Una jugada peligrosaMargaret se quedó pensativa mientras sus dedos recorrían el pecho de Álvaro con lentitud, dibujando figuras imaginarias sobre su piel caliente. Su respiración era pausada, pero en su mente, el caos reinaba. Cada palabra, cada información obtenida, le daba vueltas en la cabeza. Algo no encajaba.Álvaro la observó en silencio, disfrutando del roce de sus manos, pero notando la tensión en su mirada. Encendiendo un cigarro, dio una calada profunda antes de hablar.—Haré unas llamadas —dijo finalmente, sentándose en el borde de la cama mientras tomaba su teléfono. Margaret se incorporó también, cubriéndose con la sábana mientras lo observaba con curiosidad.Marcó un número y esperó. Al otro lado de la línea, una voz ronca contestó de inmediato.—Aló, jefe.—¿Qué novedades hay respecto a la chica? —preguntó Álvaro con tono impaciente.—Jefe, la chica está en cuidados intensivos. Su estado es crítico, pero sigue con vida.Álvaro frunció el ceño y apagó su cigarro en el c
Secretos y SospechasEl amanecer apenas despuntaba en el horizonte cuando Margaret se levantó con sigilo. La habitación estaba sumida en una penumbra cálida, con las cortinas de terciopelo bloqueando la mayor parte de la luz matutina. A su lado, Álvaro la observaba con una sonrisa perezosa, recostado contra las almohadas de seda.—¿Por qué no te quedas hoy conmigo? —preguntó con voz ronca, extendiendo la mano para tocar su brazo.Margaret vio que la lencería de la noche anterior yacía sobre la alfombra, junto a sus tacones de aguja. Sin perder el tiempo, comenzó a vestirse con movimientos elegantes y calculados.—No puedo —respondió con frialdad, abrochándose la blusa—. Tengo que estar allá cuando Alejandro regrese de su búsqueda.Álvaro esbozó una sonrisa ladeada, observándola con una mezcla de fascinación y burla.—Entiendo —murmuró, llevándose un cigarro a los labios y encendiéndolo con calma—. De todas maneras, te mantendré al tanto de todo lo que pienso hacer.Margaret tomó su bo
La Sombra de la SospechaCarlos caminaba por los pasillos del hospital con el ceño fruncido y el corazón latiéndole con fuerza. Las luces blancas iluminaban el corredor con un resplandor frío y aséptico. A cada paso, su preocupación aumentaba. Finalmente, divisó a Alejandro, sentado en una de las sillas de la sala de espera, con los codos apoyados en las rodillas y la mirada perdida en el suelo.—¡Alejandro!— su voz resonó en el pasillo.Alejandro levantó la mirada y, al ver a su padre, se puso de pie. Ambos se abrazaron con fuerza, un gesto silencioso que transmitía alivio y apoyo mutuo.—Gracias por venir, papá— murmuró Alejandro.—Sabes que cuentas con mi apoyo, hijo— respondió Carlos, dándole una palmada en la espalda antes de separarse—. ¿Qué dicen los médicos?Alejandro pasó una mano por su rostro, exhalando pesadamente.—Nada, papá. Dicen que solo queda esperar a que Camila se recupere, pero... ¡aún no despierta!Carlos apoyó una mano en su hombro con gesto tranquilizador.—No
La Caída de Carlos El sonido de los grilletes al cerrarse sobre las muñecas de Alejandro resonó como un trueno en los pasillos del hospital. Carlos sintió que el mundo se derrumbaba ante sus ojos mientras veía a su hijo ser escoltado por los oficiales. Su pecho se oprimía con una angustia indescriptible, pero intentó mantenerse firme. Andrés, a su lado, se mostraba atónito, con los puños cerrados y la respiración entrecortada. —¿Estás bien, tío? —preguntó con evidente preocupación, notando la palidez en el rostro de Carlos. —Solo me duele un poco… —susurró el hombre, llevándose una mano al pecho con una expresión de sufrimiento. Ambos observaron cómo Alejandro era conducido hacia la salida, escoltado por los oficiales. La mirada de su hijo reflejaba ira y desesperación, pero también una promesa de luchar hasta el último momento por su inocencia. —Vamos, tenemos que estar con Alejandro —dijo Carlos con voz temblorosa, tratando de dar un paso adelante. Sin embargo, el dolor se vol
