—Me quiero ir —le digo, me giro para marcharme y lo miro, el ríe amargamente. — ¿De qué te ríes? —pregunto molesta.
—De ti. —dice con descaro, lo miró sería —Hay muñeca —suspira con burla.
Como si yo fuera un maldito payaso.
—Me quiero ir a mi casa —digo segura y me giro.
Abro la puerta y camino, pero no recorro ni siquiera un metro cuando me toma del brazo de manera fuerte.
Veo acercarse un auto con hombres armados.
— ¿Señor necesita ayuda? —Le preguntan a él, a mí ni siquiera me miran, como si yo no existiera.
El niega.
— ¡Entra a la casa! —Me ordena gritando.
Me sobresalto ante sus gritos. Nunca había visto a una persona que un momento este calmada y luego grite de esa manera.
—Yo no recibo ordenes tuyas, no soy tu títere —digo calmada y sin perder la compostura. Señalo a los hombres y me giro, me toma nuevamente del brazo con brusquedad, trato de soltarme pero me carga como un bulto. Me lleva en su hombro con la cabeza abajo y yo le doy puñetazos en la espalda. — ¡Suéltame! —Le grito y me palmea el trasero fuerte —Eres un atrevido y un abusador ¡Animal! —le digo segura e indignada.
Me lleva a la habitación y me tira en la cama como si de nada se tratara.
— ¡Me estoy cansando de tus modales! —grita enojado y me mira mal, yo lo miro de la misma manera.
— ¡Sí estas tan cansado déjame ir! —le grito. Mi paciencia se está acabando. Yo trato de salir de la cama para pasar por la puerta.
—No te vas. —Habla seguro y me da miedo ese tono tan amenazante.
—Me quiero ir a mi casa —susurro intimidada. Se ríe y lo miró fijamente, no le tengo miedo.
—No seas idiota, sabía que no eras inteligente, pero esto, juraba que las peli negras eran más inteligentes que las rubias. —Dice con burla — ¿Cuál casa? si no tienes. Tu padre te hecho, te recuerdo, por andar de perra y ramera —esas palabras saben a veneno, mi cordura se va. Me amenaza y lo abofeteó, le volteo la cara, me pesa la mano. Me agarra fuerte de las manos y me tira en la cama y se sube encima de mí. —Te vas cuando yo diga —dice amenazante. —Respiras si yo te lo ordenó, si no te asfixias —me dice amenazante.
—Puede de que no tenga casa o familia o lo que sea pero yo me voy a otro lado ¡No quiero estar aquí! —Digo furiosa tratando de zafarme. —Y en tu vida vuelvas a llamarme perra —le digo furiosa. —Y me largo de aquí, no eres diferente, eres un maníaco —digo en su cara pero no me suelta.
— ¿Quién te está preguntando si quieres? ¡Nadie! —Me toma fuerte la cara. —A las buenas soy bueno, a las malas tu peor pesadilla. —Me agarra fuerte —Puedo ser un maldito maníaco, te juro que pudo hacer que conozcas el maldito infierno, porque yo soy el diablo —me asegura y tiemblo.
—No le tengo miedo ni a ti, ni a nadie —digo golpeándolo y él se sube más arriba de mí inmovilizándome —déjame ir. Yo me iré lejos —le digo segura.
— ¿¡Para donde!? ¿¡Para irte con él!? —me grita.
—No tiene que importarte, tu no me conoces, no sabes quién soy, ni siquiera sé porque me ayudaste, tu y yo no somos nada —digo segura, el me mira mal y me da miedo, se ríe.
—Estas muy equivocada mamacita —me asegura, yo niego y junta mis brazos por encima de mi cabeza con una mano —Claro que importa, porque eres mía, y yo sé todo de ti, además tengo mis malditas razones para haberte ayudado —dice molesto —y no te vas a ir me amenaza.
