—¿Mi tía? —murmuró incrédula.En su momento, Ginesa había sido la única que, aquella fatídica noche, logró sacarla con vida del infierno que consumió a toda la familia La Torre.Fue también quien la llevó a una organización secreta para que se entrenara y pudiese vengar la muerte de sus padres y de sus tres hermanos.De no ser por ella, Daisy habría corrido el mismo destino trágico que el resto.Al fin y al cabo, Ginesa era la única pariente de sangre que le quedaba en el mundo.Sin embargo, por seguridad, nunca se habían mostrado juntas en público ni mantenido contacto abierto.La curiosidad pudo más que ella, y Daisy decidió seguirla a una distancia prudente para averiguar qué hacía su tía allí a esas horas.Pero, a mitad de camino, la perdió de vista.Estaba a punto de maldecir su mala suerte cuando sintió que alguien le tocaba el hombro. Se giró de golpe, lista para atacar, pero se encontró con la mismísima Ginesa.—¡G… Ginesa! —exclamó en un susurro, reprimiendo su golpe y bajando
—Verás, hace un tiempo Enzo me contactó para decirme que sospechas que el atentado contra ti de hace tres años y la muerte de tus padres y hermanos podrían tener relación con la familia Ortega. Es un rencor que no solo te pertenece a ti, también es mío. Y la venganza no debería ser solo responsabilidad tuya.Hizo una pausa y continuó:—Por eso me acerqué intencionalmente a la esposa de Fausto, doña Celerina López. Confiaba en encontrar pistas valiosas a través de ella. Hoy mismo me invitó a cenar y las copas se alargaron más de lo previsto. No me esperaba toparte allí.—Ah, comprendo —asintió Daisy—. Yo me colé de noche en la mansión. Intenté encontrar algo incriminatorio en el despacho de Fausto… pero nada. Ningún indicio útil.—¿Cabe la posibilidad de que la familia Ortega no esté involucrada en absoluto? —sugirió Ginesa—. Al fin y al cabo, cuando tu padre vivía, su relación con Fausto era bastante buena.Era cierto. El padre de Daisy, Antonio La Torre, y Fausto habían sido compañero
Esperó reconocer a la persona, sin embargo, se trataba de un desconocido.Era un tipo alto, al menos un metro ochenta y cinco, de complexión fornida; su mirada y su comportamiento resultaban erráticos, casi como si estuviera fuera de sí.—¡Esposa, esposa! ¡Ven a mis brazos para dormir juntitos! —gritó, lanzándose contra Daisy.Daisy reaccionó de inmediato y le tiró una patada. Para su sorpresa, él la esquivó con agilidad. ¿Un supuesto "loco" que podía moverse así?—Je… —masculló Daisy, con un deje de frialdad en la voz. Y antes de que él volviera a atacarla, soltó—: ¿Quién te mandó?—¿E-esposa? No sé de qué hablas… yo solo tengo sueño, ¡quiero dormir! —fingió él, con un tono fingidamente atontado.—¿No vas a hablar, cierto? —Daisy, sin perder más tiempo, sacó una aguja plateada de su cintura y la lanzó contra el entrecejo del hombre.«¡Pum!»En apenas un segundo, el intruso se desplomó en el piso, sin fuerzas para levantarse. Daisy se bajó de la cama y, pisándole el pecho, repitió con
Cuando el hombre vio que se trataba de Daisy, estuvo a punto de quedarse sin aliento.—¿Y-ya… sabes lo que…?—¿Lo que ibas a hacer? —lo interrumpió Daisy con un tono helado—. Sé lo suficiente. Y lo que aún no sé depende de cuánto quieras confesar.—¡Diré todo, lo juro! —balbuceó el tipo, todavía mareado por el golpe—. ¡Nada es más importante que mi pellejo!—Vaya, pues empieza. —Daisy lo miró con desdén.—Hoy en la mañana apareció una mujer, muy elegante, con sombrero y mascarilla… Me pidió que consiguiera a alguien para hacer un "trabajo"…Daisy sacó su celular y le enseñó una foto de Jasmine:—¿Es ella?Él ladeó la cabeza, intentando recordar.—No puedo asegurarlo —vaciló—. Tenía el rostro tapado, pero la complexión se le parece bastante.Daisy guardó el teléfono. Luego le lanzó una tarjeta:—Aquí hay cinco millones. Ya sabes lo que te toca hacer, ¿no?El hombre se quedó pensativo un instante. Al ver la mirada de Daisy, preguntó con cautela:—¿Ojo por ojo, verdad?Daisy soltó una ris
