«¡Nada de emocionarse antes de tiempo!» pensó Daisy con un suspiro interior.Decidió interrumpir rápidamente las palabras de Blanca, que aún no terminaba de hablar:—Blanca, acabas de despertar. No hables tanto, tienes que descansar para recuperarte más rápido.Mientras hablaba, Daisy colocó con cuidado la sábana sobre Blanca:—Descansa, ¿sí? Sé buena.Blanca echó un vistazo a Fernando, que seguía en la puerta, y en sus ojos se dibujó un leve destello de picardía.—Cuñada, ¿por qué estás tan nerviosa? Solo quería preguntarte si la abuela no sabe todavía lo que me pasó.—¿…Era solo eso?—¿Y qué más podría ser? —replicó Blanca, mirando de reojo a Fernando—. ¿Acaso dijiste alguna otra cosa que yo no recuerde?Daisy se volteó hacia Fernando con una fingida naturalidad:—No, solo le conté eso.Blanca volvió a fijarse en su hermano, como esperando una confirmación.Pero él, haciendo caso omiso, entró con paso firme y le pasó a Daisy unas bolsas con artículos que ella le había pedido:—Revisa
Si su hermano lo dijera, mataría dos pájaros de un tiro: demostraría cierto interés y, de paso, expresaría lo que sentía hacia Daisy. Sin embargo, él…«Pues nada, me tocará arriesgarme», pensó Blanca con determinación. «Si se trata de que mi cuñada vuelva a la familia Suárez, un poco de egoísmo no está de más.»Así que soltó la frase que llevaba atascada desde que recuperó la conciencia:—Cuñada, mientras estaba inconsciente, oí que dijiste que si me despertaba, tú y mi hermano…—¡Ay! —soltó Daisy, fingiendo llevarse las manos al vientre—. Creo que me duele un poco el estómago. Será mejor que busque un baño.Terminó la frase y salió casi corriendo de la habitación, sin dar ocasión a que Blanca replicara.Blanca frunció el ceño con fuerza y descargó su enojo en Fernando:—¿De verdad no piensas ir tras ella? ¿Planeas que siga siendo yo, la convaleciente que ni puede bajar de la cama, quien haga todo por ti?Lo cierto era que tenía razón: Fernando, por orgullo, pretendía que fuera Blanca
—¿Y si te dijera que sí?Replicó él justo en el mismo instante en que el teléfono de Daisy empezó a sonar.A la par, un auto apareció a toda velocidad. Lejos de reducir la marcha al verlos, siguió directo hacia ellos. Por un segundo pareció que iban a arrollarlos, así que Fernando envolvió a Daisy por la cintura y retrocedió con rapidez. Mientras tanto, la mirada de ella quedó clavada en el vehículo que se alejaba… Allí, al volante, iba Y.«¿Tanto se enfada conmigo solo porque no acepté sus condiciones?», pensó Daisy, mordiéndose el labio. Tal vez era simplemente un «aviso» de lo que podía hacer. Pero Daisy no estaba dispuesta a dejarlo pasar así como así. De haber sido tan directo, significaba que no le importaba en absoluto amenazarla, y quién sabe si volvería a hacerle daño a Blanca.—Quédate con Blanca —le ordenó a Fernando, separándose de su abrazo—. No te muevas del hospital, ni un solo paso.Tras esas palabras, Daisy corrió hacia su auto y pisó el acelerador a fondo. Siguió a Y
Como si Y adivinara sus pensamientos, volvió a hablar:—Ya veo que amenazarte con Blanca no te funciona de ninguna manera. Entonces, ¿qué tal si hacemos otro trato? Tú quieres dar con el asesino, ¿verdad? Yo puedo ayudarte. Y, a cambio... serás mi novia.Daisy lo miró con un gesto de fastidio.—¿Tan desesperado estás por conseguir mujer?Y negó con la cabeza.—No es que me falten mujeres. Me faltas tú.Daisy sintió cómo la invadía una mezcla de perplejidad y desconfianza.—¿Qué es lo que realmente quieres? —le soltó, frunciendo el ceño.Hasta el momento, no había podido confirmar si él era de fiar o si tal vez estaba aliado con el criminal que buscaba. Tampoco podía decir que fuera un «buen tipo», sobre todo por lo que le había hecho a Blanca.Y se acercó un paso más, apoyando una mano en el auto y acorralándola casi por completo.—Te lo dije: no sirvo a nadie. Mucho menos a ese asesino. No tengo nada que ver con él. Lo único que quiero es que seas mi novia, sin segundas intenciones. E