— ¿Qué quieres de mí? Para que me dejes ir —mira la posición en la que estamos, él por encima de mí. Y mira mi escote — ¿Te quieres acostar conmigo? —Hazlo pero déjame ir —suplico.
—Tú no entiendes —dice firme — ¡No te vas a ir! —Me mira a los ojos. —Y sí, me quiero acostar contigo —afirma sonriéndome de una manera asquerosa —desde que te vi. —Toca mis pechos. —Tenía la duda si eran operados. —Dice mientras toca mis senos por encima del vestido —Parecen operados, pero no lo son, son muy bellos —dice viéndolos. Maldito cerdo, trato de que me suelte. Me mira sin pudor y descaro. —Pero no estás aquí por ese solo motivo, aunque ese es uno muy fuerte, mírame a los ojos, así que hazte a la idea de que esta es tu casa. Yo te voy a tener cuando quiera y como quiera, porque tu eres mía y no te voy a dejar nunca —dice mirándome y dándome un beso a la fuerza.
— ¡Yo no te amo! —grito enojada y trató de quitármelo de encima, él se acerca más y yo lo miro con odio.
— ¿A quién le importa el amor? ¿Quién lo necesita? —me da un beso y le muerdo el labio, él sonríe, al parecer eso le gustó. —Acostúmbrate, porque quieras o no, tú vas a ser mía —se levanta y me mira, yo lo miró con odio —compórtate bien y así te ahorras muchas cosas, y más te vale no hacer una escena como la de hace un rato —me mira y se ríe.
Se pone de pie y lo veo salir cerrando la puerta. Trato de abrir la puerta pero está cerrada con llave, la golpeo con fuerza pero mi esfuerzo es inútil.
Me acuesto en la cama pensando ¿Cómo llegue a esto? ¿Cómo lo conocí? ¿Cómo llegue aquí?
Flashback.
—Muñeca —la miro y se ve muy linda en ese vestido Esmeralda —te ves guapísima —yo le sonrió a Tina, mi prima. La quiero mucho.
—Tú también Tina, te quiero mucho —le acomodo su antifaz —pero deja de mirar a esos hombres así, pareces una desvergonzada. —Me quejo. —Una pervertida y una acosadora —digo y ella ríe.
—Mira a ese hombre guapísimo —me dice, yo lo miro y veo que es muy lindo, alto como de 1.99, fuerte, musculoso, se nota a pesar de su vestimenta fina. Y unos ojos penetrantes que se ven tan hermosos a través del antifaz que lleva. —No me parece que sea la gran cosa —digo mirándolo, no está mal — para nada mal, parece un dios griego, digo para mí misma. Pero yo no tengo ojos para nadie más que no sea mi Aron.
—Como no, él es mío —asegura y ruedo los ojos —está mirando para acá —dice casi saltando. Lo miro y niego, y por un momento nuestras miradas se cruzan. Aparto mi mirada —pero no deja de mirarme. Es maduro, guapo, sexy y debe tener mucho dinero. Solo sonrío.
—Como sea, voy a buscar a mi padre —le digo, ella me mira y rueda los ojos.
—Organizan una fiesta por tu llegada y tú vas a hablar —dice aburrida. —Lo que soy yo paso la noche con este —dice —Él es el amor de mi vida —niego —dices eso de todos.
Busco a mi padre por todos lados y mi madre me hace saludar a personas que no conozco, sus nombres ni recuerdo, no me importan, lo único que quiero es hablar con mi papá.
Me escapo de mí madre y voy en busca de mi padre.
Tropiezo con alguien.
—Lo siento —susurro y alzo la vista, me encuentro con los ojos penetrantes que me atrapan. El hombre del antifaz, aunque no me veo tan baja por los tacones altísimos que tengo, él es más alto que yo.
—No se preocupe —es alemán, lo deduzco por su acento, me sonríe y veo que es muy guapo. No es mentira lo que dijo Tina, es realmente guapo, debe tener una cara hermosa.
