De pronto, su mirada se tornó afilada.—Te la pasas diciendo que quieres vengar a Javier. Pero hasta ahora, no veo que hayas hecho nada contra Fernando. Ah, no, me equivoco: le enviaste una notificación legal a Thiago… y ahí se quedó el asunto.Los ojos de Y destilaban ironía.—Dices que Fernando no te importa, pero a mí me parece todo lo contrario. ¡Si el responsable de lo de Javier hubiese sido otro, seguro que ya habrías acabado con él!Daisy se limitó a observarlo en silencio. Durante varios segundos no respondió, hasta que al fin habló con voz firme:—Hace poco no entendía quién estaba intentando enemistarme con Fernando… y resultó ser tú.Y parpadeó, sorprendido, pero se recompuso enseguida.—No sé de qué hablas…—¿De verdad no lo admites? —Daisy arrimó una silla y se sentó, cruzando las piernas con elegancia—. Cuando ocurrió el accidente, Thiago juró que nunca soltó la mano de Javier. Pero una empleada de la familia Ortega asegura haberlo visto soltarse justo antes de la caída.
Enseguida, el teléfono de Daisy desplegó un video que mostraba a Fernando reuniéndose a solas con Fausto.Recordó entonces que Fernando le había asegurado no tener ningún trato personal con la familia Ortega, pero en las imágenes, ambos parecían mucho más cercanos de lo que él admitía. ¿La había engañado?Daisy no podía asegurar la autenticidad de la grabación, sobre todo sabiendo de lo que Y era capaz. De inmediato le envió el archivo a Nala para que lo analizara. Ella era experta en detectar cualquier tipo de montaje o edición.Pocos minutos después, Nala le confirmó que el video no presentaba señales de haber sido manipulado. Eso solo significaba una cosa:Fernando realmente le había mentido.Justo entonces sonó su teléfono. Era Enzo.—Jefa, estuve siguiendo a Fausto estos días y no lo he visto reunirse con gente sospechosa, excepto… —Enzo se quedó callado un momento.Daisy entrecerró los ojos con impaciencia.—Habla de una vez.—Excepto con Fernando. Justo antier en la noche, Ferna
Así que ese era el motivo de su aislamiento progresivo.—Blanca, escúchame. No eres fea en absoluto. Sigues siendo la misma chica de siempre.—¡No! ¡Me estás engañando! —gritó Blanca, con los ojos cerrados mientras lágrimas rodaban por sus mejillas—. Lo escuché, todo el mundo lo dice: que ni con todo el dinero del mundo podré volver a ser quien era.Daisy supuso que esas palabras provinieron de algunos comentarios imprudentes de médicos o enfermeros. Ella misma había oído murmullos parecidos. Frunció el ceño y, por un instante, dirigió a Fernando una mirada de reproche: si hubiese estado más pendiente de su propia hermana, tal vez no habrían llegado a este punto.Sin embargo, en vez de reprocharle abiertamente, Daisy se centró en calmar a Blanca a través de la hipnosis, utilizándola para insuflarle consuelo y seguridad. Poco a poco, Blanca se tranquilizó y Daisy decidió dejarla dormir un rato más, aprovechando su estado relajado.Tras acomodarle la sábana con cuidado, salió de la habit
Fernando miró a Daisy con calma.—Si fuera tu propia hermana, ¿en serio la dejarías bajo el cuidado de otra persona, así como así?—¿Qué insinúas? —replicó ella, pero comprendiendo perfectamente a qué se refería—. ¿Te da más confianza que esté en tu casa y no aquí? Entonces llévatela ahora mismo.Sin decir más, Fernando se acercó a Blanca y le soltó sin rodeos:—Vámonos.Blanca, que estaba sumida en sus pensamientos, alzó la vista con desconcierto.—¿A dónde?—A casa —respondió él con sencillez.Al oír la palabra «casa», Blanca miró enseguida a Daisy.—Daisy, ¿no habías dicho que me quedaría aquí?Daisy aún no abría la boca cuando Fernando se adelantó a responder:—Ella cambió de idea.«¡Pero qué…!» Daisy se contuvo por no soltar un improperio. Estuvo a un paso de querer partirle la cara. Esperaba que Blanca se negara a ir con él, pero ella solo lanzó una mirada de resignación y se puso de pie, dispuesta a seguirlo. Parecía una niña que, sin entenderlo todo, asume que la han abandonado
