: EL PESO DE LA VERDADAlejandro mantenía su mirada fija en la carretera, siguiendo de cerca el auto de Adrien. Sus manos apretaban el volante con fuerza, sus nudillos se volvieron blancos por la presión. Sentía una rabia contenida y un miedo que se mezclaban en su interior, formando un nudo en su garganta. La noche estaba oscura, y la luz de los faros apenas iluminaba el camino frente a él. Todo su cuerpo estaba tenso, esperando el momento de descargar su furia contra los responsables de lo que le habían hecho a Camila.El sonido del teléfono lo sobresaltó. Conectó el manos libres sin apartar la vista de la carretera.—¡Aló!—dijo con un tono seco y tenso.—Hijo, por fin contestas. Te he estado llamando—respondía la voz de su padre, Carlos Ferrer, al otro lado de la línea. Su tono era de preocupación.Alejandro apretó los dientes y suspiró antes de responder.—Discúlpame, padre, pero no podía contestar. ¿Qué sucede? ¿Para qué me llamas a esta hora?—Hijo, te llamo porque Margaret está
Sombras en la pantallaAdrien llegó a su mansión y, al acercarse, las enormes puertas de hierro se abrieron lentamente, permitiendo la entrada de los autos. La propiedad era imponente, con una arquitectura clásica que combinaba detalles modernos y lujosos. Los jardines estaban impecablemente cuidados, con fuentes de agua iluminadas por luces tenues que reflejaban en la noche.Alejandro miraba a todos lados con desconfianza. A su lado, Andrés hacía lo mismo, observando cada detalle, cada persona que se movía entre la penumbra de la noche. Ambos bajaron de sus autos, con sus cuerpos tensos y preparados para cualquier eventualidad. En la distancia, vieron a Adrien hablando con un grupo de hombres de apariencia ruda, vestíos de negro y con expresiones serias. Andrés entrecerró los ojos al reconocer a uno de ellos: había sido uno de los que contactó para encontrar a Camila. No dijo nada por el momento, pero guardó la información en su mente.Adrien los llamó con un gesto, indicándoles que
La Sombra en el HospitalAdrien miró fijamente al hombre robusto que les había mostrado el video. Su expresión era dura, sus ojos oscuros brillaban con una mezcla de furia y determinación. Su voz resonó con frialdad en la habitación iluminada por la tenue luz de los candelabros:—El hombre que intentó matar a Camila por primera vez confesó que fue una mujer quien pagó una suma considerable de dinero por el trabajo.Alejandro frunció el ceño, sus mandíbulas se tensaron con furia contenida. Dio un paso adelante, acercándose a Adrien con los puños cerrados. Su respiración era pesada, y su corazón latía con violencia en su pecho.—¡Camila no tiene enemigos!— exclamó con rabia. —¡Pero tú sí, Adrien! ¿Acaso esto tiene que ver contigo?La mirada de Adrien se afiló como una daga. Dio un paso adelante, enfrentando a Alejandro con una expresión feroz. La tensión en la habitación era sofocante, como si el aire se volviera más pesado con cada segundo que pasaba.—Tengo enemigos, sí —respondío Ad
### Capítulo 157: La Sombra en la NocheEl silencio en el pasillo de la UCI era apenas interrumpido por el sonido intermitente de las máquinas monitoreando a los pacientes. Un hombre, vestido con una bata de médico, se encontraba parado frente a la habitación donde debería estar Camila. Su rostro se mantenía en penumbra por la tenue iluminación, pero su nerviosismo era evidente. No pasó desapercibido ante los ojos de los guardias de seguridad.En ese instante, la puerta del ascensor se abrió y Alejandro y Adrien irrumpieron en el pasillo con pasos firmes y decididos. La voz del hombre que Adrien había dejado de guardia los recibió de inmediato.—Señor, hicimos todo lo que nos pidió. Creen que la señorita Camila está en otra habitación.Los ojos de Alejandro se encendieron con rabia. Su corazón latía con furia en su pecho.