Alrededor de las seis de la mañana, Dante bostezaba mientras abría las cortinas de la habitación, lo que provocó que su compañera, quien yacía cómodamente en la cama abrazando la almohada que hasta hacía unos minutos él había estado usando, soltara un gruñido de protesta.

Divertido por su queja, él se acercó a ella y besó su frente antes de dirigirse al baño, donde abrió el armario de blancos para sacar una pequeña caja de madera, donde Anna escondía los brebajes que Chloe le había preparado para impedir que quedara embarazada.

Para su desgracia, sólo quedaban dos frascos, el que Anna tomaría esa mañana, y el que, por su puesto se llevarían a Rónan.

La verdad era que le habían pedido a la hechicera que les preparara una buena dotación para el viaje, sin embargo, no habían contado con que el celo de Anna se cruzaría casi en la fecha límite y acabaría con casi todas sus reservas.

“Al menos nos quedan esos métodos humanos” ―gruñó Damon con pereza

“Sí, y hablando de eso” ―dijo Dante dirig