Con el fin de prevenir otro ataque de Y contra Blanca, en cuanto Daisy regresó a casa le pidió a Enzo que reforzara la seguridad en los alrededores del hospital. Sin embargo, pasaron varios días e Y no hizo nada más.«¿Será que descubrió que Blanca ya no sirve como amenaza y por eso renunció?», pensó Daisy.Aunque, si fuera así, tampoco era cuestión de bajar la guardia. Y podía llegar a ser extremadamente peligroso y Daisy lo sabía mejor que nadie. Recordaba perfectamente la única misión que cumplió junto a él. Se había ganado la confianza del enemigo para luego atacarlo justo cuando menos lo esperaba. Para evitar que repitiera la misma treta, Daisy no solo mantuvo a los guardias protegiendo a Blanca, sino que agregó aún más.Estaba terminando de hablar por teléfono con Enzo cuando sonó la llamada de la propia Blanca. Daisy la vio parpadear en la pantalla y, sintiendo un leve aturdimiento, se frotó la frente antes de contestar:—Blanca, discúlpame. He estado ocupada últimamente y no he
Aquella frase hizo que Daisy sintiera un nudo en la garganta.—Tonta, ¿por qué eres tan buena conmigo?—Porque te lo mereces —respondió Blanca con el entusiasmo de siempre—. Cuando me recupere, te juro que voy a ayudarte a vengar a tu familia.Daisy estuvo a punto de romper en llanto.—Está bien, cuenta conmigo.Nada más terminar la llamada, Daisy se puso en camino hacia el hospital. Tenía unas ganas enormes de ver a Blanca, tanto que condujo a toda velocidad. Sin embargo, al llegar, se encontró con una escena que no esperaba…Blanca, cuya condición estaba estable hasta hacía unas horas, de pronto presentó una reacción adversa a la medicación. Cuando Daisy apareció, vio a los médicos llevándola de urgencia a la sala de reanimación, y Fernando no estaba por ninguna parte.—¿Qué sucedió? —Daisy tomó del brazo al médico responsable—. ¡Hace un momento hablé con ella y estaba perfectamente! ¿Cómo es posible que de repente haya tenido un rechazo al medicamento?Su primer pensamiento fue que
Sabía que en cuanto a hackeo y técnicas de hipnosis, ella no superaba a Y. Pero también recordaba que existía algo en lo que él jamás podría alcanzarla: su habilidad para crear venenos. Era un talento nato, y ni siquiera su maestro —si siguiera vivo— habría podido competir con ella en ese terreno.Aquella misma noche, Daisy desarrolló un nuevo tipo de toxina y le pidió a Y que se encontraran.Para sorpresa de Y, Daisy fue quien tomó la iniciativa de convocarlo. Él se mostró sumamente emocionado:—Pequeña, parece que de verdad tenemos una conexión especial. Justo estaba a punto de llamarte cuando me llegó tu mensaje.—¿Ah, sí? —respondió Daisy, sin dar señales de entusiasmo—. Hablemos claro. ¿Fuiste tú quien volvió a meterse con Blanca?—Vaya, qué injusta eres conmigo. —Y negó con la cabeza, sin admitir nada—. Blanca ya no me sirve de nada, sería un desperdicio de tiempo seguir metiéndome con ella. Pequeña, te aseguro que alguien está intentando ponernos en contra, no te dejes engañar.
Lira se mantuvo en silencio, de pie a un costado, preguntándose si de verdad le convenía escuchar esa conversación.Se aclaró la garganta con una risita nerviosa.—Sigan platicando. Yo… voy a ver si ya tienen listo lo que ordenamos en la cocina.Pensó que mejor hubiera salido antes, pues ahora temía que Y pudiera silenciarla por haber escuchado tanto. En cuanto Lira se marchó, el ambiente en la sala privada quedó cargado de tensión: solo Daisy e Y frente a frente.Él avanzó hasta quedar muy cerca de Daisy y, sin cortarse, alzó la mano para acariciarle el rostro.—Pequeña, dime: ¿cómo piensas compensarme por haber sospechado de mí?Daisy se apartó de su contacto y sirvió dos copas de licor, ofreciéndole una a Y.—Nuestro maestro siempre decía que a ti te encantaba el «vino de flor de durazno». Lira lo prepara de forma casera, ¿por qué no le das un sorbo a ver si te agrada, Y?Y miró la copa con una sonrisa.—Vaya… así que te acuerdas de lo que me gusta. Eres un encanto. Aunque…Se detuv