Esa misma noche, una vez que Blanca se quedó dormida, Daisy regresó a su habitación. Para su sorpresa, al empujar la puerta, encontró a Fernando dentro. Al verlo, su semblante cambió al instante.—No sabía que el señor Suárez tenía la costumbre de meterse sin permiso en las habitaciones ajenas.Ignorando la mirada incómoda de Daisy, Fernando fue directo al punto:—¿Está grave?Ella notó que hablaba de Blanca y relajó un poco la expresión.—Aunque intenté hipnotizarla dos veces, no veo mejoría. Parece haberse aislado por completo en su propio mundo.La preocupación se reflejó en los ojos de Fernando.—¿Hay algo que pueda hacer?Daisy pensó por un momento antes de responder:—Tal vez si aceptara verte, podrías hablar con ella y transmitirle un poco de seguridad. Le vendría bien sentir que su hermano está a su lado, eso podría ayudarla a mejorar.En el fondo, Blanca necesitaba recuperar esa sensación de protección que le faltaba. Era evidente que, últimamente, no había querido ver a nadie
A Daisy le incomodó verse descubierta. Sin embargo, se recompuso enseguida y respondió sin titubeos:—Si no fueras hermano de Blanca, tu salud me importaría un comino.Fernando no se creyó ni una sola palabra.—Deja ya de engañarte a ti misma.—El que se engaña eres tú, no yo —le soltó Daisy con ironía evidente—. Si necesitas sentirte importante, ve a buscar a Frigg y no pierdas tu tiempo aquí.Al oírla nombrar varias veces a Frigg, los labios de Fernando se tensaron. Nunca ha sido de los que se explican ante nadie, ni siquiera ante Daisy. Prefiere demostrarlo con hechos. Sin embargo, ante la obstinación de esta mujer, que parecía no captar sus señales, recordó las palabras de Blanca: «Hay cosas que, a veces, conviene decirlas en voz alta…».Decidió intentarlo.—Lo que ocurre con ella y conmigo no es lo que…La frase quedó a medias cuando su teléfono comenzó a sonar. La expresión de Fernando cambió de inmediato. Retiró la mano de la puerta y dio media vuelta con prisa.Daisy reconoció
Así que, sin avisarle, se llevó a su cuñada de viaje. A veces, un cambio de ambiente ayuda muchísimo a la recuperación.En cuanto su abuelo estuvo estable, Fernando se dirigió a la casa de los De Jesús. Para su sorpresa, no encontró rastro de Daisy ni de Blanca. Los empleados eludían sus preguntas, limitándose a guardar silencio. Intentó llamar al celular de Daisy y ella rechazó sus llamadas. Envió a Thiago a investigar, y el resultado fue…—Hemos verificado todos los vuelos, trenes y autobuses, y no existen registros de viaje ni de la señora Daisy ni de la señorita Blanca.Fernando no se sorprendió. Solo sentía curiosidad por saber quién asistía a Daisy tras bambalinas. ¿Podría ser ese Enzo, del que hasta ahora no había logrado averiguar nada? Tal vez él supiera perfectamente la verdadera identidad de Daisy y llevara tiempo ayudándola a encubrirse. Debía de ser alguien a quien ella confiaba plenamente; después de todo, parecía contarle todos sus secretos.La sola idea de que Daisy con
Daisy dejó escapar un bufido de desprecio.—¿Con esas armas piensan intimidarme?Para alguien como ella, que había vivido situaciones mucho peores, aquello no era motivo de miedo. Lo que de verdad la inquietaba era Blanca. Sintió un nudo en el estómago al pensar en su amiga, así que actuó de inmediato: con un movimiento rápido y certero, desarmó al sujeto que la había retado, colocando la metralleta sobre su sien. Luego, con voz firme, advirtió al resto:—Si no quieren morir, lárguense. ¡Ahora mismo!Sin embargo, esa amenaza no pareció afectarlos en lo más mínimo. Especialmente al hombre que Daisy usaba como rehén, quien habló con tono burlón:—Señorita La Torre, ¿por qué no mejor medimos habilidades con las armas? Veamos quién dispara más rápido y con mejor puntería.La provocación heló el corazón de Daisy por un momento, pero ella sabía que, frente a un grupo de desesperados, tenía que ser más implacable aún. Les dedicó una sonrisa desdeñosa:—¿Competir en puntería? Nunca he perdido