Daisy esbozó una sonrisa traviesa.—Si tanto te duele perder esa plata, acéptalo tú. Tampoco es que no sepas cómo hacerlo.Enzo también se rio.—¿Y no temes que arruine tu reputación?—Pues que la arruines —respondió Daisy sin inmutarse—. Al fin y al cabo, tengo muchas formas de sacarle provecho a mi nombre —agregó con un guiño burlón.—De acuerdo. —Los ojos de Enzo brillaron con un destello sanguinario—. Cuando llegue el momento, me encargaré de que esa… maldita… disfrute mi compañía.Daisy arqueó una ceja.—Con tal de que no la mates…Enzo alzó el pulgar en señal de "OK".—Por cierto, la subasta de mañana ya está organizada como me pediste. También logramos que la familia Ortega mordiera el anzuelo.Los ojos de Daisy se endurecieron con determinación.—Después de tanto tiempo tendiendo la red, veamos si esta vez logramos atrapar a la gran presa.***La familia De Jesús organizó el evento de licitación para su nuevo proyecto, y Daisy asistió como cuidadora personal de Javier.Había ll
—Felicidades a la Empresa L por haberse adjudicado este proyec…El presentador no alcanzó a terminar la frase porque la puerta, que estaba bien cerrada, se abrió de golpe desde afuera.—¡1,000 millones!El que rompía el protocolo no era otro que el exmarido de Daisy, ese hombre al que no podía ver ni en pintura: ¡Fernando Suárez!Vestido completamente de negro, irradiaba una presencia imponente que captó la atención de todos los presentes.No tardaron en escucharse murmullos entre la gente: las mujeres susurraban acerca de lo atractivo que era, mientras los hombres se preguntaban quién podría tener semejante fortuna.Lanzar de entrada una oferta de 1,000 millones no estaba al alcance de cualquiera.La Empresa L había cerrado su oferta final en 600 millones, y en este tipo de licitaciones, sin límites establecidos, el ganador es quien ofrece la cifra más alta.Aunque la Empresa L era propiedad de la familia Ortega, seguía existiendo una brecha considerable frente al poder de la familia
A esa hora no había nadie.Daisy dio una vuelta buscando algo que le sirviera y encontró un vestido rojo largo, arrastrando hasta el piso, que se ajustaba bastante a su talla.Sin pensarlo demasiado, se lo puso y buscó también una máscara.Podría haberse maquillado al punto de que ni Fernando la reconociera —sus técnicas de maquillaje eran tan buenas como llevar una máscara de piel—, pero no tenía tiempo suficiente para eso.Una vez lista con su vestido y máscara, Daisy regresó al salón.Imitando la misma entrada imponente que había hecho Fernando, lanzó su oferta con firmeza:—¡1,500 millones!La gente volvió a alborotarse.—¿Quién será?—No lo sé, pero fíjate en esa silueta… ¡espectacular! Con ese vestido rojo largo parece una diosa caída del cielo.Fernando la miró fijamente. Al notar que llevaba máscara, sus ojos se enturbiaron un instante.Esa figura… esos movimientos… le recordaban mucho a la mujer con la que había peleado en el hospital aquella noche. La voz sonaba distinta, per
Al ver esa mano que se acercaba con tanta decisión, lo primero que Daisy pensó fue que Fernando la había mandado a atacar.Conociéndolo, no soportaría que lo dejaran en ridículo delante de tanta gente, así que seguro había enviado a un matón para seguirla de cerca.Con un brillo frío en la mirada y en un acto reflejo, Daisy usó la fuerza del oponente para intentar hacerle una llave de hombro y lanzarlo al suelo.Aunque ella era rápida, su contrincante no era ningún novato.Se zafó con un tirón brusco y enseguida contraatacó.Había que admitir que Fernando no había escatimado en gastos esta vez: el tipo que había contratado sabía moverse bien, aunque para Daisy seguía estando lejos de su nivel.Sin precipitarse, Daisy midió cada uno de sus pasos y estudió con cuidado cualquier debilidad.Al poco tiempo notó el talón de Aquiles de su rival: no tenía buena estabilidad.Daisy entonces se enfocó en atacar su zona baja.Justo cuando se preparaba para darle un golpe definitivo, aquel sujeto s
