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Yo Soy Yo
Yo Soy Yo
Por: Alexa Castillo
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Y entonces cada noche, yo bajaba media escalera y caía rendido ante los escalones, porque mi cama ya no era lugar suficiente para refugiarme, porque mi hermana ya había tenido suficiente de mis dramas, aunque fuera yo, aquel que creía que era impredecible, aquel que creía ser espontáneo, el que había caído en una rutina, en una larga y vergonzosa rutina.

Cada aproximadamente ocho meses venía a refugiarme con mi familia, si no era con mi madre era con mi hermana, y ahora… ya sólo puedo refugiarme con mi hermana.

Todo comenzó cuando renuncié a mi trabajo, por enésima vez yo creo, como siempre corrí con la cola entre las patas a ver a mi hermana, no importaba si era mañana, tarde o noche; ella siempre abría esa puerta para mí, su pequeño hermano menor, que no tenía amigos, pareja o hijos que lo mantuvieran estable ante una crisis, era noche, (cerca de las doce imagino) cuando toqué a su puerta para molestarla, tardó un par de intentos el hacer que se levantara, pero al cabo de unos cuantos minutos al fin abrió la puerta. Yo entré sin pedir permiso tan pronto ella haló para sí el pórtico, casi gritando y exasperado de que en realidad nadie podía ver lo que en verdad yo sí podía. Mi hermana, como era la costumbre, me trataba calmada y pacíficamente ante mi desesperación, me preguntaba una y otra vez si me encontraba bien pero siempre en un tono pacífico que buscaba hacerme volver en sí, en lugar de hacerme explotar.

Esa vez, como una de tantas veces estoy seguro, le dije que ahora sí era definitivo, que esa vez al fin me desharía de lo que tanto estrés había traído a mi vida y, que al fin pondría en práctica la profesión que había estudiado, obviamente después de tomarme una semana, o mes, sabático/a. Mi hermana como era de costumbre me preguntaba amablemente que había sucedido ahora, y me decía que todo estaría bien, que pasara la noche allí y que por la mañana habláramos tranquilamente, ya que era tarde y ella tenía que llevar a mis sobrinos a la escuela al día siguiente.

Yo suelo ser una persona desapegada a todo y a todos, con la excepción de mi familia (que yo considero es lo más importante que tengo en el mundo) así que ahora que sólo me quedaba mi hermana yo velaría por ella y por mis sobrinos, que, a falta de una figura paterna, me consideraban como parte íntegra de su familia.

Las horas transcurrían, pero no había indicio alguno de sueño en mi rostro, cansancio había, tristeza, frustración, decepción e incluso ira, pero el insomnio no parecía querer apartarse de mi lado, así que, como todo buen hombre con ganas de empezar una nueva etapa en su vida, me levanté de la cama, tomé mis llaves y salí con todas las ganas de superarme a mí mismo, mi impulsividad no me permitía ver que eran cerca de las 2am y, por lo tanto, parecía una buena idea.

Llegué a casa cerca de las 3 am, seguramente mi hermana no se había percatado de mi ausencia, ya que no tenía ninguna llamada por parte de ella, la verdad es que en realidad no sabía lo que hacía, los planes en mi cabeza eran desorganizados, pero tenían sentido para mí, tomé algunas de mis cosas, las subí a la camioneta y comencé a divagar a cerca de una vida ideal junto a mi hermana, habíamos sido muy unidos desde pequeños, y ahora, ella no tenía a nadie a su lado, ella ya me había ofrecido varias veces el quedarme en su casa por un tiempo y creo que ésta vez le tomaría la palabra. Mi casa era un poco más grande, y a mis sobrinos les gustaba ir allí, supongo que si era temporal no importaba, pero si ésta situación se alargaba intentaría traerlos aquí. Eso y más pasaba por mi mente mientras terminaba de cargar las cosas a la camioneta, recordé que mi hermana había tenido problemas con unas tomas de agua de su casa, así que mi última parada antes de partir a dónde mi hermana, era mi cobertizo.