En ese mismo instante, Daisy, desde otra parte, observaba la escena a través de su dispositivo. Vio a Frigg suplicar auxilio y, un segundo después, Fernando entró precipitadamente en la habitación.Daisy apretó el móvil con tal fuerza que sus nudillos se pusieron blancos. «Para llegar tan rápido», pensó, «significa que ya estaba en este hospital. Y decían que a Fernando no le importaba Frigg…» Con un bufido, Daisy cerró la ventana de monitoreo.Por su lado, Frigg no podía creer la velocidad con que Fernando había llegado. Una vez que Thiago redujo a aquellos agresores, la joven soltó un suspiro de alivio y le preguntó con voz temblorosa:—Fer, ¿no estabas muy ocupado? ¿Cómo es que viniste al hospital tan tarde?—Simple coincidencia. —respondió Fernando con frialdad.Resultaba que un empleado de Unión Suárez había sufrido un percance y fue ingresado de emergencia en el Hospital de Grupo Mero, que quedaba cerca de la empresa.De regreso, mientras Fernando revisaba el estado del empleado,
Daisy le devolvió la sonrisa:—No se preocupe, abuelito. Fue un gusto…Sin embargo, de pronto se detuvo y se tapó la boca con aparente turbación.—¿Pasa algo? —preguntó Erik con genuina preocupación—. ¿Se siente mal?—N-no… —Daisy negó con la cabeza—. Es que… con mi condición de "simple ciudadana", quizá no debería llamarlo "abuelito" así como así.—¡Qué tonterías dice! —protestó Erik, enternecido—. Si no fuera por usted, puede que ya no siguiera en este mundo. Que me diga "abuelito" es motivo de alegría, no de reproche.Como si hubiera tenido una revelación, hizo una pausa y prosiguió:—¿Sabe? No tengo nietas. ¿Qué le parecería ser mi nieta adoptiva?—¿Eh? Eso… no sé… No soy más que una persona común —titubeó Daisy.—¡Nada de eso! —cortó Erik con determinación. Se volvió hacia el mayordomo y le indicó—: Llámale enseguida a Fausto. Quiero formalizar esto ahora mismo.Al poco rato, Fausto llegó de prisa y, mirando a su padre, comentó:—Papá, entiendo que quieras agradecerle a la señorit
Avanzó a toda velocidad, casi al máximo de sus capacidades, pero la persona que huía siempre mantenía un pequeño trecho de ventaja.Era extraño: Daisy era la más rápida de su organización, prácticamente nadie podía escapar de ella, así que el hecho de que ese desconocido siguiera adelante la enfureció aún más.¡Por muy rápido que corriera, no iba a escapar!—¡Detente! —gritó Daisy con determinación—. Si te rindes ahora, todavía tienes una oportunidad de salir con vida.—Ja… —respondió él con un tono de voz alterado a propósito, sonando burlón—. ¿No cree la señorita La Torre que está cantando victoria demasiado pronto? Primero tendrás que alcanzarme, si es que piensas matarme.Daisy incrementó aún más la velocidad.—El que se adelanta eres tú. ¡Veamos qué tanto aguantas!Con esas palabras, el sujeto también aceleró el paso y la persecución se extendió por varias calles hasta que se adentró en una fábrica abandonada. Tras detenerse en medio del patio principal, Daisy tomó al azar una bar
De pronto se oyó un aplauso que resonó por todo el vestíbulo.—¡Qué digna de ser la asesina número uno a nivel internacional, señorita La Torre! Sus habilidades son impresionantes. ¡Adelante, señorita La Torre, muéstreme un espectáculo todavía mejor!Daisy frunció el ceño con fastidio. ¿En serio la trataban como si fuera parte de un circo ambulante?¡Ja!Ya vería ese desgraciado… Tan pronto lo encontrara, pensaba arrastrar su cara contra el suelo hasta que se tragara sus palabras.No había escaleras; para subir a los pisos superiores era necesario tomar el ascensor.Pero el panel requería una contraseña, y se notaba que no era de las fáciles de descifrar.Daisy no era experta en eso.Normalmente recurriría a Gaviota, quien tenía la habilidad de extraer huellas dactilares incluso de lugares que habían sido limpiados.Bastarían un par de gotas de sus sustancias químicas para hacer visibles las marcas donde se tecleó la clave.Sin embargo, pedir ayuda a estas alturas era inviable; Gaviota