Preocupación.

El día pasó y ambos continuaron encerrados en la habitación, los guardias se mantenían alejados de esta sabiendo que no podían perturbarlos.

Ni siquiera un baño con agua fría fue capaz de calmarlos, Elizabeth ya podía sentir los estragos ocasionados en ella a medida que el término del celo llegaba. Había aguantado cada sesión de placer dada por su esposo como si su cuerpo estuviera diseñado para eso.

Podia sentir al tocar el cuerpo de Estefan como la temperatura iba bajando y sus ojos negros oscuros regresaban a la normalidad. Acostados en la cama, Elizabeth con su cabeza sobre el pecho ajeno disfrutaban de un alivio momentáneo hasta que el ciclo acabará.

—¡Mi cuerpo me duele! —dijo abrazando a Estefan —creo que tendré que tomar analgésico por tres meses seguidos —Estefan soltó una carcajada al escucharla.

—Si supieras que fui gentil.

—¿Gentil? Casi abres mi espalda en dos con tus dedos, además mi pobre cadera casi queda rota en trocitos.

—Eres exagerada, e insisto fui gentil.

—La pr
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