Estaba oscuro, y realmente hacía mucho frío, mi cobertizo no es muy grande, y a diferencia de otros está separado de la casa, a unos veinte metros al lado izquierdo de la casa y allí sólo guardaba una motocicleta y algunas cosas que creía me servirían algún día. Ya que no suelo colocar cosas realmente importantes allí, nunca fui muy cuidadoso en cuanto a su cerradura, pero estaba seguro de que, como mínimo, siempre le colocaba su pequeño candado como precaución, pero esta vez, algo perturbó mi pensamiento, estando allí, parado a cinco metros de mi cobertizo, alumbrando directamente a la puerta, me podía percatar de no sólo la ausencia del candado, sino que la puerta estaba entre abierta.

Estuve titubeando al menos un minuto, creo, hasta que me percaté de que el plan de acción más efectivo era el ser lo más cauto posible y alejarme del lugar sin llamar mucho la atención, así que, apagué la lámpara, y comencé a retroceder lentamente hasta la casa, retrocedí hasta llegar al vehículo y me subí lo más silenciosamente posible. He visto suficientes películas de terror, así que lo primero que hice fue darme la vuelta para cerciorarme de que estaba completamente sólo en la camioneta, alumbré el asiento trasero, y lo más que pude de la cajuela sin percatarme de nada raro, pensé que lo siguiente podría ser el llamar a la policía, pero, ¿qué reportaría?, no había visto nada en realidad, y no había estado en casa en todo el día, así que no podía estar completamente seguro de que yo había cerrado el cobertizo la última vez que vine, y por alguna extraña razón, decidí esperar en el auto, sabía que si en realidad no había nadie allí, nada pasaría, y que si alguien había entrado a robar algo, tendría que salir tarde o temprano.

Además, estaba seguro de que la motocicleta en el cobertizo no tenía combustible, así que era imposible que alguien la encendiera. Sólo quedaba esperar.

Los minutos pasaban, y con ellos se iba mi paciencia lentamente, - “Probablemente no hay nadie allí” – comencé a pensar una y otra vez mientras mi mente intentaba recordar el haber dejado abierta la puerta.

Cuando menos lo esperé, el reloj ya marcaba las 5am, lo que parecía indicar que no había nadie allí, había sido una fría noche como para haberla pasado en el auto, pero un grupo de sábanas había ayudado mucho, ya al borde de la desesperación, tomé uno de los puros que había obtenido de mi casa y salí enfrentando el frío amanecer. Llegué al cobertizo sin hacer mucho escándalo, y mi puerta se abrió casi sin hacer ruido, todo parecía en orden, un poco de cosas tiradas por aquí, otras pocas por allá y la moto estorbando justo en medio de la habitación, encendí la bombilla y la inquietud se alejó de mi mente por un momento, comencé a buscar las herramientas que necesitaría para ayudar a mi hermana en su casa y de una en una las fui recolectando, caminé a lo largo de la habitación en busca de una llave inglesa que yo sabía que tenía por algún sitio, pasé junto a las escaleras y de pronto alguien saltó sobre mí, caí al suelo como costal de papas y me protegí la cara como pude, de pronto sentí un dolor punzante en mi costado, después otro cerca de mi pecho, podía sentir algo incrustado en mi pecho, pero seguía desesperado por quitarme de encima a el agresor, tomé toda la fuerza que me quedaba, entre forcejeos localicé lo que parecía ser su cabeza y la empuje lo más posible para quitarla de encima, un cabello largo y lacio cubría mi cara, que estaba justo debajo de la suya, así que supuse que se trataba de una mujer, pero una mujer demasiado fuerte al parecer, en exceso diría yo. A esas alturas ya no sabía si era un él, una ella y si él o ella tenía mucha fuerza o simplemente el dolor en mis heridas me había mermado toda la fuerza del cuerpo. Mi esfuerzo parecía vano, y ahora las manos del agresor sujetaban mi cabeza contra el suelo, una por el cuello y el otro brazo se apoyaba en toda su extensión en mi pecho, por un pequeño momento me percaté que mis heridas seguían siendo perforadas por las armas de mi agresor, pensando que había dejado las armas incrustadas, ya que sus manos estaban ocupadas, decidí tomarlas para defensa propia, pero ninguna de las dos cedía, además de que no parecían cuchillas o herramientas, se asemejaban más a barras metálicas planas. Mis primeras lágrimas surgieron de mis ojos mientras sentía que mis manos se tornaban frías y sin fuerzas, de pronto el frío era más intenso, o así me parecía, mis ojos veían borroso, pero no sé si era por mis lágrimas o por la pérdida de oxígeno, o de sangre, o las mil y un cosas que podían estar matándome en ese momento.

