Aunque lo formuló como pregunta, su tono sonaba a afirmación.Desde que llegó a la mansión De Jesús, siempre había sentido afinidad con el "chef" del lugar, pues la comida era exactamente de su agrado; incluso superaba las habilidades de Enzo, a quien consideraba muy bueno.Resultó que ese misterioso chef era el propio Javier.Él rio con cierta timidez.—Vaya, lo notaste al primer bocado.Daisy sintió ternura, pero también algo de inquietud.—No te esfuerces tanto la próxima vez. Debe de ser muy agotador.—Para nada. —Javier la contempló con una calidez rebosante—. Mientras te vea contenta, un poco de cansancio no me importa.Después de cenar, Daisy acompañó a Javier a su habitación. Justo antes de irse, él comentó:—Tus planes se echaron a perder. ¿Qué piensas hacer ahora?—No pasa nada. Seguiré buscando la forma de acercarme a la familia Ortega; de cualquier modo, nuestro nuevo proyecto requiere del respaldo gubernamental.Al final, no era que su estrategia se hubiera derrumbado por
Daisy ansiaba descubrir cómo Fernando había dado con su apellido. Sin embargo, él no respondió, ni dio señal alguna de seguir la charla.[T: ¿Se quedó dormido?]Bufó Daisy, tirando el celular a un lado. Trató de dormir un poco, pero no había caso.La confusión la mantenía con los ojos abiertos.Finalmente, tomó el teléfono y marcó una llamada de voz a Eliot.Sabía que a esa hora no era muy decente llamar, pero lo hizo adrede: si no fuera por él, ni siquiera habría entablado tanto contacto con Fernando.El timbre sonó varias veces; no solo no contestó, sino que colgó de plano.Daisy insistió. Y él colgó de nuevo.Así hasta la quinta llamada…—¡Elena! ¿Es que no tienes fin?—Señor Hendrix, revise primero a quién le está hablando —respondió Daisy, bajando la voz y cambiando un poco el tono.—¿T…? —Eliot se espabiló al instante—. ¿Qué haces levantada tan temprano?—Por supuesto que debo saludarte a buena hora… —ironizó Daisy.—¡Ay, por Dios! Si en algo te he ofendido, dilo de frente. Ando
Mientras Eliot se explayaba, Fernando se quedó con una sola frase retumbándole en los oídos:—¿Mujer?—Sí, una mujer… —Eliot frunció el ceño—. Un momento, ¿acaso ni siquiera sabías si era hombre o mujer? Entonces, ¿por qué T dijo que ya conocías sus datos?Fernando dejó el vaso sobre la barra.—Al principio no lo sabía, pero ahora sí.Eliot se cubrió la cara con las manos, con ganas de soltar un lamento:—Entonces… ¿qué información tenías antes de esto?—Que se apellida La Torre.—¿Y… quién te lo dijo?—Fue solo una corazonada. —Fernando se encogió de hombros.Algunas personas se acostumbraban a usar su inicial, sobre todo si su nombre o apellido empezaban con cierta letra; como Daisy, por ejemplo.Recordaba un episodio en que la abuela lo había obligado a acompañarla, y en el camino se encontraron con una niña mendiga.Daisy la ayudó allí mismo y, después, le enviaba cosas de vez en cuando, firmando únicamente con una "t".A veces con minúscula, otras con mayúscula, pero siempre la mi
—¿Te has vuelto loco? —bufó Daisy—. Pasó tres años ignorándome, y ahora que nos divorciamos, ¿de repente me ve con otros ojos?—¿Entonces por qué intercedió? Su estilo no suele ser entrometerse en lo que no le incumbe, a menos que tenga algún interés.Daisy, ya un poco molesta, cortó:—Menos charla y más trabajo, ¿sí?Tras colgar, Daisy se quedó pensativa con la última frase de Enzo retumbando en su mente…"¿Reconciliación?"Con el ceño fruncido, repasó los hechos. Lo que Enzo planteaba, si bien sonaba descabellado, no era imposible.Si Fernando realmente hubiera querido abogar solo por Frigg, ¿por qué la dejó marcharse sin oponer resistencia?Y, además… ese beso furtivo… ¿sería que…?—¡Imposible! —se respondió de inmediato—. Fernando se comporta raro, pero no puede ser por esa razón.¿Entonces cuál? En realidad, no estaba dispuesta a averiguarlo. Para Daisy, era impensable dar marcha atrás.Lo decidió al firmar el divorcio: pase lo que pase, no volvería sobre sus pasos.***Thiago lle
