Despierto al sentir unas caricias y besos en la espalda, luego estos besos suben por mi cuello entonces escucho su voz: - Despierta, dormilona, ya está el desayuno. - No quiero levantarme, ayer no me dejaste dormir – y es la verdad, al parecer este hombre es bastante aguantador y nos llegamos a dormir como a las 5:30 am; escucho una risita de su parte y luego siento como mi pie es jalado, sacándome prácticamente de la cama – ¿Oye, qué te pasa? - Necesitas comer – en ese momento veo que sus ojos se oscurecen y se llenan de lujuria y cuando veo mi cuerpo me doy cuenta del porqué, estoy desnuda – ojalá me recibieras así todas las mañanas – me levanto como un rayo y tomo la camisa que está en la mesita y me la coloco. - Bueno, ahora sí vamos a comer – cuando bajo hay mucha comida en el comedor y luego veo una rosa en mi puesto. - Espero te guste, lo preparé yo mismo – ¿en serio, este es el Dante que yo conozco? - ¿Qué te pasa contigo? – este parece no entender, frunce el ceño. - ¿A
DANTE Cuando Val termina de decir esa frase, siento cómo todo mi mundo se cae en mil pedazos. La tengo en mis brazos mientras llega el médico para revisarla, pero yo solo tengo en mi mente la palabra “te odio”. Todo esto es mi jodida culpa; ella no podía tener impresiones fuertes y fue lo primero que hice, alterarla. - Señor Giordiano, ya llegué. - Por favor, revise a mi esposa – el doctor comienza a revisarla y luego le aplica unos medicamentos. - ¿Cómo está? - Su esposa tenía el pulso muy bajo y su respiración estaba muy lenta, pero ya le apliqué un medicamento que le ayudará a subir el ritmo cardíaco; con eso recuperará la respiración – suelto el aire que tenía retenido – Señor Giordiano, recuerde que su esposa no puede tener emociones fuertes; eso le puede causar la muerte directa. El corazón de su esposa cada día se va apagando, pero si logramos mantenerla tranquila, puede que dure un poco más hasta que llegue un donante. - Entiendo, doctor. Muchas gracias. - Cualquier cosa
Cuando le grité de esa manera a Dante, noté cómo todos nos miraban, así que me di la vuelta y comencé a caminar bajo la mirada de todos, pero en especial la de Dante, que parecía estar en trance. Salí al jardín para tomar un poco de aire y lograr despejar mi mente. - Nunca esperé que fueras a hacer eso – me volteé de golpe y vi a Arturo con las manos en los bolsillos del pantalón. - ¿Qué haces aquí? Sabes que Dante te puede matar por estar aquí. - Sí, lo sé, pero quería saber cómo estabas – no entendí por qué se preocupaba por mí. - Estoy mejor, gracias. - Me alegra mucho, estaba muy preocupado por ti. Yo estuve aquí cuando te sentiste mal, pensé que te perdería. - No puedes perder algo que nunca has tenido – cuando dije eso, quise matarme porque lo dije de una manera muy grosera y Arturo no tiene la culpa de que yo esté viviendo un calvario al lado de Dante – Arturo, lo siento, es que… - Lo sé, Val, aún no te tengo, pero pronto te tendré – dio un paso adelante y luego se fue ac
Cuando dice esas palabras, siento cómo el corazón me comienza a latir a mil, mis piernas me flaquean y mis manos empiezan a sudar. Dante se separa un poco, mirándome a los ojos mientras acaricia mi mejilla. -Estás dentro de mí, Val. Te quiero… Te quiero - sin que él se lo espere, me lanzo a devorar sus labios de manera lenta pero apasionada. Él toma mis caderas y me acerca más a su cuerpo mientras sube su mano a mi cabeza para profundizar más el beso. Siento cómo mi estómago se llena de mariposas, o mejor dicho, mi estómago ahora es un zoológico y la sensación es maravillosa. Estoy tan cómoda que no quiero separarme; sus labios son adictivos. Nos separamos por falta de aire y ambos tenemos nuestras bocas rojas e hinchadas, pero no me importa, solo quiero seguir besándolo hasta que me canse, aunque no creo que me canse nunca. -Eres preciosa - este hombre hace que me sonroje de una manera que nunca esperé que lo fuera a hacer. -Dante, yo no sé qué decir. Yo siento algo por ti, eso no