—Disculpe —sonrío y me alejo. Siento su mirada detrás de mí. No encuentro a mi padre, pasan un par de minutos y le pregunto a uno de sus guardaespaldas personales y dice que está en su despacho.
Entro sin tocar.
—Señor Somerlanders —digo feliz, quitándome el antifaz, me doy cuenta que no está solo. Esta con el hombre del antifaz, tiene el antifaz en sus manos. Es él. —Puedo regresar después —digo apenada.
—No, mi muñeca —me mira, sonríe y yo también lo hago —ven quiero presentarte a alguien —miro al hombre, no me quita los ojos de encima y enmarca una ceja mirándome. Esta sentado con un vaso de whisky y un puro en su mano —quiero presentarte a un socio y amigo mío —mira a al hombre y dice —ella es mi vida y mi orgullo, mi todo, mi hija —se sorprende y me mira.
—Mucho gusto, mi nombre es Michel Somerlanders —le tiendo la mano y me analiza tomando mi mano, yo sonrió.
—Brayiam Grosbfiab, el gusto es mío. Señor Somerlanders no sabía que tenía una hija y aparte que era tan bella —me sonrojo como siempre pero de inmediato miro a mi padre.
—La tenía lejos, estudiando, tu sabes de todo esto, pero término sus estudios y esta fiesta es para presentarla ante la sociedad, yo hubiera preferido que siguiera lejos pero cumplió la mayoría de edad y se apareció por aquí y como todo una Somerlanders hace lo que quiere —los dos se ríen.
—Toda una Somerlanders —dice mirándome y yo asiento — ¿Cuánto tiempo afuera? —pregunta.
—Ya era hora de regresar, tenía ocho años alejada de casa y cuando salí del internado lo único que quería era estar en casa con mi familia, pero ahora entre a la universidad y dije que en estas vacaciones no se salvaban de mí. —Le doy un beso a mi padre — ¿Cuánto tiempo papi que no estábamos así? —digo abrazándolo.
—Ocho años, me debes muchos mimos.
—Y te los voy a dar todos —sonrío.
—Yo los dejo, fue un gusto conocerla señorita Somerlanders —me mira de una manera tan intensa. —Ya nos volveremos a ver —me asegura.
***
Y sí que nos volvimos a ver. Ahora estoy en su casa y no puedo regresar a la mía, mi vida es una m****a, siento tanta impotencia y odio ¿Por qué Aron? si yo te amaba, lo deje todo por ti y mira como me pagas, me dejaste sola y ahora estoy en un infierno.
Michel Somerlanders Observo por el balcón y miro hacia abajo, son como cinco metros ¿Será que me mato? ¿¡Porque porque tiene que ser tan alto !? Miro hacia bajo una vez más y escucho pasos, rápidamente entro en la habitación, abre la puerta y corro a acostarme en la cama para que no sospechen nada. Veo a Marcia, la nana de Brayiam, entra en la habitación y respiro un poco aliviada.—Señora —me habla y trato de disimular mi disgusto por llamarme así —le traigo algo de comer —dice maternalmente mostrándome una bandeja y me doy cuenta que no puedo enojarme con ella, no es mala.—Gracias por la intención, pero no tengo hambre —hablo cortante aunque sé que ella no lo merece, pero mi orgullo es más grande y no puedo aceptar la ayuda y la caridad de nadie, cuanto desearía no tener tanta hambre, pero no voy a comer, tengo dignidad. Cuando salga de aquí lo haré con la cabeza en alto y luego comeré, comeré mucho.—Señorita no ha probado bocado se va a enfermar —en su voz se siente la preocupac