Adrien caminaba por los pasillos del hospital con la mirada fija en el suelo, su mente un caos de pensamientos contradictorios. La conversación con Andrés aún resonaba en su cabeza, pero no tenía tiempo para distraerse con eso. Camila seguía en peligro y Alejandro estaba tras las rejas, pero algo dentro de él le decía que esto iba más allá de ellos.Su teléfono vibró en su bolsillo, sacándolo de sus pensamientos. Frunció el ceño al ver un número desconocido en la pantalla. Dudó por un momento si contestar o no, pero algo en su interior le decía que debía hacerlo.Suspiró con frustración y deslizó el dedo por la pantalla.—¿Aló? —respondió con voz tensa.El silencio al otro lado de la línea se prolongó por un par de segundos, lo suficiente para que una extraña sensación de incomodidad recorriera su cuerpo. Luego, una voz que no escuchaba desde hace mucho tiempo habló, cargada de burla y veneno.—Al parecer el destino nos ha vuelto a unir, Adrien.El cuerpo de Adrien se puso rígido al i
La amenaza de Álvaro GutiérrezAdrien apretó los puños con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos. Sus dientes rechinaron de furia mientras su respiración se volvía errática. Su pecho subía y bajaba rápidamente, dominado por la ira que le hervía en la sangre. Sus ojos destellaban un odio profundo, mientras su mente repetía una y otra vez las palabras de Álvaro Gutiérrez.—¡Maldita sea, Álvaro Gutiérrez! —soltó entre dientes, golpeando con fuerza la pared más cercana.El impacto resonó en el pasillo del hospital, atrayendo algunas miradas curiosas de las enfermeras y familiares de los pacientes. Pero a él no le importó. Estaba cegado por la furia, por la impotencia, por el veneno que aquel hombre acababa de inyectarle con esa llamada.Cerró los ojos con fuerza e intentó recuperar el control de su respiración. Pero era inútil. El simple hecho de pensar que Álvaro podría estar detrás del ataque a Camila lo hacía enloquecer. Si descubría que él era el responsable de que ella es
En la sombra de la culpaEl sonido de los barrotes al cerrarse detrás de él resonó con fuerza en la pequeña celda. Alejandro se quedó de pie por un momento, observando el suelo de concreto gris bajo sus pies. El olor a humedad y encierro se le metió en la nariz, mezclándose con el hedor a sudor y desesperación que impregnaba el ambiente.Suspiró pesadamente y caminó hasta el incómodo banco de cemento adosado a la pared. Se dejó caer en él, inclinando los codos sobre sus rodillas, y hundió las manos en su cabello.—¿Qué voy a hacer ahora…? —susurró, con la voz rasposa por la frustración.Su mente era un torbellino de pensamientos, todos girando alrededor de lo mismo. Lo habían acusado de un crimen que jamás habría cometido. ¿Cómo era posible que alguien pensara que él podría hacerle daño a Camila?Cerró los ojos con fuerza, recordando su rostro. Su piel suave, su mirada llena de vida, su sonrisa que siempre le iluminaba hasta los días más oscuros.—Yo nunca te mandaría matar… —murmuró,
Interrogatorio bajo presiónEl sonido de las botas del oficial resonaba en el pasillo mientras escoltaba a Alejandro hacia la sala de interrogatorios. Con cada paso, su mente trabajaba a toda velocidad. ¿Quién había logrado incriminarlo? ¿Cómo podían creer que él sería capaz de hacerle daño a Camila?Finalmente, llegaron a una puerta metálica que el oficial abrió con un movimiento seco.—Entre —ordenó con voz firme.Alejandro avanzó sin dudar. El cuarto era pequeño, apenas iluminado por una bombilla que colgaba del techo, proyectando sombras en las paredes. En el centro, una mesa de metal con dos sillas, una frente a la otra.—Siéntese ahí —indicó el oficial, señalando la silla frente a la puerta.Alejandro se acomodó, pero no apoyó completamente la espalda en el respaldo. Su cuerpo estaba tenso, su mandíbula apretada. Sabía que este interrogatorio sería complicado, pero no pensaba dejarse intimidar.Los minutos pasaron en un silencio sofocante. Se escuchaba el zumbido de la luz, el e