Estoy caminando sin rumbo fijo por las calles de Italia. Al salir del consultorio, le dije a Lucas que quería estar sola, pero como no me lo permitió, le grité y le di un golpe. Sé que estuvo mal, pero necesitaba estar sola, necesitaba procesar todo lo que me había dicho el doctor. Solo tenía 5 meses de vida y todavía siento que quiero hacer muchas cosas más. Quiero casarme, tener hijos y formar una hermosa familia, pero ahora todos mis planes se están cayendo al suelo porque quizás no sobreviva. Mi teléfono no ha dejado de sonar, así que decido apagarlo. Sé que es Dante y que debe estar preocupado, pero no quiero hablar. Sé que si hablo con él, me derrumbaré y lo último que quiero es causarle dolor. Gotas de agua comienzan a caer en mi rostro y veo cómo todos comienzan a cubrirse con sus paraguas, pero yo solo me quedo quieta, esperando que el agua me quite toda esta carga de ansiedad y miedo que me está consumiendo ahora. La lluvia se vuelve más intensa y mis ganas de llorar se hace
DANTE -¡No, Val, qué hiciste! - en ese momento entra Lucas y Nana, quedando impactados al ver la escena. - Lucas, ¡prepara el auto ya! - este sale corriendo mientras Nana le coloca un trapo en la herida para detener la hemorragia. - Todo esto es culpa mía. -No, querido, no digas eso. - Cargo a Val en mis brazos y corro hasta subirnos a la camioneta. Durante todo el camino no paro de verla y de tomar su pulso con miedo a que ya no esté. -Vamos, mi amor, resiste. - La sangre sigue saliendo y veo que su rostro se empieza a poner pálido y sus labios morados. - ¡Acelera, Lucas! - Llegamos al hospital y pido ayuda, entonces llegan varios médicos con una camilla y luego se la llevan. -¡Mierda! - Doy varios golpes a la pared, pero Lucas me detiene. -Señor, cálmese, no gana nada en desesperarse. La señora Valerie va a estar bien. -Eso espero. Si ella muere, no sé qué será de mí. - Llamo a mi madre y a Matilda, que es su mejor amiga, y a la hora llegan todos, incluido Franco. -Dime, ¿cómo
Ya ha pasado un mes desde lo sucedido y ahora me siento completamente sana. Desde lo que pasó en la bañera, Dante no ha dejado de tener sus manos sobre mí, ni yo de acariciar su cuerpo. Aunque todavía no hemos hecho el amor, dice que quiere que sea un momento especial, aunque eso no quiere decir que no hayamos hecho alguna que otra cosita. Solo de acordarme, mis mejillas se tornan rojas. Dante entra a la oficina y allí lo veo leyendo unos papeles. -Dime, amor -me acerco a él y me siento en sus piernas. -Me gustaría volver al trabajo -suelta un suspiro. -Nena, no quiero que te pase algo, yo... -Amor, voy a estar bien -él sonríe, pero no entiendo por qué. -¿Por qué sonríes? -Me dijiste 'amor'. Amo cuando me dices así - me besa los labios de manera lenta pero apasionada. -¿Entonces, sí me dejarías?- insisto. -¿No me dejarás en paz hasta que te deje, verdad? - Yo niego con una sonrisa -Está bien, pero solo trabajarás hasta el mediodía y, si te sientes mal, de inmediato te vienes pa
- ¡Dios, qué susto me diste, Dante! – digo tocándome el pecho. – ¿Hace cuánto tiempo estabas ahí? - Lo suficiente. Así que te metiste a clases de yoga. - ¿Quién te lo contó? – en ese momento me acuerdo de Lucas. – Ya sé, fue Lucas. - Sí, él me mantiene informado de todo lo que hace mi mujer. ¿Te gustó? - Sí, me encantó. Fue una clase maravillosa. Creo que asistiré más seguido. - ¿Y eso de “jódete, Dante y Lorena”? – cuando dice eso, siento que me atraganto con la saliva, pero no dejaré que me vea nerviosa. - Pues que ya no me va a molestar que ustedes tengan sus famosas reuniones. Por mí, mi amor, puedes hacer las reuniones que quieras con ella. No dejaré que eso me vuelva a afectar. Si mi marido no quiere ayudarme a tener paz, pues entonces tendré que hacerlo por mí misma. - Val, no es que no quiera. Es que debes entender que… - Que Lorena y tú tienen negocios. Sí, tranquilo, ya sé, no hay problema. Reúnase todo lo que quiera. Yo no diré nada. – Me levanto con delicadeza y lue