Capítulo 4
PUNTO DE VISTA DE KIAN

Quiero el divorcio.

Esas palabras me dan vueltas en mi cabeza sin parar.

De todas las tonterías que he tenido el placer de escuchar, incluyendo las muchas estupideces que he tenido que oír como CEO, que Leslie pida el divorcio de la nada tiene que ser la peor. Soy un hombre que se enorgullece de su fuerza y capacidad para manejar situaciones difíciles, sin importar lo inesperadas que sean, pero por alguna razón, me deja sin poder pronunciar una sola palabra o moverme hasta que ella se sube al auto con mi tío. Cuando finalmente recobro el sentido, ella ya se había ido, sin explicarme nada.

Estoy impactado por su atrevimiento, principalmente por la manera en que me miró a los ojos mientras me soltaba esas palabras. Los fríos ojos color avellana de Leslie traicionaron por completo esa personalidad mansa y tímida que siempre he conocido en ella. Estoy igualmente sorprendido de mí mismo por verme realmente afectado, cuando no debería haberme inmutado. Después de todo, nunca quise casarme con ella. Estos tres años viviendo con Leslie se sintieron como si estuviera en un cautiverio creado por su propio engaño y la actitud dominante de mi abuelo.

Nunca me importó Leslie, sin embargo, que me hablara de divorcio me adormeció por completo, al punto que no poder pensar con claridad hasta que la puerta de mi auto se abre y me recuerda que todavía estoy parado frente al cementerio. Mi asistente personal sale del auto y habla.

"Señor, su cita con la compañía papelera es en treinta minutos. Es más de una hora de viaje desde aquí, así que deberíamos irnos ahora."

"Cancélala," le digo, volviendo al auto. No tenía cabeza para atender nada, ni siquiera una reunión para cerrar un negocio de millones de dólares. Mi asistente me sigue apresuradamente, confundido ante mi reacción.

"Pero señor, esa no es la única cita del día. También tiene..." Comienza a leer mi apretada agenda del día mientras finalmente me subo al auto.

"¡Cancela todo!" le digo, acomodándome en los asientos de cuero del auto y aflojándome la corbata al mismo tiempo, ya que siento como si me estuviera asfixiando. "Súbete y enciende el maldito aire acondicionado." Le ordeno, sin poder evitar que mi ira e irritación se reflejen en mi voz. Finalmente, cuando nota que estoy desconcertado, se sube al asiento del conductor para sacar el auto del estacionamiento del cementerio.

Llegamos a la autopista, el aire acondicionado no es suficiente para refrescarme, ni siquiera quitándome la camisa me hace sentirme más fresco. Solo puedo pensar es en Leslie y en ese maldito divorcio. Ya no estoy sorprendido, en cambio, ahora estoy hirviendo de pura ira, rayando en la furia.

¿Quién diablos se cree que es?

¿Cómo se atreve a pensar que ella puede decidir sobre el divorcio?

Si alguien debería estar pidiendo el divorcio, debería ser yo. Soy yo quien se casó con ella contra mi voluntad. Ella es la que me encontró tan irresistible, que llegó tan lejos como para drogarme solo para tenerme. Si alguien merece tirarle los papeles del divorcio en la cara, soy yo, pero esa idea nunca cruzó por mi mente.

Es una buena secretaria, dedicada, eficiente y siempre está a mi disposición. También hace de buena esposa, nunca me estorba ni necesita tanta atención. Leslie acepta lo que sea que le dé, el poco tiempo, el sexo irregular y la poca comunicación, todo lo que consideré apropiado para nuestro tipo de relación.

Este cambio repentino en su actitud me tiene la cabeza caliente, pensando en diferentes posibilidades y todas las cosas que podrían haber salido mal. Un pensamiento cruza mi mente e intensifica mi ira de una manera que ni siquiera puedo entender.

"Averigua si Leslie ha estado viendo a alguien últimamente. Me refiero a hombres." Le digo a mi asistente, que observa mi mirada a través del espejo retrovisor. Sus ojos no logran ocultar su sorpresa al pedirle vigilar a mi esposa por posibilidad de que se esté viendo con otros hombres. No puedo descartar todas las posibilidades, y si Leslie realmente me ha estado engañando, juro por Dios que...

Mi teléfono vibra a mi lado. El nombre de Beverly aparece en la pantalla en una notificación de mensaje. Me pregunta cuándo estaré disponible para una cita en el consultorio médico. Ver el mensaje de Beverly calma mi ira pero me deja con una sensación mucho más perturbadora. Pensé en todas las razones por las que mi esposa repentinamente me está pidiendo el divorcio, pero nunca se me ocurrió que embarazar a la mujer que alguna vez amé podría ser la razón.

Pienso en aquel día hace dos meses cuando, una vez más, dejé que el alcohol me llevara a tomar las peores decisiones. Todo lo que tenía que hacer era recoger a Beverly en el aeropuerto, llevarla a su hotel y volver a casa. En cambio, acepté la invitación a tomar una copa en su habitación del hotel, como en los viejos tiempos. Esa noche, hicimos mucho más que solo tomar esa noche, y por eso Beverly está embarazada ahora. No puedo llamarlo un error, pero en el fondo, sé que nunca debió haber sucedido. Nunca debí dejarme tentar por la idea de cómo se sentiría tener sexo con Beverly después de tres años.

Quiero al niño. Es mi bebé y no pienso renunciar a él, pero viene con un precio que nunca pensé que tendría que pagar: el divorcio con Leslie. No puedo dejar que Leslie se divorcie de mí. La necesito, lo mismo en la oficina que en mi casa. Ha sido mi secretaria durante siete años, y sé que nadie puede hacer su trabajo como ella. También le pago bien y me aseguro de que no le falte nada como mi esposa. ¿Cómo planea sobrevivir sin mí?

Mientras pienso profundamente en todo eso, también pienso en una manera de arreglarlo.

Solo necesito hacer algo para agradarle.

"¿Qué cosas les gusta a las mujeres?" Le pregunté a mi asistente.

Duda al principio, sorprendido por esa pregunta repentina antes de aclararse la garganta y responderme, "Eh, bolsos de diseñador supongo, y flores."

Empiezo a revisar una tienda en línea en mi teléfono, haciendo clic en cada bolso caro que me llamara la atención hasta ya acumular unos 20 bolsos. Luego hacemos una parada en la florería de camino a casa. Resulta que hay más de cien mil flores y ni siquiera puedo decidir cuál comprarle a Leslie, porque aparentemente, las mujeres también tienen hasta flores favoritas. Al final, compro un ramo de lirios, ya que la dependienta de la florería me asegura que son las favoritas de la mayoría de las mujeres.

Me dirijo a casa después de eso con una sola idea en mi mente: no dejaré que Leslie se divorcie de mí.

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