Con el fin de prevenir otro ataque de Y contra Blanca, en cuanto Daisy regresó a casa le pidió a Enzo que reforzara la seguridad en los alrededores del hospital. Sin embargo, pasaron varios días e Y no hizo nada más.«¿Será que descubrió que Blanca ya no sirve como amenaza y por eso renunció?», pensó Daisy.Aunque, si fuera así, tampoco era cuestión de bajar la guardia. Y podía llegar a ser extremadamente peligroso y Daisy lo sabía mejor que nadie. Recordaba perfectamente la única misión que cumplió junto a él. Se había ganado la confianza del enemigo para luego atacarlo justo cuando menos lo esperaba. Para evitar que repitiera la misma treta, Daisy no solo mantuvo a los guardias protegiendo a Blanca, sino que agregó aún más.Estaba terminando de hablar por teléfono con Enzo cuando sonó la llamada de la propia Blanca. Daisy la vio parpadear en la pantalla y, sintiendo un leve aturdimiento, se frotó la frente antes de contestar:—Blanca, discúlpame. He estado ocupada últimamente y no he
Aquella frase hizo que Daisy sintiera un nudo en la garganta.—Tonta, ¿por qué eres tan buena conmigo?—Porque te lo mereces —respondió Blanca con el entusiasmo de siempre—. Cuando me recupere, te juro que voy a ayudarte a vengar a tu familia.Daisy estuvo a punto de romper en llanto.—Está bien, cuenta conmigo.Nada más terminar la llamada, Daisy se puso en camino hacia el hospital. Tenía unas ganas enormes de ver a Blanca, tanto que condujo a toda velocidad. Sin embargo, al llegar, se encontró con una escena que no esperaba…Blanca, cuya condición estaba estable hasta hacía unas horas, de pronto presentó una reacción adversa a la medicación. Cuando Daisy apareció, vio a los médicos llevándola de urgencia a la sala de reanimación, y Fernando no estaba por ninguna parte.—¿Qué sucedió? —Daisy tomó del brazo al médico responsable—. ¡Hace un momento hablé con ella y estaba perfectamente! ¿Cómo es posible que de repente haya tenido un rechazo al medicamento?Su primer pensamiento fue que
Sabía que en cuanto a hackeo y técnicas de hipnosis, ella no superaba a Y. Pero también recordaba que existía algo en lo que él jamás podría alcanzarla: su habilidad para crear venenos. Era un talento nato, y ni siquiera su maestro —si siguiera vivo— habría podido competir con ella en ese terreno.Aquella misma noche, Daisy desarrolló un nuevo tipo de toxina y le pidió a Y que se encontraran.Para sorpresa de Y, Daisy fue quien tomó la iniciativa de convocarlo. Él se mostró sumamente emocionado:—Pequeña, parece que de verdad tenemos una conexión especial. Justo estaba a punto de llamarte cuando me llegó tu mensaje.—¿Ah, sí? —respondió Daisy, sin dar señales de entusiasmo—. Hablemos claro. ¿Fuiste tú quien volvió a meterse con Blanca?—Vaya, qué injusta eres conmigo. —Y negó con la cabeza, sin admitir nada—. Blanca ya no me sirve de nada, sería un desperdicio de tiempo seguir metiéndome con ella. Pequeña, te aseguro que alguien está intentando ponernos en contra, no te dejes engañar.