—Michel, cálmate —dice mientras toma mis manos —ves lo que me haces hacer por tus modales —se justifica.—Lo mataste —susurro y lo miro —eres un asesino —lo miro nerviosa.—No lo soy. —Lo hice por ti —me mira fijamente —así que ya sabes, ni se te ocurra hacer otra estupidez para que nadie más pague por ellas —me amenaza.Llegamos, me ayuda a bajar del auto. No podre borrar esas imagines de mi cabeza, estoy en shock, Marcia se acerca a nosotros.—Señor ¿Que tiene la señora? —pregunta, yo miro a todos lados.—Dale algo para los nervios, para que se calme, tuvo una primera impresión muy fuerte —respira hondo y yo lo miro de manera acusadora. —Fui a la biblioteca —me detuve un momento junto al teléfono ¡Dios, es un loco!—Vamos señora —dice Marcia y me toma de la mano, me lleva a la cocina, me mira preocupada - ¿Qué tiene señora? Míreme —me pregunta preocupada.—Asesinó a un hombre —susurro con miedo y aún no lo creo —le disparó a ese pobre hombre —tiemblo del miedo. —Lo hizo delante de m
—Soy yo —dice Brayiam, me pongo como un tomate, me giro, estoy temblando, se me acerca y me agarra por los brazos. —Estas temblando y muy helada —siento un corrientazo, una sensación nueva.—Lo sé —le digo, está caliente, cuanto quisiera que me abrazara. —Es… que me... duche con agua fría. —Tiemblo, busco un pijama de color negro.—Te vas a resfriar —me giro, esta tan cerca que no me gusta, me incomoda.—Me bañe con agua fría, el calentador no sirve, busqué una toalla pero no encontré una más grande —tiemblo y me mira con una mirada que no había visto antes.—Ven —me pide la mano, lo miro, lo abraza y cierro los ojos. —No quiero que te enfermes. —Huele muy bien. —No quiero ocasionar más problemas —digo con frío y me frota los brazos, se siente tan bien. Me abraza fuerte y apoya su cabeza encima de la mía.—Tranquila, mandaré a arreglar el calentador. —Asiento con la cabeza. —Ven vístete —me separo de él, veo como me mira. Aún tengo frío pero no como antes. Lo miro alarmante. —Me voy
—Brayiam, tu sabes que yo te amo. Ella no es mujer para ti, lo sabes —la miro a los ojos y agarro fuerte su brazo, se queja.—Según tú nadie es mujer para mí. Trato de calmarme para no hacerle daño — ¿Dime quién? ¿Tu? —dice.—Sí, yo. —Niego con la cabeza, está loca —Yo te amo, se cuáles son tus gustos, se todo de ti. —Cierro los ojos y respiro.—Yo no te amo y nunca lo voy a hacer, te veo como una amiga nada más. Entiende, lo de nosotros es solo sexo y nada más, eso es lo único que obtendrás de mí. —Digo firme. —Tú jamás serás una mujer para mí, métetelo en la cabeza, la quiero a ella y no voy a permitir que te metas con ella.—Solo te digo que ella no es mujer para ti —dice esto y se va.Me siento en el comedor, son las diez y apenas voy a desayunar, veo bajando las escaleras a Michel, se ve tan hermoso con ese vestido blanco, esos ojos verdes y ese cabello negro, largo, esas curvas que amo y que son tan tentadoras.La miro y es tan hermosa, sus ojos transmiten tanto.—Buenos días —d
Salgo corriendo y subo a la habitación furiosa, detrás de mí entra Brayiam y cierra la puerta. Lo miro molesta, me seco el vestido con una toalla, estoy empapada y la piel me arde. —Déjame ver —me dice pero lo ignoró dándole la espalda.— ¿¡Que!? —Grito frustrada, trato de abrirme el vestido pero no puedo, trato de calmarme. —Es el colmo, no me basto con el café hirviendo. —Estoy furiosa. —Peleo con la cremallera y no puedo bajarla. Brayiam se pone detrás de mí, baja la cremallera y abre el vestido, me lo quito y lo tiro de mala gana en el piso. Me pongo al frente de un espejo tengo la piel roja. —El me mira — ¿Estas feliz? —Pregunto enojada.—Voy a hablar con ella —me dice serio, le muestro mi pecho para que vea que tengo la piel roja y ardiendo, me mira pero de una manera que no esperaba, está mirándome con deseo, me aparto, esa no era mi intención.—Mira Brayiam déjame en paz y lárgate con esa niña mal educada —digo y busco una toalla.—Fue un accidente —dice. Me doy vuelta y lo
