un lado para terminar de ponerse la coraza y hombreras. Después tomó su hacha y salió de la habitación.Recorriendo los pasillos del castillo en el cual vivía, llegó a la habitación de la princesa a quien servía fielmente. Pero al tocar la puerta notó que la princesa no estaba, así que le preguntó con un par d