Lira se mantuvo en silencio, de pie a un costado, preguntándose si de verdad le convenía escuchar esa conversación.Se aclaró la garganta con una risita nerviosa.—Sigan platicando. Yo… voy a ver si ya tienen listo lo que ordenamos en la cocina.Pensó que mejor hubiera salido antes, pues ahora temía que Y pudiera silenciarla por haber escuchado tanto. En cuanto Lira se marchó, el ambiente en la sala privada quedó cargado de tensión: solo Daisy e Y frente a frente.Él avanzó hasta quedar muy cerca de Daisy y, sin cortarse, alzó la mano para acariciarle el rostro.—Pequeña, dime: ¿cómo piensas compensarme por haber sospechado de mí?Daisy se apartó de su contacto y sirvió dos copas de licor, ofreciéndole una a Y.—Nuestro maestro siempre decía que a ti te encantaba el «vino de flor de durazno». Lira lo prepara de forma casera, ¿por qué no le das un sorbo a ver si te agrada, Y?Y miró la copa con una sonrisa.—Vaya… así que te acuerdas de lo que me gusta. Eres un encanto. Aunque…Se detuv
Si no hubiera sido por respeto a su maestro Aarón, Daisy lo habría eliminado desde hacía tiempo. La aguja, afilada como un dardo, estaba a punto de tocar la piel de Y cuando, de pronto, su muñeca fue sujetada con fuerza…—¿Estás… bien? —farfulló Daisy, incrédula al ver que Y seguía en perfectas condiciones. Cero rastro de envenenamiento. Así que todo ese espectáculo de debilidad no había sido más que una farsa.La comisura de los labios de Y se elevó con un aire de malicia.—Pequeña, reconozco que no soy tan hábil como tú en el arte de los venenos, pero tampoco soy tan ingenuo como crees.—Y, con una mirada astuta—: Vayamos directo al grano. Nos conocemos de años. Para alguien con tu temperamento, ni siquiera importaba que yo fuera inocente de lo que pasó con Blanca. De cualquier forma, nunca me habrías invitado a cenar…—Ya que lo tenías todo calculado —lo interrumpió Daisy con un tono cortante—, ¿acaso también sabías que pensaba acabar con tu vida?Aprovechando un descuido, Daisy ret
De pronto, su mirada se tornó afilada.—Te la pasas diciendo que quieres vengar a Javier. Pero hasta ahora, no veo que hayas hecho nada contra Fernando. Ah, no, me equivoco: le enviaste una notificación legal a Thiago… y ahí se quedó el asunto.Los ojos de Y destilaban ironía.—Dices que Fernando no te importa, pero a mí me parece todo lo contrario. ¡Si el responsable de lo de Javier hubiese sido otro, seguro que ya habrías acabado con él!Daisy se limitó a observarlo en silencio. Durante varios segundos no respondió, hasta que al fin habló con voz firme:—Hace poco no entendía quién estaba intentando enemistarme con Fernando… y resultó ser tú.Y parpadeó, sorprendido, pero se recompuso enseguida.—No sé de qué hablas…—¿De verdad no lo admites? —Daisy arrimó una silla y se sentó, cruzando las piernas con elegancia—. Cuando ocurrió el accidente, Thiago juró que nunca soltó la mano de Javier. Pero una empleada de la familia Ortega asegura haberlo visto soltarse justo antes de la caída.
Enseguida, el teléfono de Daisy desplegó un video que mostraba a Fernando reuniéndose a solas con Fausto.Recordó entonces que Fernando le había asegurado no tener ningún trato personal con la familia Ortega, pero en las imágenes, ambos parecían mucho más cercanos de lo que él admitía. ¿La había engañado?Daisy no podía asegurar la autenticidad de la grabación, sobre todo sabiendo de lo que Y era capaz. De inmediato le envió el archivo a Nala para que lo analizara. Ella era experta en detectar cualquier tipo de montaje o edición.Pocos minutos después, Nala le confirmó que el video no presentaba señales de haber sido manipulado. Eso solo significaba una cosa:Fernando realmente le había mentido.Justo entonces sonó su teléfono. Era Enzo.—Jefa, estuve siguiendo a Fausto estos días y no lo he visto reunirse con gente sospechosa, excepto… —Enzo se quedó callado un momento.Daisy entrecerró los ojos con impaciencia.—Habla de una vez.—Excepto con Fernando. Justo antier en la noche, Ferna
Así que ese era el motivo de su aislamiento progresivo.—Blanca, escúchame. No eres fea en absoluto. Sigues siendo la misma chica de siempre.—¡No! ¡Me estás engañando! —gritó Blanca, con los ojos cerrados mientras lágrimas rodaban por sus mejillas—. Lo escuché, todo el mundo lo dice: que ni con todo el dinero del mundo podré volver a ser quien era.Daisy supuso que esas palabras provinieron de algunos comentarios imprudentes de médicos o enfermeros. Ella misma había oído murmullos parecidos. Frunció el ceño y, por un instante, dirigió a Fernando una mirada de reproche: si hubiese estado más pendiente de su propia hermana, tal vez no habrían llegado a este punto.Sin embargo, en vez de reprocharle abiertamente, Daisy se centró en calmar a Blanca a través de la hipnosis, utilizándola para insuflarle consuelo y seguridad. Poco a poco, Blanca se tranquilizó y Daisy decidió dejarla dormir un rato más, aprovechando su estado relajado.Tras acomodarle la sábana con cuidado, salió de la habit