El club estaba lleno de música y luces que parpadeaban. La gente bailaba y reía, ajena al peligro que los acechaba, bueno, no a ellos. En la esquina más oscura, donde las miradas se perdían en la oscuridad, Saddam y Coraline observaban a su presa. Alonso, el hombre que había adquirido las drogas para sedar a Astoria.Coraline lo observaba con una mirada fría, mientras que Saddam se sostenía en la barra con su característico aire de superioridad. Sabían que Alonso era la clave para llegar a Dimitri, y esta noche, él les daría todo lo que querían.—¿Estás listo? —preguntó Coraline en voz baja, sin apartar los ojos del desgraciado.—Nací listo y guapo, cariño —replicó Saddam con una sonrisa ladeada, tomando un último sorbo de su bebida antes de dejar el vaso sobre la barra—. Vamos a hacer que este tipo cante como un pajarito.Ambos se levantaron, abriéndose paso entre la multitud. El tiempo pasaba muy lento a medida que se acercaban a él, que estaba demasiado ocupado coqueteando con una
Luego de que la pareja de tortolitos dejara el pequeño regalo en casa de Dimitri, Coraline se encaminó a comprobar los avances que su amigo estaba haciendo en casa de Erika.—Sería más divertido si Asto pudiera estar conmigo viendo todo esto en primera fila —susurró para sí misma, pues no deseaba que ella perdiera la mayor parte de su diversión.Los hombres que tenía trabajando a su lado, eran demasiado eficientes, pues, no solo tenía que ver con las amenazas que recibieron de Coraline, sino de que su trabajo lo ameritaba. Eran conscientes de que si no se apuraban y eran descubiertos, tendrían que enfrentarse a Coraline La Grande, no tenía nada de bueno.Los proyectores estaban en posición, al igual que las cámaras y altavoces. Eran expertos en montar un escenario tenebroso en cualquier rincón de la casa.»¡Buen trabajo, muchachos! —los felicitaba para que se sintieran útiles.Coraline usaba sus habilidades comunicativas para incitar a los demás para hacer lo que a ella se le viniera
Dos días después, la noche era oscura, con una lluvia ligera que hacía las calles brillar bajo las luces de los postes. Saddam observaba el camino desde el asiento del copiloto, mientras Coraline, como siempre, estaba al volante, mantenía una expresión calmada y fría, como si todo aquello fuera parte de su rutina diaria.—¿Estás segura de esto? —indagó Saddam, sin apartar la mirada del coche que seguían de cerca—. No me malinterpretes, me encanta la idea, pero… los accidentes pueden ser impredecibles.—Los accidentes pueden ser impredecibles, sí, pero no cuando los controlas tú —contradijo con una pequeña y misteriosa sonrisa.Ellos eran su último paso para terminar la venganza en contra de los cómplices de Dimitri y Erika. Luego de eso, simplemente faltarían los dos monstruos mayores.El tráfico era ligero, y la carretera parecía ideal para lo que tenían planeado. Coraline ajustó sus manos en el volante y aceleró ligeramente. El coche de los abogados giró en una curva cerrada, aleján
—¡Despierta! ¡Despierta! —llamaba Astoria mientras saltaba en la cama de su amiga.Necesitaban avanzar más su enfrentamiento en contra de Erika. Asto estaba dispuesta a enloquecerla por completo, que creyera que regresó de entre los muertos solo para vengarse de ella y de lo que provocó en su vida.»¡Cora!, ¡Cora!, ¡Corazón bello! —continuaba saltando, esperaba no recibir un golpe de saludo. Cosa que no le sorprendería viniendo de esa chiquita de cabello rizado.Un gruñido fue la respuesta que recibió, uno demasiado bajo y que, en medio de sus silencios, sonaban como si fueran amenazas de muerte.—No quiero —fue la única frase que se entendió a la perfección.—¿No quieres ver lo que pasó con Erika en la noche mientras te fuiste con tu esposito? —cuestionó con jocosidad.Coraline no lo resistiría, y tenía razón. La chica se levantó como si fuera un vampiro despertando de su sueño, sus ojos se centraron en Astoria al tiempo en que su sonrisa se hacía más y más amplia, como si fueran eso