Estaba a punto de morir, podía sentirlo, mi garganta estaba demasiado lastimada como para hablar, me pareció ver a mi atacante desfalleciendo a mi lado, lo confirmé con la sensación de liberación en mi abdomen, que ahora podía moverse, libre del peso que antes tenía encima, intenté desesperadamente mover cualquier parte de mi cuerpo, pero fue inútil, me faltaba la respiración y comenzaba a ahogarme con mi propia sangre. Intenté inhalar aire por la boca sólo causando una peor sensación de ahogamiento. Mi atacante pareció sorprenderse de que yo siguiera con vida ya que se levantó rápidamente del suelo y se colocó en cuclillas junto a mí.

Allí pude verla por primera vez, era una mujer, pelo negro y joven, fue lo único que pude deducir de su apariencia, ya que, aunque mi cuerpo no se movía, yo intentaba desesperadamente alejarme de ella.

Sus ojos se abrieron como platos al verme muriendo, lo que me produjo una extraña sensación de pánico, pero, de pronto parecía asustada y profundamente confundida.

- ¡Rayos!, no, no, no, no, ¡no mueras!, hey, hey, no cierres los ojos, aguanta.

Ella seguía exclamando en un tono bajo mientras me colocaba de costado y me daba pequeñas palmadas en las mejillas para mantenerme consciente, todo era muy confuso en ese momento, y el dolor demasiado grande, no sabía que pasaba exactamente y realmente me asustaba la idea de morir. Era extraño, verla allí intentando salvarme de algo que ella misma había provocado. Le temía, estaba seguro, aunque la sola idea de la muerte hacía que me aferrara a quien sea, con tal de evitarla, era una terrible sensación de desesperación que no se puede describir con palabras. Como pude, la miré fijamente a los ojos, y con un último esfuerzo entre fuerza de voluntad y desesperación llevé mi mano hasta su brazo, y lo tomé con fuerza del abrigo que llevaba, tirando de él, en un gesto que imploraba que no me dejará morir así. Quería pedirle ayuda con todas mis fuerzas, pero mi garganta parecía estar destrozada, así que simplemente comencé a llorar, a llorar cantaros mientras seguramente hacía pucheros intentado inhalar aire, cada vez más desesperadamente mientras sujetaba su brazo, aferrándome a la poca vida que me quedaba, ella me había hecho esto, pero el miedo a la muerte era más grande que el miedo o el rencor que sentía hacía ella.

- Lo siento…

Susurró con lágrimas en los ojos, mientras guardaba mi cabeza entre sus brazos, brindándome un ambiente raramente cálido y pacífico.

Desperté en una habitación en penumbras, sin ningún sonido que perturbara el ambiente, sentía la garganta seca y un poco de migraña, lentamente me incorporé sobre la cama e intenté reconocer la habitación, la oscuridad y la confusión que estaba experimentando hacía bastante difícil la tarea, pero, aun así, estaba seguro de nunca antes haber estado allí.

Mis ojos, finalmente adaptados a la oscuridad me permitieron localizar una puerta cerrada, que parecía ser la salida, miré hacia abajo intentado ver si alguna luz lograba entrar por debajo de la puerta sin éxito alguno, examiné más minuciosamente la habitación, era una habitación grande, de al menos seis metros de largo y otros seis de ancho, recorrí la habitación con la mirada y finalmente me encontré con una ventana, a no más de dos metros a la izquierda de la cama, las cortinas parecían gruesas y dejaban pasar poca luz, lo que dificultaba distinguirlas de una pared. Me giré hacia la derecha, para después rodear la cama hacia la ventana. Mis pies desnudos resintieron el frío contacto con el suelo, pero firmemente me puse de pie. Torpemente avancé rodeando la cama y aunque al caminar me sentía bastante extraño no me detuve hasta estar frente a la ventana, probablemente un poco de luz me daría una mejor perspectiva de dónde estaba (pensé durante un momento). Estando allí, frente a la ventana, pude admirar la altura de la habitación de no más de 3 metros. Busqué la unión de las cortinas en el centro sin tener mucha suerte, así que decidí correrla de un extremo a otro. La luna impactó mi mirada casi de frente llenando la habitación de una preciosa luz pálida, y la ventana antes escondida me daba la perspectiva que necesitaba.

