Alejandro estaba furioso. Apretaba los puños con tanta fuerza que sus nudillos se tornaron blancos. No podía creer que Camila le hubiera colgado la llamada de esa manera. La desesperación lo consumía, y su respiración era agitada. Andrés, al verlo así, decidió intervenir.—Cálmate, primo. Acabo de hablar con los hombres. Revisarán todas las iglesias en busca de Camila. Si está casándose, lo sabremos pronto.Alejandro lo miró con determinación y con una chispa de desesperación en los ojos.—No se casará, Andrés. Tengo que impedir esa boda. No puedo perderla.Andrés suspiró, comprendiendo la angustia de su primo. Caminó hasta la nevera, sacó un vaso con agua y se lo extendió.—Bebe esto y tranquilízate.Alejandro tomó el vaso, bebió el agua de un solo trago y luego lo dejó con fuerza sobre la mesa.—Salgamos a buscarla, Andrés. No podemos esperar más.Ambos salieron apresurados del hotel y subieron al auto. Alejandro conducía con los ojos atentos a cada iglesia que pasaban. Su corazón l
La advertencia de un padreAdrien estaba en su oficina, acomodando algunos documentos y dejando todo en orden antes de marcharse. Su mente estaba ocupada en el viaje que estaba a punto de emprender con Camila, en su futura vida juntos, en la idea de construir un hogar con ella. Sin embargo, el golpe seco de la puerta interrumpió sus pensamientos.Su padre entró con el ceño fruncido y una mirada de desaprobación en el rostro.—Hijo, ¿me puedes explicar qué está sucediendo? ¿A dónde vas con tanta urgencia?Adrien soltó un suspiro y dejó los papeles sobre su escritorio.—Papá, ya basta. No soy un niño.—Pero actúhas como si lo fueras.Adrien negó con la cabeza, frustrado.—Me voy de viaje con Camila. Es todo.Su padre cruzó los brazos y lo observó con expresión seria.—Hijo, sé que quieres formar un hogar con esa muchacha, pero esa chica no te ama.—¡Cállate, papá!—Escúchame. Si te casas con ella, no serás feliz.Adrien comenzó a caminar de un lado a otro de la oficina, tratando de cont
Capítulo 146 - Entre el amor y el peligroAdrien salió de su empresa con paso firme, ajustándose el saco antes de entrar en el auto que lo esperaba en la entrada. No notó que, a lo lejos, un vehículo oscuro con vidrios polarizados también arrancaba discretamente tras él. Sus guardaespaldas, atentos, mantenían su distancia, pero ni ellos ni Adrien se percataron de que estaban siendo seguidos.Desde la ventana de su oficina, su padre observaba la escena con el ceño fruncido. Algo no le cuadraba. No era un hombre que creyera en presentimientos, pero una sensación de peligro le recorrió el cuerpo como una descarga eléctrica. Decidió no ignorarlo. Tomó sus llaves y salió apresurado hacia el estacionamiento. Encendió su auto y salió a toda velocidad, decidido a proteger a su hijo de lo que fuera que estaba sucediendo.Mientras tanto, en otro punto de la ciudad, Alejandro y Andrés aguardaban con ansiedad la llamada que cambiaría el destino de esa tarde. El teléfono de Andrés vibró y ambos sa
Entre la vida y la muerteAlejandro sostenía a Camila entre sus brazos, con su mano temblorosa presionando la herida para evitar que siguiera perdiendo sangre. Su rostro estaba empapado en lágrimas y su cuerpo temblaba de desesperación.—¡No te duermas, Camila! —¡Ábreme los ojos, por favor! —le suplicó, su voz quebrada por el miedo.Adrien, que conducía a toda velocidad rumbo al hospital, observaba la escena desde el retrovisor con el corazón hecho un nudo. Su puño se cerró con fuerza sobre el volante, incapaz de soportar la imagen de Camila en ese estado.Camila intentó hablar, su voz apenas un susurro entrecortado:—Quiero que seas feliz… —dijo con un hilo de voz.Alejandro sintió que su mundo se derrumbaba. Negó con la cabeza y, con el rostro empapado de lágrimas, le respondió:—¡No! —Yo seré feliz contigo, ¿me escuchaste? —Su voz se rompió en un sollozo—. Te amo, Camila. Siempre te he amado… Fui un estúpido por no decírtelo antes, pero tú eres la única mujer que me ha hecho enten