Lo veo salir. — ¿Que voy hacer? ¡Dios! yo no puedo estar con él... Simplemente no puedo olvidarme de Aron ¿Por qué viene a mi cabeza cuando trato de olvidarme de él? ¿Porque tuve que enamorarme de él? ¿Por qué? Trato de no llorar y me miro en el espejo —Michel sabias que esto iba a pasar —me digo, pero no imaginé que iba a ser así. Toco mi cadena. Tengo que poder perdonarme por haber roto esa promesa, pero tú tampoco cumpliste las que me hiciste. Una lágrima cae por mi mejilla. Lo amo, pero él nunca me amo a mí, soy una estúpida por estar pensando en un hombre que solo se burló de mí y me hizo prometer muchas cosas. Tengo que poder olvidarme de él. Brayiam es guapo, tiene un cuerpo de atleta, ¿Qué tan malo puede ser? Y si hacerlo me va a dar mi libertad… entonces lo hago, aunque me esté vendiendo y aunque siempre rompa mis promesas. —Yo puedo, yo puedo. Entra Nana.—Nana —la miro, trato de sonreír algo nerviosa. —Ya me enteré de todo lo que te hizo María, pero ten calma, el señor la
—Te lo ruego Brayiam —digo suplicante, se levanta de encima de mí.— ¿Cómo? ¿Qué? ¿Eres virgen? —Pregunta confundido, asiento algo apenada — ¿Cómo? si tengo entendido que tú y el desgraciado de Aron se quedaron juntos dos días —asiento sorprendida — ¿Cómo sabe eso? —pienso.—Pero no pasó nada. Besos, caricias, pero nada más, te lo juro por mi padre —le digo asustada y asiente —déjame ir te lo ruego —le suplico, nunca antes me había humillado tanto.—Yo no voy a tentar a la suerte —dice con dulzura, acaricia mi mejilla. — ¿A qué se refiere? Pienso. —Te creo... ahora entiendo tu timidez, porque te sonrojabas cuando te hablaba —sonríe y me mira con… ¿Amor? —como no lo vi. —Suspira como si estuviera feliz. —Yo corrompiéndote con mis cosas —se ríe — ¿Por qué? No entiendo —dice.—La mayor parte de mi vida viví en un internado de monjas, ahí me inculcaron valores fundamentales — mi silencia con un dedo en la boca ¿Qué le pasa?—No digas nada… me mira a los ojos —ves porque eres especial —su
—Michel —la llamo y no contesta —corro preocupado, la veo muy mal. La cargo en brazos — ¿Qué he hecho? —miro sus piernas, están muy maltratadas, la acomodo en la cama, esta fría y muy pálida, me pongo unos jeans, una camisa y bajo corriendo las escaleras con ella en brazos. —Señor —un empleado mío me mira sin entender como diciendo ¿Qué le hizo?—Que alisten la camioneta, vamos al hospital más cercano —hablo molesto y preocupado, veo a Nana venir hacia a mí con una expresión de preocupación.—Señor —se ve angustiada y mira a Michel — ¿Qué pasó? —me pregunta y me mira preocupada.—Nada Nana. —Digo mientras corro con ella en brazos, la subo a la camioneta, veo como todos la miran, tiene ese mini pijama toda llena de sangre.Van dos carros detrás del mío, mi seguridad. La miro, le hablo y no reacciona. —Amor aguanta —digo y le toco la mejilla, esta fría, sus padres me matarán — ¿Qué te he hecho? perdóname —susurro y veo como me miran. — ¡Qué mierda me miran, conduzcan rápido! —Estoy e