Primero que nada, parecía ser una casa de al menos tres pisos de altura y me parecía estar en la primera planta. La comunidad me parecía desconocida, parecía un área residencial más que nada, aunque me inquietaba más de lo que me tranquilizaba. Mis recuerdos estaban algo confusos en ese entonces, pero, si recordaba algo; había sido algo horrible, pero no lograba recordarlo con claridad. Me giré nuevamente hacia la cama, en busca tal vez de alguna respuesta.

Mi sorpresa fue enorme, al encontrarme cara a cara con un animal al pie de la puerta, no lograba descifrar la clase de animal que era. Fácilmente podía decir que se trataba de un perro, pero eso que estaba allí… no lo era.

Al menos no en los términos en los que los conozco. Su apariencia no era extraña en lo absoluto, perfectamente podría pasar por un zorro, pero el tamaño simplemente no encajaba. Fácilmente alcanzaba el metro ochenta a cuatro patas y eso no es para nada común en ningún cánido conocido por mí. Aquel animal parecía estar profundamente dormido y a primera vista podría parecer inofensivo (si tuviera un tamaño acorde a la especie), pero el simple hecho de tener un tamaño tan imponente me ponía nervioso. Me quedé pasmado, no sé exactamente por cuanto tiempo, pero aseguro que fue más de un minuto, podría haber seguido allí más tiempo, pero el tiempo seguía avanzando, así como la posición de la luna que pronto se encontró iluminando el rostro de aquel apacible animal. Sus párpados se apretaron antes de abrirse poco a poco tras sentir la luz, con sus patas delanteras se tallaba la cara como cuando un cachorro no quiere levantarse. Lentamente el animal comenzó a erguirse sobre sus poderosas patas que parecían más gruesas que mis propios brazos. Se sacudió un poco antes de levantarse por completo. Aquel animal, ya erguido y midiendo al menos dos metros de altura y casi la habitación de largo acercó su gran hocico a mi cara, olfateando tímidamente cada parte de ella, comenzó a rodearme con toda la extensión de su cuerpo, esperé a que se detuviera, ya que, imaginaba yo, no podría seguir avanzando pues mi espalda se encontraba relativamente cerca de la pared. Pero el enorme animal continuó con su danzar, de pronto examiné de nuevo mi alrededor. Todo… era oscuro, podía ver al animal dando vueltas extremadamente lentas frente a mí, pero absolutamente nada más, la ventana, la cama, e incluso el exterior, ya nada estaba allí. En algún punto yo me perdí en la absoluta oscuridad. Era como si el tiempo de pronto no pasara, como si en realidad nada pasara. De pronto reaccioné nuevamente, el majestuoso animal ahora se encontraba directamente frente a mí, cara a cara mirándome fijamente a los ojos con unos hermosos ojos azules.

Un gran pesar se apoderó de mí… Tristeza, impotencia, desesperación, miedo, horror. Simplemente me solté a llorar, como un niño desamparado. La emoción era demasiado para mí, era tanta tristeza como jamás había sentido, como si de pronto estuvieras solo, REALMENTE SOLO.

Nunca había tenido tal sensación, tanta intensidad enfocada en un solo sentimiento, era como estar aislado, completamente apartado de toda tu vida. Podía ver a mi hermana siendo feliz sin mí, a mi madre aún viva y junto a mi padre, pero no podía ver mi rostro en las fotos, todos esos momentos capturados en cámara por algún integrante de la familia seguían allí, pero yo no estaba, y no era el hecho de que fueran felices lo que me ponía triste. Pero si lo hacía el saber de alguna forma, que eran felices por el hecho de yo no estar allí.

Un pequeño alivio apareció en mi interior, una pequeña voz que pensaba – “Bueno, al menos son felices… ¿no? -.

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