—Bien, vayamos —ordenó Adrien con la voz endurecida.Sin embargo, uno de los oficiales de seguridad del hospital también había notado la presencia inusual del supues
Decisiones en la mansión FerrerLa noche se cernía sobre la majestuosa mansión Ferrer, y en la oficina principal, Carlos Ferrer se encontraba sentado en su gran escritorio de caoba, con la vista fija en su teléfono. Con un suspiro, descolgó la línea y marcó el número de Ricardo. La llamada apenas sonó una vez antes de que su amigo contestara.—¿Alo? Ricardo, dime, ¿qué sucede?— preguntó la voz al otro lado de la línea.—Ricardo, necesito que te encargues de la empresa por unos días. Tengo que viajar,— dijo Carlos con tono serio.—¿Puedo saber qué sucede?— inquirió Ricardo con preocupación.Carlos exhaló un largo suspiro y se pasó una mano por el rostro, intentando ordenar sus pensamientos antes de responder.—Es Alejandro. Tengo que estar con él. Al parecer, alguien intentó matar a Camila, y él está muy mal. Por favor, quiero que estés al frente de la empresa junto con mi hermano, Óscar.Hubo un momento de silencio en la línea antes de que Ricardo respondiera con firmeza:—Está bien,
CAPÍTULO 159: EL DESCUBRIMIENTO DE MARGARETCarlos bajó las escaleras con su maleta en mano, su rostro reflejaba una mezcla de preocupación y determinación. Al llegar al pie de la escalera, encontró a su hermano Óscar esperándolo con las llaves del auto en la mano.—Déjame llevarte al aeropuerto —dijo Óscar con tono serio.—Está bien —respondió Carlos, lanzando una última mirada a su esposa, Isabela. Se acercó a ella y le tomó la mano con suavidad—. Cuida a mi nieto. Volveremos pronto.Isabela asintió con una leve sonrisa, aunque sus ojos reflejaban inquietud. Carlos le dio un beso en la frente, un gesto que denotaba el amor y la confianza que había entre ellos. Luego, sin decir más, salió con su hermano rumbo al aeropuerto.Justo en ese momento, Margaret descendió por las escaleras con el ceño fruncido. Su expresión era de desdén y enojo, claramente molesta por lo que acababa de presenciar. Se cruzó de brazos y miró alrededor de la sala.—¿A dónde va Carlos a esta hora? —preguntó en
Un Encuentro PeligrosoMargaret caminó con paso decidido por el lujoso vestíbulo del hotel, sus tacones resonando contra el mármol pulido. Su vestido negro de seda ceñido a su cuerpo dejaba ver cada curva con elegancia. Pasó sus dedos por su cabello, acomodándolo con un gesto estudiado antes de presionar el botón del ascensor. Mientras esperaba, se miró en el reflejo dorado de las puertas. Sus labios apenas pintados necesitaban un toque final, así que sacó un labial rojo carmesí de su bolso y lo deslizó con maestría. Un color audaz, tan peligroso como la situación en la que estaba a punto de sumergirse.El ascensor llegó con un suave "ding", y al abrirse las puertas, ella entró, exhalando lentamente. Su corazón latía con fuerza, pero su expresión era imperturbable. Pulsó el número de la suite presidencial, un piso exclusivo donde sólo unos pocos privilegiados tenían acceso. Al cerrarse las puertas, los espejos que la rodeaban la hicieron verse desde todos los ángulos. Su imagen refle
Un juego peligrosoEl whisky se deslizó lentamente por el cristal del vaso mientras Álvaro lo giraba entre sus dedos. La luz tenue de la suite presidencial arrojaba sombras sobre su rostro marcado por la experiencia y la arrogancia de un hombre acostumbrado a obtener lo que deseaba. Margaret acostada sobre el pecho de Álvaro, cubiertos con una sábana de seda roja rozando el suelo de madera. Su expresión reflejaba frustración y deseo de venganza.—Cuéntame, ¿cuál es la situación? —preguntó Álvaro con voz calmada, apoyándose contra el respaldo de la cama mientras la observaba con una sonrisa ladeada.Margaret se levantó envuelta con la sábana y se paró frente a la ventana, con la ciudad iluminada extendiéndose a sus pies. Su reflejo en el vidrio mostraba a una mujer que no estaba dispuesta a perder.—Según me informaron, Camila se estaba casando… pero no sé con quién. —Alejandro fue a impedir la boda. —Su voz temblaba levemente, pero se recobró rápido.La carcajada de Álvaro resonó por