La sombra de la venganzaLos oficiales se marcharon, dejando a otros agentes vigilando a Alejandro y Adrien. Mientras caminaban por los pasillos del hospital, uno de los agentes se acercó a su superior con el ceño fruncido.—Jefe, ¿quién cree que es el responsable de este ataque? —preguntó con voz grave.El superior se detuvo un instante, observando la puerta del quirófano donde Camila luchaba por su vida.—Mi hipótesis recae sobre Alejandro Ferrer. Quizás, al enterarse de la demanda de divorcio, decidió tomar una medida drástica. Tal vez mandó a alguien a matarla y luego, arrepentido, intentó salvarla.—Pero jefe, él estaba allí... —insistió el agente, confundido.—Eso no significa nada. Puede que haya cambiado de opinión al último momento.—¿Y el otro hombre? —intervino otro oficial—. Era su boda. ¿No cree que él tenga más razones para deshacerse de ella?El superior suspiró, sin responder de inmediato. Sabía que ambos tenían razones para ser sospechosos.Mientras tanto, en una lujo
Decisiones y sombras del pasadoSandra colgó la llamada y su mirada se apagó. Sus labios temblaron levemente, y sintió un nudo en el estómago al procesar la verdad: Andrés estaba buscando a Camila. ¿Por qué? ¿Qué significaba eso? Su corazón latía con fuerza, y sus manos apretaban el teléfono como si pudiera exprimir respuestas de él. Su mente bullía en mil pensamientos hasta que la voz de Emma la sacó de su ensoñación.—¿Sucede algo, Sandra? —preguntó Emma, observándola con atención. —Parece que hubieras recibido una mala noticia.Sandra forzó una sonrisa y negó con la cabeza.—No pasa nada, solo estaba recordando algo —respondió con voz calmada, aunque su interior estaba en completo caos. Miró a Emma y decidió cambiar de tema. —Se me había olvidado decirte que mañana saldré con un amigo y no sé a qué hora regresaré. ¿Puedes estar pendiente de Melody?Emma le sostuvo la mirada por un momento, como si intentara leer lo que realmente pasaba por su mente. Luego asintió lentamente.—No te
Andrés tenía las manos apretadas en puños, la frustración ardiendo en su pecho. No podía creer que Sandra le hubiera colgado sin dejarle explicar. Se pasó la mano por el rostro y dejó escapar un suspiro cargado de rabia y frustración.—Ahora ella piensa que vine a buscar a Camila… —murmuró entre dientes, guardando su teléfono en el bolsillo.Las horas transcurrían lentas y desesperantes, y aún no había noticias sobre el estado de Camila. La tensión en el hospital era palpable. Alejandro y Andrés permanecían en un rincón del pasillo, observando cada movimiento de los médicos y enfermeras que entraban y salían del quirófano.El sonido de pasos rápidos resonó en el pasillo y todos voltearon. Era el padre de Adrien, que llegaba apresurado. Al ver a su hijo, caminó directamente hacia él y lo tomó por los hombros con fuerza.—Hijo, ¿estás bien? —su voz sonaba ronca por la preocupación.Adrien lo miró con los ojos cargados de angustia.—Papá, tengo miedo de perderla. —Su voz se quebró y sus
El aire dentro del quirófano era denso, cargado de tensión y de la urgencia de salvar una vida. La iluminación blanca y potente reflejaba la gravedad de la situación. Sobre la camilla, Camila yacía inconsciente, su cuerpo inmóvil y pálido contrastaba con el rojo vibrante de la sangre que se deslizaba lentamente por la sábana quirúrgica. El sonido de los monitores cardíacos resonaba en la sala, cada pitido marcando un latido de esperanza o una amenaza de pérdida.—¡Necesito más succión aquí! —ordenó el cirujano principal, el doctor Ramos, con voz firme pero serena.Una enfermera de inmediato movió el tubo de succión, aspirando la sangre que dificultaba la visibilidad en la cavidad torácica. El médico asistente extendió su mano sin apartar la mirada de la herida abierta.—Bisturí —pidió con determinación.La instrumentista, con precisión mecánica, colocó el bisturí en su palma. Con un movimiento experto, el doctor realizó una incisión más profunda para acceder a la bala alojada cerca de