Las horas pasaron y podría decirse que Marcus tenía casi todo preparado para recibir a Astoria. Esperaba que todo saliera a la perfección, pues era un momento especial con su chica.Mientras esperaba a que llegara, se sentó a la mesa, jugaba con sus manos al mismo tiempo que su mente jugueteaba con él. Su cabeza le hacía recordar las cosas que pasaron la noche anterior, la manera en la que Astoria reaccionó a su pregunta.❀『De regreso al pasado』❀Pov. Marcus—No podemos cambiar el pasado, Marcus. Por el contrario, podemos enfocarnos en el presente. Sé que no eres la misma persona que fuiste hace tiempo atrás, sé que no te enteraste de lo que pasó en su momento. Te odié, sí, lo hice más de lo que me hubiera gustado —confesó—, pero, después de todo, no es tu culpa, no los enviaste a ellos, no me metiste en una encrucijada, no supiste nada de eso.—Podría haberlo evitado —dije inconscientemente, como un reflejo que me culpaba por todo lo que ella tuvo que pasar.—¿Cómo? —soltó de repente
—¿Espacio? ¿Qué quieres decir con eso? —Sus palabras se atoraron en la garganta.Dejó pasar un trago grueso de saliva, pues, sentía que su respiración estaba fallando. Las dudas invadían su mente, pues, claramente lo que hizo no tenía perdón, ¿cierto? Ella solo aceptó el trabajo, era eso, no significaba que llegara a sentir de nuevo algo por él.Astoria jugueteó con el borde de su copa, evitaba su mirada, sus ojos estaban fijos en algún punto de la mesa, intentaba poner todos sus pensamientos en orden, no sonar brusca, ni pusilánime.Tomó una decisión, esa que era la mejor para ella, para ambos. Se rehusaba a volver a atravesar lo mismo, sin velar por lo que de verdad quería, lo que necesitaba para poder estar en paz consigo misma.—No es que no quiera estar contigo… pero después de todo lo que ha pasado, siento que es arriesgado seguir en esta casa. No me malinterpretes, no es por ti… —dijo rápidamente, viendo cómo él tensaba los hombros, estaba tieso como una roca—. Es solo que nece
El ruido de la puerta lo sacó de sus pensamientos. ¿Quién podría ser si era testigo de que Astoria se marchó? Con mala gana se dirigió a esta, para abrirla. Su gesto se frunce al ver a la persona.—¿Qué haces aquí? —se quejó dejándole pasar.—Antes estabas que casi me besabas las patas al verme, ¿y ahora actúas como si fuera un ser indeseable? —cuestionó Saddam con un tinte de falsa decepción en su voz mientras entraba a casa.—¿Qué haces aquí? —preguntó por segunda vez, casi obligándolo a responder, lo miró con mayor detenimiento, notando algo inusual—. ¿Qué es esa maleta que traes?El interrogado se dejó caer al sofá, poniendo los pies sobre la mesita. El bolso mencionado, también terminó siendo lanzado al piso, mientras Saddam hacía un gesto de desaprobación.—Me separaré de Coraline —dio con naturalidad.—¡¿Qué?! —soltó un chillido para nada varonil —¿Vas a hacer qué? —Se acercó como una vieja chismosa para poder sentarse a su lado, demostrándole que tenía toda su atención.—Nos s
El club estaba lleno de música y luces que parpadeaban. La gente bailaba y reía, ajena al peligro que los acechaba, bueno, no a ellos. En la esquina más oscura, donde las miradas se perdían en la oscuridad, Saddam y Coraline observaban a su presa. Alonso, el hombre que había adquirido las drogas para sedar a Astoria.Coraline lo observaba con una mirada fría, mientras que Saddam se sostenía en la barra con su característico aire de superioridad. Sabían que Alonso era la clave para llegar a Dimitri, y esta noche, él les daría todo lo que querían.—¿Estás listo? —preguntó Coraline en voz baja, sin apartar los ojos del desgraciado.—Nací listo y guapo, cariño —replicó Saddam con una sonrisa ladeada, tomando un último sorbo de su bebida antes de dejar el vaso sobre la barra—. Vamos a hacer que este tipo cante como un pajarito.Ambos se levantaron, abriéndose paso entre la multitud. El tiempo pasaba muy lento a medida que se acercaban a él, que estaba demasiado ocupado coqueteando con una