Erika, por su parte, apenas y pudo pegar el ojo en toda la noche. Cada que cerraba sus párpados, veía la imagen de Astoria. No podía estar en paz. Durante esos días no tomó ni una gota de licor, por lo que no se podían justificar esas extrañas visiones a un efecto del alcohol.Examinó en más de una ocasión cada una de las habitaciones del departamento. Tenía los ojos bien abiertos en caso de que notara alguna trampa, algo inusual.Gracias al miedo que la estaba invadiendo, decidió salir a tomar aire, a pesar de que su apariencia fuera completamente desaliñada. ¿Qué podría hacer en esa situación? Ni izquierda le estaba importando de a mucho su trabajo como para alistarse para ir.Su mente no dejaba de traerle a Astoria a sus recuerdos.—Toma aire, Erika. Esa maldita está muerta. Completamente enterrada, tú fuiste a su funeral.Mientras se daba ánimos, sus pasos se detuvieron antes de cruzar la puerta.»¿Y si no está muerta? —se preguntó en un susurro.La comisura de su labio se elevó u
Ese mismo día, a la mitad de este, para ser exactos, las dos amigas se encontraban cocinando mientras planeaban sus golpes en contra de la vieja loca, podrían hacer una nueva aparición en algún otro lugar. Coraline sabía una cosa: Debía ganar esa apuesta.—Pásame ese bol— pidió Astoria, concentrada en cortar la carne para el shawarma.Y sí, los que conocen la historia del par de esposos chiflados ha de saber que una de las comidas favoritas de Cora, era el shawarma. Es esa la razón principal por la que su esposo se ganó ese apodo. Luego de mentir con su apellido, por supuesto.—¿Sabes?— comentó Coraline mientras movía las verduras en la sartén —Esto de cocinar juntas se siente casi terapéutico. Deberíamos hacerlo más seguido… después de que terminemos con cierto «asunto» pendiente.—¿Te refieres a Erika?— cuestionó Asto, con una sonrisa traviesa.—¡Exacto! No puedo esperar a que se vuelva loca. Aunque… ¿Ya lo está, no? —dijo cuando encendió la televisión para poner algo de fondo y com
Erika quedó paralizada. Su respiración se detuvo por un instante mientras sus ojos, abiertos por completo, miraban la mano que ahora pasaba a través de Astoria, como si ella no estuviera realmente allí.—No… —susurró temblando— No… no es posible— Retiró la mano lentamente, incrédula, mientras su cuerpo se estremecía de pies a cabeza.Astoria, quien había observado todo con una calma que le ponía los pelos de punta a su víctima, sonrió con crueldad.—¿Qué pasa? —preguntó con voz gélida. —¿Esperabas sentir algo? ¿Esperabas que fuera real?Erika retrocedió tambaleándose, chocando con la pared detrás de ella, incapaz de articular palabra. Toda la seguridad que había tenido unos segundos antes se había desvanecido en un abrir y cerrar de ojos.Asto se acercaba cada vez más a ella, con una mirada fría y un gesto impasible se aseguraba de espantar cada pequeño rastro de su amiguita. Ella no volvería a creer que estaba viva.—¿Ves? No soy algo que puedas tocar. Pero soy algo de lo que no podr
El par de mejores amigos se encontraban disfrutando del resultado de su cacería. La verdad era que lograron atrapar a su presa en un abrir y cerrar de ojos. Debieron ser rápidos, precisos para que ese pedazo de ser humano no se enterara de que estaba siendo encerrado.—¡Te pedí pan con queso, Marcus! ¡Esto ni siquiera tiene relleno! —exclamó el temido mafioso, sosteniendo el paquete de pan como si fuera un delito grave, muy grave.—Es solo pan, no tiene tanta importancia —contestó el responsable, cruzándose de brazos con exasperación—. No te vas a morir por un poco de pan diferente.—¡No es «solo» pan! —Lo miró con los ojos entrecerrados, como si lo juzgara con estos—. Es el pan con queso. El único que se puede comer mientras planeas cosas serias. Esto es… es una falta de respeto.—¿Falta de respeto? —se burló con sarcasmo—. Lo que es una falta de respeto es que estés más preocupado por el pan que por el hecho de que tenemos a Dimitri amarrado en un sótano. Lo señaló con la cabeza, ll