Decisiones en la mansión FerrerLa noche se cernía sobre la majestuosa mansión Ferrer, y en la oficina principal, Carlos Ferrer se encontraba sentado en su gran escritorio de caoba, con la vista fija en su teléfono. Con un suspiro, descolgó la línea y marcó el número de Ricardo. La llamada apenas sonó una vez antes de que su amigo contestara.—¿Alo? Ricardo, dime, ¿qué sucede?— preguntó la voz al otro lado de la línea.—Ricardo, necesito que te encargues de la empresa por unos días. Tengo que viajar,— dijo Carlos con tono serio.—¿Puedo saber qué sucede?— inquirió Ricardo con preocupación.Carlos exhaló un largo suspiro y se pasó una mano por el rostro, intentando ordenar sus pensamientos antes de responder.—Es Alejandro. Tengo que estar con él. Al parecer, alguien intentó matar a Camila, y él está muy mal. Por favor, quiero que estés al frente de la empresa junto con mi hermano, Óscar.Hubo un momento de silencio en la línea antes de que Ricardo respondiera con firmeza:—Está bien,
CAPÍTULO 159: EL DESCUBRIMIENTO DE MARGARETCarlos bajó las escaleras con su maleta en mano, su rostro reflejaba una mezcla de preocupación y determinación. Al llegar al pie de la escalera, encontró a su hermano Óscar esperándolo con las llaves del auto en la mano.—Déjame llevarte al aeropuerto —dijo Óscar con tono serio.—Está bien —respondió Carlos, lanzando una última mirada a su esposa, Isabela. Se acercó a ella y le tomó la mano con suavidad—. Cuida a mi nieto. Volveremos pronto.Isabela asintió con una leve sonrisa, aunque sus ojos reflejaban inquietud. Carlos le dio un beso en la frente, un gesto que denotaba el amor y la confianza que había entre ellos. Luego, sin decir más, salió con su hermano rumbo al aeropuerto.Justo en ese momento, Margaret descendió por las escaleras con el ceño fruncido. Su expresión era de desdén y enojo, claramente molesta por lo que acababa de presenciar. Se cruzó de brazos y miró alrededor de la sala.—¿A dónde va Carlos a esta hora? —preguntó en
Un Encuentro PeligrosoMargaret caminó con paso decidido por el lujoso vestíbulo del hotel, sus tacones resonando contra el mármol pulido. Su vestido negro de seda ceñido a su cuerpo dejaba ver cada curva con elegancia. Pasó sus dedos por su cabello, acomodándolo con un gesto estudiado antes de presionar el botón del ascensor. Mientras esperaba, se miró en el reflejo dorado de las puertas. Sus labios apenas pintados necesitaban un toque final, así que sacó un labial rojo carmesí de su bolso y lo deslizó con maestría. Un color audaz, tan peligroso como la situación en la que estaba a punto de sumergirse.El ascensor llegó con un suave "ding", y al abrirse las puertas, ella entró, exhalando lentamente. Su corazón latía con fuerza, pero su expresión era imperturbable. Pulsó el número de la suite presidencial, un piso exclusivo donde sólo unos pocos privilegiados tenían acceso. Al cerrarse las puertas, los espejos que la rodeaban la hicieron verse desde todos los ángulos. Su imagen refle
Un juego peligrosoEl whisky se deslizó lentamente por el cristal del vaso mientras Álvaro lo giraba entre sus dedos. La luz tenue de la suite presidencial arrojaba sombras sobre su rostro marcado por la experiencia y la arrogancia de un hombre acostumbrado a obtener lo que deseaba. Margaret acostada sobre el pecho de Álvaro, cubiertos con una sábana de seda roja rozando el suelo de madera. Su expresión reflejaba frustración y deseo de venganza.—Cuéntame, ¿cuál es la situación? —preguntó Álvaro con voz calmada, apoyándose contra el respaldo de la cama mientras la observaba con una sonrisa ladeada.Margaret se levantó envuelta con la sábana y se paró frente a la ventana, con la ciudad iluminada extendiéndose a sus pies. Su reflejo en el vidrio mostraba a una mujer que no estaba dispuesta a perder.—Según me informaron, Camila se estaba casando… pero no sé con quién. —Alejandro fue a impedir la boda. —Su voz temblaba levemente, pero se recobró rápido.La carcajada de Álvaro resonó por