—Es cierto, ese proyecto ni de cerca vale tanto dinero. Y si las cosas no salen bien, mis 450 mil millones se esfumarán por completo. Imagínate, 450 mil millones… Esa es una cantidad que muchas personas no ganarían ni en varias vidas. Sí, pensándolo bien, tal vez fui un poco impulsiva.Se encogió de hombros y continuó:—Pero, ¿sabes qué? Me sobra el dinero, así que no te me estreses de más, señor Suárez.Sin prestar atención a la creciente molestia en el rostro de Fernando, Daisy siguió provocándolo:—Ya que lo menciono, me queda una duda: ¿por qué no seguiste pujando hace un rato, señor Suárez? ¿Será que te quedaste sin fondos? Francamente, con esa fama tuya de tiburón en los negocios, pensé que nadabas en billetes. Pero mira tú… ni siquiera alcanzas los 450 mil millones, ¿eh?Soltó una pequeña risa.—Para la próxima, te sugiero no aparecerte en estos eventos. No vaya a ser que otra vez…Justo en ese momento, Frigg irrumpió en la escena con el cabello hecho un desastre.—¡Fer…!Lo más
En el vestíbuloDaisy, quien ya se había cambiado de ropa, fingía volver del baño.Se dirigía a buscar a Javier, pero desde lejos lo vio rodeado de gente.Preocupada de que le hubiera pasado algo —después de todo, Javier seguía convaleciente—, Daisy corrió para ver qué sucedía.Al acercarse, escuchó la voz llena de rabia de Alberto Mero, el padre de Frigg, resonando en medio del círculo de gente:—¿Así es como tratas a tus invitados? ¿O acaso tienes algún problema personal conmigo, Javier? Si lo tienes, dímelo de frente.Junto a él, la madre de Frigg, Jasmine, lloriqueaba.—Mi amor… me siento mareada…Daisy entendió de inmediato lo que estaba pasando.Sí, había sido impulsiva.En cuanto vio a esas dos mujeres paseándose frente a ella, el coraje le subió a la cabeza y perdió por completo la calma.Ya no había remedio: lo hecho, hecho estaba.Cuando Daisy se preparaba para abrirse paso entre la multitud, alguien la sujetó del brazo con fuerza.Al sentir ese tacto tan familiar, supo sin m
Javier frunció el ceño, oscureciendo su mirada.—¿Qué es lo que quieres, señor Mero?—Depende de lo que estés dispuesto a ofrecerme —repuso Alberto, con tono frío y calculador—. Aunque no sea la gran cosa en esta ciudad, Alberto Mero sigue siendo alguien con cierta reputación. Si se corre la voz de que mi esposa e hija fueron golpeadas en un evento como este, ¿te imaginas lo que dirá la gente?Daisy no pudo contenerse y lo interrumpió:—¿De verdad puede exigir «explicaciones» antes de escuchar mi versión, señor Mero? ¿O asume que, por mi condición social, debo cargar con toda la culpa incluso si fue legítima defensa?—¿Legítima defensa? ¡Por Dios! —Jasmine, con la cara aún cubierta, comenzó a sollozar—. ¿Cómo va a ser legítima defensa si las únicas heridas aquí somos nosotras? ¡Miren su cara! ¡No tiene ni un rasguño!Definitivamente, hija de tigre pintita. Antes, Daisy pensaba que Frigg se había hecho buena actriz por cuenta propia; ahora comprendía que su talento era pura genética her
—¡Caray, con que «ladrón que grita "agarren al ladrón"»!—¿Y quién sabe si los moretones que traen sean auto-infligidos? Porque si no, ¿para qué borrar el video?—¡Cinco segundos! A la chica le bastaron cinco miserables segundos para recuperar la grabación… ¡Es un genio! ¡Me rindo ante su talento!Las críticas de la gente comenzaron a avasallar a Frigg y Jasmine, quienes se quedaron atónitas. En ese momento, si hubiera un hoyo en el piso, ambas se meterían sin dudarlo.Alberto se quedó sorprendido de que todo desembocara así, pero siendo un viejo zorro de los negocios, estaba acostumbrado a las situaciones más turbias. Rápidamente comenzó a pensar en su siguiente jugada.De inmediato, adoptó un tono cínico:—¿Solo cinco segundos? Vaya, pareciera que lo tenían todo preparado de antemano.Daisy ladeó la cabeza y miró a Frigg con una media sonrisa.—Pero la persona que trajiste fue tu hija, ¿o no?—¡Tú…! —Alberto se quedó sin argumentos por un instante.—Veo que el señor Mero sigue con du