Daisy lo fulminó con la mirada, cruzándose de brazos.—Sí, ya estoy un poco cansada. ¿Te parece si te encargas tú?—… —Enzo, fastidiado, le devolvió el informe—. ¡Olvídalo! Él no se lo merece.Cada vez que veía a ese "lisiado", se le revolvía el estómago. Y ni hablar de tener que trabajar como burro para él, ¡eso sí que no!Daisy volvió a abrir el documento.—Entonces, ¿quién quiere verme?—Tu ex marido. —respondió Enzo con desgano.—¿Acaso a Frigg se le complicó la "condición"? —calculó Daisy, haciendo un rápido repaso mental de fechas.—No, no es por Frigg —aclaró Enzo—. Buscan a Tina, no a Jade.Lo que pasaba era que Daisy tenía tantas identidades que hasta Enzo se hacía bolas: su faceta de "doctora prodigio", su reputación como "gigante de la química", sin olvidar que era también una hacker de élite…Si no conociera a Daisy personalmente, jamás creería que semejante mujer pudiera existir de verdad.—¿…Cuál será su objetivo? —murmuró Daisy, preguntándose si Fernando planeaba ponerle
—¡Señor, Tina aceptó reunirse con usted! —Thiago irrumpió en la oficina tan apresurado que olvidó incluso tocar la puerta.Fernando levantó la mirada, genuinamente sorprendido.—¿De verdad aceptó?Thiago asintió con entusiasmo.—Acabo de recibir la confirmación por parte de su asistente. Dice que está dispuesta a encontrarse con usted hoy a las tres de la tarde, en la habitación 1007 del Hotel Lila Azul.Misteriosa como era, Thiago pensó que concretar una cita con ella sería casi imposible. Tan solo conseguir sus datos de contacto le había llevado dos días. Ni siquiera albergaron esperanzas de que aceptara; asumían que los rechazaría. Pero, para su sorpresa, accedió con suma facilidad.Fernando frunció ligeramente el ceño.—Prepara algunos obsequios de acuerdo con sus gustos.—Claro —contestó Thiago, saliendo de inmediato para cumplir la orden.A las tres de la tarde en punto, Fernando llegó al Hotel Lila Azul, con unos minutos de adelanto. Frente a la puerta de la habitación 1007, Thi
Se encogió de hombros con cierto desdén.—Acabas de mencionar a mi "exesposa". Hoy en día, para mí, ella no es más que una desconocida."Solo una desconocida…"Por alguna razón, a Daisy le pesó escuchar esas palabras. Irónicamente, eso era justo lo que ella había querido: estar lejos de Fernando, que se vieran como dos extraños. ¿Por qué, entonces, sentía ese nudo en el pecho?Se obligó a ignorarlo y contestó en voz baja:—Gracias por su honestidad, señor Suárez. De todas formas, necesito un poco más de tiempo antes de confirmar nuestra colaboración. Sé que está muy ocupado, así que no le robaré más. Cuando lo haya pensado bien, mi asistente se pondrá en contacto.Fernando vaciló un momento y luego se puso de pie:—Entonces, esperaré su respuesta.En cuanto Fernando salió, Thiago, que se había quedado en el pasillo, se acercó enseguida.—Señor, ¿logró convencerla?Sin responder, Fernando caminó con paso firme hacia el ascensor, ubicado en la parte opuesta del pasillo. Solo al entrar, o
Daisy se quedó atónita.Había calculado muy bien el tiempo para no toparse con ellos… y aun así se encontró de frente con Fernando y Thiago.«¿Acaso Fernando no se cansa de usar la misma maniobra de volver sobre sus pasos?», se dijo con un leve ceño fruncido.Fernando, por su parte, fijó la mirada en Daisy; en sus ojos se reflejaba una emoción tan sutil como indescifrable. Parecía haber un pequeño destello de… ¿nerviosismo?—¿Tú… también estabas adentro?—Sí —respondió Daisy con rapidez—. ¿Y qué? Si tú puedes hablar con Tina, yo también. Como dijiste hace un rato, Grupo De Jesús no tiene ninguna patente. ¿O es que el señor Suárez se cree con derechos de exclusividad?Fernando clavó la vista en Thiago con un gesto imperceptible. El asistente captó la seña enseguida:—Señorita Daisy, ya que nos encontramos, podríamos ir a comer juntos… ¿qué le parece?—¿Comida o cena? —preguntó Daisy con una sonrisilla burlona—. A estas horas, no sé si encaja ninguna de las dos. Además… —fijó la mirada e