Una jugada peligrosaMargaret se quedó pensativa mientras sus dedos recorrían el pecho de Álvaro con lentitud, dibujando figuras imaginarias sobre su piel caliente. Su respiración era pausada, pero en su mente, el caos reinaba. Cada palabra, cada información obtenida, le daba vueltas en la cabeza. Algo no encajaba.Álvaro la observó en silencio, disfrutando del roce de sus manos, pero notando la tensión en su mirada. Encendiendo un cigarro, dio una calada profunda antes de hablar.—Haré unas llamadas —dijo finalmente, sentándose en el borde de la cama mientras tomaba su teléfono. Margaret se incorporó también, cubriéndose con la sábana mientras lo observaba con curiosidad.Marcó un número y esperó. Al otro lado de la línea, una voz ronca contestó de inmediato.—Aló, jefe.—¿Qué novedades hay respecto a la chica? —preguntó Álvaro con tono impaciente.—Jefe, la chica está en cuidados intensivos. Su estado es crítico, pero sigue con vida.Álvaro frunció el ceño y apagó su cigarro en el c
Secretos y SospechasEl amanecer apenas despuntaba en el horizonte cuando Margaret se levantó con sigilo. La habitación estaba sumida en una penumbra cálida, con las cortinas de terciopelo bloqueando la mayor parte de la luz matutina. A su lado, Álvaro la observaba con una sonrisa perezosa, recostado contra las almohadas de seda.—¿Por qué no te quedas hoy conmigo? —preguntó con voz ronca, extendiendo la mano para tocar su brazo.Margaret vio que la lencería de la noche anterior yacía sobre la alfombra, junto a sus tacones de aguja. Sin perder el tiempo, comenzó a vestirse con movimientos elegantes y calculados.—No puedo —respondió con frialdad, abrochándose la blusa—. Tengo que estar allá cuando Alejandro regrese de su búsqueda.Álvaro esbozó una sonrisa ladeada, observándola con una mezcla de fascinación y burla.—Entiendo —murmuró, llevándose un cigarro a los labios y encendiéndolo con calma—. De todas maneras, te mantendré al tanto de todo lo que pienso hacer.Margaret tomó su bo
La Sombra de la SospechaCarlos caminaba por los pasillos del hospital con el ceño fruncido y el corazón latiéndole con fuerza. Las luces blancas iluminaban el corredor con un resplandor frío y aséptico. A cada paso, su preocupación aumentaba. Finalmente, divisó a Alejandro, sentado en una de las sillas de la sala de espera, con los codos apoyados en las rodillas y la mirada perdida en el suelo.—¡Alejandro!— su voz resonó en el pasillo.Alejandro levantó la mirada y, al ver a su padre, se puso de pie. Ambos se abrazaron con fuerza, un gesto silencioso que transmitía alivio y apoyo mutuo.—Gracias por venir, papá— murmuró Alejandro.—Sabes que cuentas con mi apoyo, hijo— respondió Carlos, dándole una palmada en la espalda antes de separarse—. ¿Qué dicen los médicos?Alejandro pasó una mano por su rostro, exhalando pesadamente.—Nada, papá. Dicen que solo queda esperar a que Camila se recupere, pero... ¡aún no despierta!Carlos apoyó una mano en su hombro con gesto tranquilizador.—No
La Caída de Carlos El sonido de los grilletes al cerrarse sobre las muñecas de Alejandro resonó como un trueno en los pasillos del hospital. Carlos sintió que el mundo se derrumbaba ante sus ojos mientras veía a su hijo ser escoltado por los oficiales. Su pecho se oprimía con una angustia indescriptible, pero intentó mantenerse firme. Andrés, a su lado, se mostraba atónito, con los puños cerrados y la respiración entrecortada. —¿Estás bien, tío? —preguntó con evidente preocupación, notando la palidez en el rostro de Carlos. —Solo me duele un poco… —susurró el hombre, llevándose una mano al pecho con una expresión de sufrimiento. Ambos observaron cómo Alejandro era conducido hacia la salida, escoltado por los oficiales. La mirada de su hijo reflejaba ira y desesperación, pero también una promesa de luchar hasta el último momento por su inocencia. —Vamos, tenemos que estar con Alejandro —dijo Carlos con voz temblorosa, tratando de dar un paso adelante. Sin embargo, el dolor se vol