Luego de que la pareja de tortolitos dejara el pequeño regalo en casa de Dimitri, Coraline se encaminó a comprobar los avances que su amigo estaba haciendo en casa de Erika.—Sería más divertido si Asto pudiera estar conmigo viendo todo esto en primera fila —susurró para sí misma, pues no deseaba que ella perdiera la mayor parte de su diversión.Los hombres que tenía trabajando a su lado, eran demasiado eficientes, pues, no solo tenía que ver con las amenazas que recibieron de Coraline, sino de que su trabajo lo ameritaba. Eran conscientes de que si no se apuraban y eran descubiertos, tendrían que enfrentarse a Coraline La Grande, no tenía nada de bueno.Los proyectores estaban en posición, al igual que las cámaras y altavoces. Eran expertos en montar un escenario tenebroso en cualquier rincón de la casa.»¡Buen trabajo, muchachos! —los felicitaba para que se sintieran útiles.Coraline usaba sus habilidades comunicativas para incitar a los demás para hacer lo que a ella se le viniera
Dos días después, la noche era oscura, con una lluvia ligera que hacía las calles brillar bajo las luces de los postes. Saddam observaba el camino desde el asiento del copiloto, mientras Coraline, como siempre, estaba al volante, mantenía una expresión calmada y fría, como si todo aquello fuera parte de su rutina diaria.—¿Estás segura de esto? —indagó Saddam, sin apartar la mirada del coche que seguían de cerca—. No me malinterpretes, me encanta la idea, pero… los accidentes pueden ser impredecibles.—Los accidentes pueden ser impredecibles, sí, pero no cuando los controlas tú —contradijo con una pequeña y misteriosa sonrisa.Ellos eran su último paso para terminar la venganza en contra de los cómplices de Dimitri y Erika. Luego de eso, simplemente faltarían los dos monstruos mayores.El tráfico era ligero, y la carretera parecía ideal para lo que tenían planeado. Coraline ajustó sus manos en el volante y aceleró ligeramente. El coche de los abogados giró en una curva cerrada, aleján
—¡Despierta! ¡Despierta! —llamaba Astoria mientras saltaba en la cama de su amiga.Necesitaban avanzar más su enfrentamiento en contra de Erika. Asto estaba dispuesta a enloquecerla por completo, que creyera que regresó de entre los muertos solo para vengarse de ella y de lo que provocó en su vida.»¡Cora!, ¡Cora!, ¡Corazón bello! —continuaba saltando, esperaba no recibir un golpe de saludo. Cosa que no le sorprendería viniendo de esa chiquita de cabello rizado.Un gruñido fue la respuesta que recibió, uno demasiado bajo y que, en medio de sus silencios, sonaban como si fueran amenazas de muerte.—No quiero —fue la única frase que se entendió a la perfección.—¿No quieres ver lo que pasó con Erika en la noche mientras te fuiste con tu esposito? —cuestionó con jocosidad.Coraline no lo resistiría, y tenía razón. La chica se levantó como si fuera un vampiro despertando de su sueño, sus ojos se centraron en Astoria al tiempo en que su sonrisa se hacía más y más amplia, como si fueran eso
Erika, por su parte, apenas y pudo pegar el ojo en toda la noche. Cada que cerraba sus párpados, veía la imagen de Astoria. No podía estar en paz. Durante esos días no tomó ni una gota de licor, por lo que no se podían justificar esas extrañas visiones a un efecto del alcohol.Examinó en más de una ocasión cada una de las habitaciones del departamento. Tenía los ojos bien abiertos en caso de que notara alguna trampa, algo inusual.Gracias al miedo que la estaba invadiendo, decidió salir a tomar aire, a pesar de que su apariencia fuera completamente desaliñada. ¿Qué podría hacer en esa situación? Ni izquierda le estaba importando de a mucho su trabajo como para alistarse para ir.Su mente no dejaba de traerle a Astoria a sus recuerdos.—Toma aire, Erika. Esa maldita está muerta. Completamente enterrada, tú fuiste a su funeral.Mientras se daba ánimos, sus pasos se detuvieron antes de cruzar la puerta.»¿Y si no está muerta? —se preguntó en un susurro.La comisura de su labio se elevó u